Sorpresas Confusas

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NARRA CHARLOTTE

Magna me dejó descansar un rato, dijo que ella iba a estar en la habitación ordenando los productos de curación. Aunque me recosté y cerré mis ojos no pude dormir, cada vez que lo intentaba venían a mi mente las imágenes de la explosión en el sótano, de alguien golpeando mi cabeza, recordaba cuando desperté encerrada en aquel sitio.

No quería culpar a nadie, pero quizá eso que Magna me hizo movió algo en mi cabeza que ahora no me deja tranquila.

Convencida que no iba a poder dormir me levanté, ella estaba acomodando frascos con contenidos de distintos colores dentro de una especie de armario. Ver esos frascos me recordó enseguida a Cinthya, sólo ella era capaz de hacer esas sustancias en el refugio, quizá aquí había alguien como ella y si era así era posible volver.

—¿Quién ha fabricado estas sustancias?

Pregunté esperanzada, ella sonrió.

—Yo misma las he fabricado todas.

Respondió orgullosa, supongo que mi expresión demostró lo desilusionada que estaba porque enseguida puso un rostro preocupado.

—¿Sucede algo malo?

Preguntó, negué con la cabeza intentando sonreír.

—Lo siento, no quise hacerte sentir mal. Es sólo que creí que alguien de la superficie podía venir y proveerlos de todo.

Me disculpé, ella asintió.

—Lo entiendo, no tienes que preocuparte por disculparte. Un amigo mío me enseñó, pero hace muchos años que no lo he vuelto a ver, él era de la superficie.

Explicó, la sonrisa triste en su rostro me decía que era verdad y que no tenía caso aferrarse a la falsa esperanza de su regreso.

—¿Puedo saber de dónde has obtenido este vestido?

Pregunté cambiando de tema, ella sonrió mirándolo.

—Es muy lindo, aunque no va conmigo. En alguna ocasión salí a explorar y lo encontré, estaba un poco sucio y roto, pero me gustó tanto que yo misma lo compuse.

Explicó, de nuevo orgullosa. Era como si todo lo que hiciera lo considerara un logro.

—¿Pero en qué zona lo encontraste?

Pregunté, me miró con una sonrisa triste.

—Sabes que no tiene caso que hagas todas estas preguntas, sólo te haces daño. A veces lo mejor es soltar el pasado, no olvidar, sólo no aferrarse a él con la esperanza de que algún día las cosas sean como antes.

Dijo, las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos pero al parecer ella estaba acostumbrada a hacer llorar a los demás porque siguió con su actividad de acomodar los frascos.

Regresé a la cama, aunque ya no intentaría dormir, sólo quería algo para distraerme. Tomé un libro que estaba cerca, era sobre cómo hacer vendajes y cosas así, no era interesante pero al menos distraía a mi mente.

No sé cuánto tiempo pasó, pero el sonido de la puerta me sacó de mi lectura. Era Magna saliendo de la habitación, o eso parecía que eran sus intenciones.

—¿A dónde vas?

Pregunté dejando el libro en la cama y levantándome.

—Voy a conseguir algo para comer, si quieres quedarte nadie te molestará.

Respondió, negué con la cabeza.

—No, me gustaría acompañarte.

Pedí, ella asintió amable. Entrelazó su brazo con el mío y después de cerrar la puerta de la habitación me guió por los pasillos de la fortaleza. Todos lucían igual para mi, incluso sentía que eran las mismas personas las que veíamos en ellos, pero finalmente llegamos a una estancia más grande que las habitaciones que había visitado, ahí había muchas mesas y una zona donde parecía estar la comida dispuesta para todos.

Pixeles SobrevivientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora