Malas Noticias

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NARRA MARCUS

Estaba recargado en la pared de la casa con los brazos cruzados mirando hacia ambas chicas. Skellen había podido levantarse y con ello había insistido hasta que “ella” aceptó en sacarla de la casa y ver si podía caminar en verdad.

Quería salir de aquí cuanto antes pero aunque Skellen podía mantenerse de pie y caminar un poco sabía que aún no podría viajar una distancia tan larga como para llevarla a la aldea.

Todos los demás pasaban y me miraban de reojo, con sus caras de disgusto sin preocuparse por ocultar su furia hacia mí, todos creían que era un asesino.

—Creo que ya has caminado suficiente por hoy, deberías descansar un poco.

Dijo “ella” tomando a Skellen por el brazo, pero ella se dio un jalón para soltarse.

—No, no quiero descansar más.

Respondió molesta con su actitud necia y malhumorada que acostumbra utilizar.

—Entiende, si vuelves a lastimarte tardarás más tiempo en reponerte.

Insistió pero Skellen no quería escuchar.

—Mañana podrás salir a caminar de nuevo, forzarás mucho a tu cuerpo.

Dijo, pero Skellen seguía caminando. Quizá quería probar su resistencia con la pierna herida.

Siguió caminando por unos minutos más mientras “ella” seguía insistiendo en ir tras ella para convencerla de regresar a la casa. Todo esto me recordaba a cuando enseñaba a caminar a mis hermanos y tenía que estar yendo tras ellos.

Verla actuar tan amable y protectora con Skellen me ponía de malas, era casi como si me quisiera hacer sentir mal, como si me estuviera reprochando que ya no tenía a quien cuidar, a quien proteger, a quien ver crecer. Quizá no lo hacía, quizá todo estaba en mi mente.

Me sentía tan molesto conmigo mismo, no había podido hacer nada para proteger a mis hermanos, incluso se me culpaba de ser el asesino junto con mis amigos. Nadie jamás nos creería, para ellos siempre seremos unos asesinos.

Salí de mis pensamientos cuando vi a Skellen sentarse sobre la tierra agarrando su pierna con fuerza.

—Oh, pequeña, te he dicho que te harías daño.

Dijo “ella” acercándose para ver si estaba bien. Me acerqué sin mirarla para cargar a Skellen y llevarla al interior de la casa.

—Estoy bien, sólo es un calambre.

Dijo Skellen quien parecía molesta con nuestras preocupaciones por ella.

—Llevala al baño, ya ha ensuciado su ropa. Servirá para relajarla un poco.

Dijo, no respondí nada pero obedecí. Skellen tampoco dijo nada.

La senté sobre un pequeño taburete que recuerdo que era de mis hermanos para ayudar en los quehaceres o cuando no podían alcanzar algo.

—Te veré en la habitación.

Susurré a su oído al dejarla, asintió con la cabeza también en silencio. “Ella” entró con ropa limpia y productos de limpieza. Tardaron un poco, cuando la llevó a la habitación ya le había revisado y curado la herida.

—Estás mejorando, con suerte en unos tres días ya podrás caminar con normalidad.

Comentó cuando la dejó en la cama, Skellen hizo una mueca de disgusto.

—¿Tres días? No tengo tres días para estar aquí encerrada.

Se quejó molesta.

—Lo siento, pero no hay nada más que pueda hacer, te estoy cuidando de la mejor manera que sé pero tu herida no es un pequeño rasguño.

Respondió con severidad, Skellen cruzó los brazos molesta.

—Descansa, te hará bien.

Dijo saliendo de la habitación. Me acerqué a ella en cuanto estuvimos solos, ella parecía demasiado molesta.

—Odio admitirlo pero tiene razón, de nada servirá salir de aquí antes si puede empeorar tu estado.

Dije, ella negó con la cabeza.

—Si salimos de aquí no importa que no esté bien, Cinthya sabrá qué hacer. Ninguno de los dos queremos estar aquí, no entiendo porque no me apoyas cuando digo que ya podemos irnos.

Dijo molesta, suspiré buscando paciencia para no entrar en una discusión con ella. Además, de nada serviría, nada se podía hacer.

—No lo hago porque no quiero ponerte en peligro, no sabría que hacer para ayudarte. Sabes que me preocupo por ti.

Respondí, ella cruzó los brazos molesta.

—Sólo eres cobarde. Ya te he dicho que no necesito que nadie cuide de mi.

Se quejó sin mirarme.

—Será mejor que descanses.

Dije sentándome en el suelo junto a la cama donde ella descansaba. La misma que había sido mía en mis tiempos de niñez y felicidad despreocupada.

Creí que comenzaría a reclamar que lo único que quería era escapar de esa discusión, lo cual no sería mentira, pero en su lugar me observó con un poco de curiosidad, como si estuviera debatiéndose si preguntar o no aquello que rondaba en su cabeza.

—¿No vas a dormir en una cama?

Preguntó finalmente, negué con la cabeza.

—Tú necesitas descansar, no yo.

Respondí, ella bufó molesta.

—Si no duermes tu cerebro no descansa ni oxigena bien. Ahora entiendo porque dices tantas tonterías.

Dijo burlándose, sonreí hacia ella por su comentario.

—¿Por qué no te recuestas un poco?

Preguntó nerviosa con sus mejillas un poco rojas haciendo un espacio en la cama donde ella descansaba. Sonreí alegre.

Si alguien me hubiera dicho que habría un momento en que Skellen y yo nos llevaramos bien hubiera creído que era una mentira muy tonta, ahora todo esto me parecía irreal.

Me sentía como en un sueño cuando ella me sonreía, cuando me abrazaba, cuando dejaba que la besara.

Me levanté del suelo sonriéndole y me recosté a su lado, de frente a ella, rodeando su cintura con mis brazos.

—Gracias.

Dije apenas en un susurro antes de besarla. Ambos nos quedamos profundamente dormidos.

Me desperté cuando sentí que alguien me tocaba por el hombro, era “ella” con un semblante entre preocupado y triste.

—Necesito que sepas algo.

Dijo cuando me vio despierto. Salió de la habitación esperando a que la siguiera. Sin muchos ánimos me levanté con cuidado de no despertar a Skellen y salí hacia el pasillo.

—¿Qué es lo que quieres?

Pregunté con un tono de voz molesto mientras la miraba de brazos cruzados. Ella jugó nerviosamente con sus manos sin atreverse a mirarme.

—Creo que ella está en problemas. Creí que estaba mejorado, su herida por encima parece estar sanando perfectamente, pero parece que algún tipo de veneno o algo está dentro. Sus venas comienzan a verse azules y aunque no lo diga sé que no le duele cuando la curo, pero sí cuando tocó alrededor de la herida.

Explicó siempre mirando hacia sus manos. La miré furioso.

—¿Por qué me dices esto apenas? ¿Es tu venganza o algo así?

Pregunté furioso, ella negó con la cabeza.

—Ni siquiera creo que la merezcas. Si lo digo apenas es porque no lo sabía antes. Ella no tiene que ir a ningún lado, alguien tiene que venir a ayudarla.

Declaró. Estaba molesto pero sabía que tenía razón, después de todo no sabíamos qué era esa cosa y lo que puede causar. No dije nada más, regresé a la habitación para pensar que podía hacer para ayudarla.

Pixeles SobrevivientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora