No Estoy Muerta

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NARRA SKELLEN

Desperté adolorida de todo el cuerpo, intenté tocar mi cabeza para calmar un poco el dolor que en ella sentía pero levantar mi brazo también fue un dolor insoportable.

Recordé todo lo que había pasado el día anterior, estar adolorida era poco. Debía estar muerta al perder tal cantidad de sangre, además que rodar colina abajo debió haberme roto algún hueso o algo.

Intenté levantarme a pesar del dolor, pero lo único que logré fue sentarme aunque aquello me permitió ver a mi alrededor. Estaba en una habitación algo pequeña y descuidada, aún así alguien se las ingenió para meter cuatro camas de las cuales una era donde descansaba.

La cama era algo pequeña y muy incómoda, con cobijas hechas con retazos de mil colores. La habitación estaba pintada de un color verde, o al menos así parecía que había sido porque ahora lucía muy oscura, y sólo estaba decorada por unos cuadros pintados a manos. Todos eran paisajes a excepción de dos que eran una familia frente a una casa y el otro era un pequeño pueblo.

Dejé de preocuparme por donde estaba y decidí concentrarme en mí. Las vendas de mis brazos ya no estaban, pero al parecer ya no las necesitaba ahora sólo estaban las marcas de las heridas.

Destapé mi pierna para verla, al parecer las vendas de mis brazos ahora servían para cubrir la herida de mi pierna, me dolía mucho pero me sorprendió estar viva aún.

Iba a quitar los vendajes para ver cómo estaba la herida, pero alguien entró a la habitación en ese momento.

—Oh, ya has despertado, me alegra mucho. Si yo fuera tú no vería, mejorará con el tiempo. Quizás en tres días ya puedas levantarte.

Dijo dejando agua y un plato con sopa en una mesa de madera que estaba cerca de la cama. Era una señora que llevaba un vestido de retazos casi como las cobijas de las camas. Sus ropas eran sucias, descuidadas y anticuadas y su aspecto era desaliñado.

—Me llamo Mika, sé que puede parecerte extraño despertar aquí pero no te haré daño, un vecino salió a buscar frutas y te encontró inconsciente y herida así que te trajo a nuestro pequeño pueblo.

Explicó, miré alrededor y no pude ver mi arco en ningún lado.

—¿Dónde están mis armas?

Pregunté seria, ella sonrió nerviosa.

—Están en el cuarto de armas. Aquí todas las casas tienen un cuarto así, lo tendrás cuando estés mejor, lo prometo. Por cierto, es hermoso el tallado de la madera.

Aduló, bufé molesta intentando levantarme pero tenía razón, me llevaría algunos días poder hacerlo.

—No puedo quedarme, necesito deshacerme de un monstruo.

Dije, ella negó con la cabeza.

—Entiendo tu desesperación pero no podrás hacer nada así. Lo mejor será que te recuperes y más pronto podrás ir a tu misión.

Opinó amable, odiaba ese tipo de actitud en las personas.

—Me llamo Skellen, pero de nada te servirá saberlo porque en cuanto pueda irme no volverán a saber de mi.

Dije, ella sonrió triste

—No hace falta esa actitud. Ten, necesitas comer para sanar. Vendré en un rato para ver si necesitas algo.

Dijo acercándome el plato de sopa, aunque le alcanzaba perfectamente. Lo tomé y ella se fue.

Miré la comida de mala gana, no tenía hambre pero sabía que mi cuerpo la necesitaba. Comencé a comerla mirando todo, me sorprendía que todo parecía tan viejo y descuidado.

Pixeles SobrevivientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora