La cena de celebración iba a tener lugar en el restaurante más exclusivo de Boston. La directiva del club había reservado todo el local para agasajar a sus jugadores, sus familiares y a todo el equipo técnico de los patriots tras una de las mejores temporadas de la historia. El personal de L'Escalier se encargará de la cena llevada a cabo tanto si el equipo ganaba o no la Super Bowl.
Perdieron. Fue un gran partido, lo dieron todo pero no fue suficiente para la victoria.
En el vestuario los jugadores estaban furiosos con el resultado, pero la cena les hiria bien para relajarse y pasar un rato agradable, sin la presión que habían soportado los últimos meses. Todos los jugadores parecían estar más o menos resignados mientras se duchaban y se vestían para la cena. El único que seguía sentado en la banqueta sujetando el casco entre los dedos era Fernando Colunga, " el huracan" uno de los principales quartebacks y capitán de los patriots- ya se que a las mujeres les gusta tu look rebelde, fer, pero dudo que en L'Escalier te dejen entrar sudado y cubierto de barro - le dijo Tim, su mejor amigo y también jugador del equipo.
Fer lanzó el casco contra la puerta del locker, el ruido a metal resonó en todo el vestuario, pero nadie hizo caso, todos estaban acostumbrados al temperamento de su capitán- tendríamos que haber ganado - farfulló - si en la última jugada...
- ya no hay nada que hacer, fer, - Tim lo interrumpió lanzandole una toalla a la cara - ve a ducharte, ponte el traje y vamos a la fiesta, después puedes llamar a una de tus amigas y seguro que la afortunada en cuestión se pasará el resto de la noche consolandote y demostrandote lo maravilloso que eres.
-- teníamos que haber ganado -- repitió, aunque se puso de pie y se quitó furioso la camiseta.
-- ganaremos el año que viene. Ve a ducharte.
Fer se quitó los protectores y noto que el hombro le dolía más de lo qu creía.-- está noche me apetece emborracharme, ¿ vamos a ese club, ese que nunca ne acuerdo el nombre, después de la cena?
-- feit, y lo siento pero no, no puedo.
-- oh, no me digas que la señorita remilgada no te deja salir después de las doce.
-- no la llames así, o dentro de dos meses tendrás que llamarme señor remilgado.
-- no me recuerdes que vas a casarte con esa estirada. Joder. Tim, estas cometiendo un error.
-- no es verdad y lo sabes, por eso eres mi padrino de boda, vamos date prisa, seguro que Lucero me está esperando fuera.
-- no te deja ni respirar -- soltó el aire entre los dientes para contener una punzada de dolor y cogió la toalla. Se estaba haciendo viejo y su cuerpo insistía en recordarselo. -- Esta bien, joder, iré a ducharme y me vestire para la maldita cena, pero tu y tu carcelera podeis irnos sin mi, nos encontraremos en el restaurante .
Tim que ya estaba a medio vestir, se detuvo un segundo mientras se abrochaba los gemelos de la camisa y miro a fer directamente a los ojos. Lleva a tantos años siendo amigos que reconocían cuando el otro mentía.
-- no iras a dejarnos plantados, ¿ he, capitán?
-- no, pero largate de aquí antes de que cambie de opinión -- dijo dándole la espalda para dirigirse hacia la ducha con una toalla atada a la cintura.
-- y dile a la señorita estirada que no se acerque a mi. Después de haber perdido la contra los Gigants no estoy de humor para aguantar sus comentarios sarcásticos.
Fer caminó por el vestidor, ignorando las distintas conversaciones que mantenían sus compañeros alrededor. A la mayoría de ellos les quedaban muchos partidos por jugar, pero a él ya no. Todavía no sabía que iba a hacer, que iba a tener que hacer, y la incertidumbre lo estaba matando.
Entró a la ducha y dejó que el agua caliente borrase de su cuerpo todo resto de sangre y de barro que todavía tenía pegado en la cara y cuello. Apoyo las manos en la pared que tenía enfrente y dirigió el chorro de agua hacia la nuca. Se estaba haciendo viejo. Hacía unos meses acababa de cumplir treinta y cinco años y sus huesos empezaban a quejarse. Treinta y cinco años. Joder. Sacudió la cabeza bajo el agua igual que un perro al salir del mar.
Últimamente no podía dejar de pensar en eso, en su edad, en lo que había conseguido en la vida. Todo.
Nada.
Volvió a sacudir la cabeza y con una mano giro el grifo del agua fría al máximo. El repentino cambió de temperatura le hizo soltar una maldición, pero se quedó inmóvil bajo el chorro.
El nunca había perdido el tiempo pensando en esa clase de cosas y le desconcertaba ver que ahora lo hacía. Tonterías. Hecho los hombros atrás un par de veces. Lo único que pensaba es que llevaba demasiados meses sin relajarse. La temporada había sido muy dura y aunque el equipo tenia cuatro capitanes, todos siempre recurrían a el.<< por que eres el más viejo de todos, Joder Fernando >>. Cogio el jabón y se dispuso a hacer los movimientos necesarios para ducharse. Lo único que necesitaba era dormir, descansar un poco y hechar un polvo, o unos cuantos. Si Tim no estuviera a punto de casarse con la señorita Frigída, esa misma noche podrían salir y emborracharse hasta que saliera el sol. Fernando podía salir solo, o con cualquier otro compañero del equipo, los más jóvenes siempre se apuntaban, pero ninguno entendía su sentido de humor como Tim. Lógico se conocían desde los diez años, cuando ambos coincidieron en aquel estúpido y aburrido campamento de verano.
Y ahora Tim iba a casarse con esa periodista estirada y remilgada que seguro lo convertiría en un pelele en menos de un año.
Se enjabonó el pelo y se obligó a dejar de pensar en pantalones de Acero, como había bautizado a Lucero en su mente, además del montón de nombres con los que se dirigía a ella siempre que coincidían. Algo que, desafortunadamente sucedía con relativa frecuencia. Por suerte o por desgracia el sentimiento era completamente mutuo;a él Lucero Hogaza tampoco podía soportarlo, y no hacía ningún esfuerzo por disimularlo, aunque probablemente era un poco más discreta que él.
A Fernando le molestaba todo de ella, empezando porque fuese tan estirada que incluso hacía que la llamen" Lu", suena más joven. A ella le molestaba que el la llamase Lucero, y el lo hacía solo para hacerla enfadar de verdad.
Quizá la cena no estaría tan mal, se dijo mientras ataba nuevamente la toalla a la cintura, olvidándose por completo de la horrible prometida de su amigo. Es absurdo que se preocuparse por ella, probablemente dejaría de verla cuando estuviese casada con Tim. Y Tim, a pesar de las bromas que Fernando le hacía, seguiría siendo el mismo de siempre.
Haber perdido la Super Bowl le estaba afectando más de lo que creía, lo mejor sería que se vistiera y que saliera del estadio cuanto antes.
El restaurante donde iban a celebrar la fiesta (de consolación ) era exquisito y seguro que alguna de las animadoras o camareras o periodistas invitadas terminaría yéndose con él. Sí, suspiró satisfecho mientras se rociaba un poco de Colonia, comería, bebería y pasaría el resto de la noche en la cama con una mujer atractiva. Aunque eso también empezaba a aburrirlo ; había incluso ocasiones en las que el esfuerzo por seducir a una mujer no merecía la pena, por que al final sentía como si ellas solo quisiesen acostarse con <<El Huracan >> y no con el hombre que había detrás del nombre.
¿Cuándo había empezado a importarle que lo utilizasen?
Hubo una época en la que eso le habría parecido un halago.
<<por qué entonces eras joven y estúpido. >>-- espabila, Fernando -- se dijo a sí mismo entre dientes.
El no quería declaraciones de amor y tampoco estaba dispuesto a ofrecerlas, pero para variar, le gustaría que al mujer que compartiese cama con él le importase minimamente quien era, y no solo buscará satisfacer el morbo de acostarse con uno de los capitanes de los Patriots.
Lo mejor sería que dejase de darle vueltas al tema. Siempre que perdía un partido se ponía pensativo , y si ese partido era el más importante de la temporada, podría pasarse horas analizando el porqué de cada jugada. Se abrocho la camisa y se puso la corbata negra alrededor del cuello. Al día siguiente empezaban sus vacaciones y cuando volviesen a comenzar los entrenamientos estaría en plena forma. No iba a dejar que la Super Bowl se le escapase otra vez de entre los dedos.Para la cena de esa noche, Lucero había elegido un vestido negro hasta arriba de las rodilla, que dejaba la espalda completamente al descubierto. El vestido tenía un escote barco, que la cubría de hombro a hombro y después la tela se deslizaba por los laterales de su cuerpo dejando la columna vertebral al desnudo.
Jamás había tenido una prenda tan sensual, tan insinuante, y si esa tarde pamela no hubiese estado con ella en el centro comercial, seguiría sin tenerla. Era demasiado estrecho, demasiado corto, demasiado provocativo, demasiado caro. En una palabra : demasiado. Pero pamela no descanso hasta que Lucero le dio la tarjeta de crédito al vendedor y dijo que se lo llevaba. Pamela, su amiga y también camarografa del mismo programa, sabía exactamente que tenía que hacer para convencerla : decirle que jamás de atrevería a ponérselo. Una táctica infalible.
Lucero picó el anzuelo.
Y pamela tenía razón, al menos en parte. Jamás se pondría ese vestido así tal y como era, pero con una chaqueta tapandole la espalda y el larguísimo collar de perlas que había heredado de su abuela materna, se convertiría en un vestido negro sin más, en el fondo del armario y podía ponérselo sin problemas.
Lucero estuvo más de media hora maquillandose y recogiéndose el pelo. Cuando terminó se plantó frente al espejo que tenía en el dormitorio y observó el reflejo con detenimiento, era como si estuviese viendo a otra persona. Estaba muy guapa. No era tan insegura como para no reconocer que estaba atractiva con ese vestido, y se sentía extraña, tenía cosquillas en la espalda y le sudaba las manos.
Un presentimiento.
Esa noche iba a suceder algo importante. Suspiró y sacudió la cabeza. Siempre que tenía un presentimiento recordaba a su madre diciendole que los escalofríos solían indicar que algo bueno iba a suceder. Era una historia absurda y ella sabía perfectamente que no era cierta, pero no podía negar que era como si esa noche fuese distinta a las demás.
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Las reglas del juego #LC
RomanceLucero Hogaza tiene la vida perfectamente planeada y está a punto de conseguir lo que quiere : va a tener su propio programa de noticias económicas y en dos meses va a casarse con un hombre maravilloso. Pero una noche Tim cancela la boda y la abando...