Cap :37

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--Lucero --gimió entre dientes al sentir el calor de ella envolviendolo--Lucero.

--fer --no podía dejar de decir su nombre.

Fernando empezó a moverse sin evidenciar la destreza que se le suponía a un seductor, sino con la desesperación de un hombre que acababa de encontrar a una mujer que le pertenece.

--Dios santo, Lucero.

Fernando tenía la frente y espalda empapadas de sudor, y su miembro, que antes ya estaba completamente erecto, seguía excitandose con las respuestas de Lucero. Ella gemia y le clavaba las uñas en la nuca y lo besaba como si necesitase de su sabor.

--fer... Mas por favor --suspiró mordiéndose el labio inferior cuando se apartó de él un instante y Fernando vio que se sonrojaba al darse cuenta que lo había hablado en voz alta.

--no--pidió él --me gusta oírte.

Lucero le sonrió y volvió a besarlo con una inocencia que no encajaba con la mujer que acababa de encajarle las uñas en la espalda, y el contraste le provocó un gemido sacudiera el torso de Fernando.

--más --susurro ella.

--si, más, por favor --murmuró el retirándose hasta casi salir del cuerpo de ella para volver a entrar con un movimiento único-- más.

Fernando no sabía que era lo que le estaba sucediendo exactamente con ella, aparte de ser el mejor encuentro sexual de toda su vida, pero sabía que quería más. Mucho más. Y le daba un miedo atroz que ella fuese a negarselo. Tenía la horrible sensación de que esa sería la única oportunidad que tendría de convencerla y estaba dispuesto a utilizar todas y cada una de las respuestas  de su cuerpo para convertirla en adicta a él, por qué la opción de no volverla a ver era simplemente insoportable. Movió la mano que tenía en el pecho de ella y lo acarició. Aminoró el ritmo de sus caderas hasta encontrar una cadencia que los hizo enloquecer a ambos, llevándolos al límite sin dejarlos terminar. Él tenía la camiseta completamente empapada y, ella el vestido pegado a la piel. Lucero le rodeó la cintura con las piernas, y el cuello con las manos, ya estaba prisionera entre su cuerpo y la puerta de su casa.

--fer --gimió interrumpiendo otro beso de esos eternos, y apoyó la cabeza en la pared con los ojos cerrados.

Oírla decir su nombre le resultaba tremendamente erotico.
Hacia tantos años que no lo sentía así y Lucero lo hizo sentir de nuevo.

--fer --repitió ella acariciandole los cabellos de la nuca--por favor.

Él tampoco podía más, nunca había estado tan al límite del orgasmo. Tan impaciente por alcanzarlo al mismo tiempo que la mujer que tenía a su lado.

<<más >>había dicho ella, pero él dudaba de poder darle más, pero estaba dispuesto a intentarlo. Levantó la mano que tenía apoyada bajo las nalgas de ella, y apoyó todo su peso sobre la puerta. El ligero cambio de postura hizo que la penetrase hasta el final y en aquel preciso instante notó los primeros espasmos del sexo de Lucero. Y eso lo llevó a su propio orgasmo. Jamás había eyaculado con tanta fuerza, el gemido de placer que salió de su garganta lo amenazó con dejarlo ronco y para contenerlo ocultó el rostro en el cuello de Lucero y la mordió.
Al notar el mordisco, Lucero también gimió y el primer orgasmo, que empezaba a retroceder, dio paso a un segundo.
Fernando la sostuvo durante todo el rato, con las piernas clavadas en el suelo a pesar de los temblores que le sacudía el cuerpo.

Se quedaron así hasta que él consiguió recuperar el aliento y la depositó en el suelo con cuidado. Ella seguía con la cabeza girada hacia un lado, pero Fernando pensó que sencillamente estába cansada, él lo estaba, y tras subirse los pantalones se dispuso a darle un beso. Quería besarla, después de poseerla de esa manera era lo que más necesitaba, y quería cogerla en brazos y meterla a su cama. Dormirian un rato y cuando despertasen...

Lucero lo miró y a Fernando se le hizo un nudo en el estómago. Los ojos que lo miraron no era de esa mujer que exigió que se callara y la besara, eran los de pantalones de acero, llenos de remordimiento.
<<¡No! >>gritó una voz en su mente.
No podía permitir que Lucero se arrepintiese de lo que acababa de suceder entre ellos.

--Lucero -- le dolió decir su nombre porque sabía que ella iba a tratar de huir en cuanto lo oyese.

--no digas nada --levantó una mano para detenerlo y con la otra busco el pestillo de la puerta detrás de ella -- no digas nada, adiós Fernando.
Abrió la puerta y con Movimiento torpes salió de allí antes de que Fernando pudiese reaccionar.

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Chicas aquí les dejo un capítulo más 😊❤️

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