Cap :52

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Fernando apagó el televisor y volvió a ponerse las gafas que desde hacía poco necesitaba para leer. Todavía no se había acostumbrado, pero tenía que reconocer que las letras del periódico le resultaban mucho más nítidas desde que las llevaba. Cogio los documentos que había dejado encima de la mesa antes de administrarse su ración diaria de Lucero y empezó a leerlos. Su abogado y él seguían luchando por ese predio, pero ya habían encontrado otro proyecto al que dedicar los esfuerzos de la fundación y poco a poco iba cociendo forma.
En unos meses se rehanudaban los entrenamientos de los Patriots. Después de hablar con Mike, y sí, después de lo que había sucedido con Lucero, había decidido que esa iba a ser su última temporada. Cada vez que lo pensaba se le formaba un nudo en el estómago, y se le detenía el corazón un instante. El fútbol había sido su refugio, un lugar en el que podía dejar de ser Fernando colunga y convertirse sencillamente en huracán fer, un gran jugador que cuidaba de su equipo. Fernando siempre había sabido que su vida se complicaría, era igual que sus padres, cuando se enamorara sería para siempre y de verdad, y tal vez por eso lo había retrasado tanto. Sus padres, a pesar de que estaban dedicados a sus respectivos trabajos, siempre habían sentido auténtica devoción el uno por el otro, y por sus hijos. Y Fernando quería eso.
Ahora lo sabía.
Y Lucero era la primera mujer que le hacía desearlo, había sido así desde el principio y por eso se había comportado como un niño, porque ella estaba comprometida con su mejor amigo y él no podía tenerla.
El rechazo de Lucero le había hecho daño, pero al mismo tiempo le había servido para abrirle los ojos y hacerle reaccionar.
Fernando disfrutaría al máximo su último año como capitán de los Patriots, ganaría la super bowl, y después se retiraría y dedicaría todos sus esfuerzos a la fundación y a encontrar una mujer con la que formar una familia. Lo último sería casi imposible después Lucero, pero iba a intentarlo.
Oyó que llamaban a la puerta y suspiró frustrado. A ese ritmo jamás terminarían de leer esos papeles. Se levantó y fue a abrir planteándose seriamente la posibilidad de pagar de su propio bolsillo unas señales de tráfico con todas las direcciones del bosque bien indicadas.

--llevas gafas.

Lucero estaba plantada en la puerta de su casa. Otra vez. Aunque en esa ocasión no sujetaba una caja de bombones vacía, sino que tenía las manos entrelazadas delante de ella y se balanceaba nerviosa sobre los talones.
Fernando se llevó una mano al rostro y se quitó las gafas.

--son para leer --le explicó confuso y sin saber cómo interpretar esa visita.

--¿puedo pasar?

<<No>>

--Claro, pasa --se apartó de la puerta y la cerró tras de ella.

--tienes una casa preciosa --dijo Lucero deteniéndose justo detrás del sofá en él que antes él había estado sentado.--la última vez no te lo dije --se sonrojo.

--gracias era de mi abuela --Fernando se acercó a ella e hizo algo que los sorprendió a ambos :le dio un suave beso en los labios. No los separó, ni los acarició con la lengua, sólo los rozó levemente. Sencillamente, quería saber que sentía si cada vez que pudiese le diera como mínimo un beso. Se apartó despacio y la miró a los ojos. Ella seguía allí, mirándolo tan confusa cómo probablemente lo estaba él.

--siento lo del otro día --confesó Lucero tras soltar poco a poco el aliento--no quería que te fueras, tenía intención de volver al dormitorio y estar contigo --se obligó a añadir.

A Fernando le costó coger aire, pero al fin lo consiguió y oyó como el corazón le latía dentro del pecho.

--¿por qué dijiste eso por teléfono?

--era pam --empezó ella con la cabeza agachada. La levantó antes de continuar y lo miró a los ojos --no sabía que decirle.

Fernando también la miró y vio que era sincera. Y que estaba nerviosa. Tal vez había sido demasiado duro con ella ;apenas hacía un mes que Tim se había ido a Francia y estaba claro que Lucero no era la clase de mujer que se acostaba con cualquiera. Si el estaba echo un lío ¿por que diablos había dado por hecho que ella no?

--tu y yo... --siguió Lucero un poco insegura --no sabía si querías quedarte

--quería quedarme --le aseguro Fernando, y levantó una mano para apartarle un mechón de pelo de la cara --quería volver a hacer el amor contigo.
Lucero se sonrojo y colocó una mano en la cintura de él.

--yo también.

Fernando eliminó la distancia que los separa y la abrazó.
Cuando Lucero quedó entre sus brazos, Fernando sintió el  deseo que lo embargaba siempre que estaba cerca de ella, pero esa vez sintió algo más. El nudo que llevaba semanas apretandole las entrañas se aflojó y el corazón latió más despacio.

--¿que estamos haciendo fer? --Lucero rozó su mejilla contra el torso de él, y Fernando suspiró antes de darle un beso encima de la cabeza.

--no lo sé, nunca me había imaginado estando así contigo --se apartó un poco para poder mirarla mejor a los ojos --te juro que si te hubieras casado con Tim, jamás habría intentado nada contigo.

--lo sé.

Incluso antes, cuando creía que Fernando era un playboy millonario, Lucero sabía que jamás habría intentado seducir a la prometida o esposa de su mejor amigo.

--creo que por eso estaba siempre tan a la defensiva --siguió él --porque sabía que no podía tenerte --sonrió para burlarse de sí mismo --una reacción poco adulta de mi parte.

--a mi me pasaba lo mismo --volvió a somrojarse y escondió el rostro en el torso de fer.

--¿qué ? ¿Qué pasa?

--nada

--cuéntamelo

Lucero respiró hondo y dejó que el aroma a Fernando la envolviera.

--me ponía furiosa que tu olor se me pegase en la ropa y al pelo --le dijo Lucero --tu siempre hueles a menta y cuando coincidiamos te olía por horas, incluso días, y eso que apenas me acercaba a ti. Ya sabes lo que me gustan los bombones de chocolate y menta y tu olor me los recuerda.

--es el aceite de masaje para lesiones --confesó él después de que se le deshiciera el nudo que sentía en la garganta.

--eres tu.



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Hasta que al fin hablaron como personas civilizadas 🎊🎊.
Por fin reconocieron lo que sienten el uno por el otro ❤️🙌🙌

Las reglas del juego #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora