Cap :38

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Lucero salió de la casa de Fernando y entró en el taxi que la habia llevado hasta allí. A pesar de la locura que acababa de cometer, al menos había tenido un segundo de sentido y le había pidido al taxista que la esperase. Cuando bajó de su apartamento con la caja de bombones en la mano su intención era ir a ver a Fernando colunga para decirle que no hacía falta que se preocupase por ella y que no quería volver a verlo nunca más. Durante el trayecto también se dijo que así le demostraría a pamela, y a si misma, que eso de que se sentía atraída por él era una completa y absoluta estupidez.
Pero entonces llegó a su destino y Fernando abrió la puerta en pijama y despeinado.
Y de repente solo podía pensar en lo guapo que estaba.
En la cantidad de veces que lo había visto del brazo de una supermodelo, que no era ella. Y que él la había llamado tantas veces frigida y fría. La mente de Lucero, sin duda inundada de tequila, empezó a preguntarse cosas tan absurdas como que sabor tendría su piel, o si sus piernas eran tan fuerte como aparentaban. Y lo había llamado fer ¿de donde diablos había salido eso?.
<<No le eches la culpa al tequila. Estabas prácticamente sobria y lo sabes. >>
De acuerdo.
En su defensa, lo que sí podría decir era que los besos de Fernando deberían estar prohibidos. Ella nunca antes había perdido la capacidad de razonar de esa manera.
Cada vez que los labios de él la tocaban, todas sus neuronas desaparecían en combate y se convertía en una mujer desesperada por seguir sintiendo sus caricias.  Se miró las manos y vio que estaban temblando y, sentada en la parte trasera del taxi recordó como había enredado sus dedos en el pelo de él. Juntó las rodilla para contener también el temblor de las piernas y entonces recordó que minutos atrás lo había rodeado por la cintura con ellas.

--¿que he hecho? --farfulló

--¿disculpe, señorita? No la escuche bien --dijo el conductor.

--no, nada.

El hombre asintió y siguió conduciendo, probablemente pensando que llevaba una lunatica en el taxi.
Lucero miró por la ventanilla e intentó dejar la mente en blanco. ¿Que le había pasado? Ella nunca había reaccionado así, se había comportado como si estuviese en celo. Aunque quisiera negarselo, algo que no iba a hacer, había sido ella quien había reclamado el primer beso.  Dios, si prácticamente le había ordenado que la besara. Y había sido ella la que había metido las manos dentro de su pantalón para desnudarlo. El deseo la había vuelto atrevida, mucho más que eso. Ni siquiera el tequila podía justificar lo que había sentido ;la imparable necesidad de tocarlo, de sentirlo dentro de ella. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el asiento del taxi. No le había importado no estar en una cama, ni que la golpease contra la puerta de madera, ni que se le arrugase el vestido, o que le hubiese arrancado la ropa interior. Lo único que le había importado eran esos besos, esas caricias, la sangre corriendole por las venas quemandola por dentro, el deseo de sentirse poseída allí mismo y de hacerle perder el control.

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Y aquí dejo un capítulo más, espero lo disfruten 😘

Las reglas del juego #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora