Cap 2

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Volvió a centrarse en su reflejo e intentó ser objetiva. A una parte de ella le hubiese encantado ser capas de ir así al campo de fútbol, seguro que a Tim le gustaría. << y a todos los hombres que te vean pasar >>le dijo una voz en su cabeza, también fue esa voz la que le dijo que perdería el respeto que había ganado. Lucero tenía un doctorado en economía y su tesis había versado sobre el flujo de las finanzas en la globalizacion de los mercados. Sí, de chica la habían llamado empollona, cuatro ojos, come libros y un sin fin de expresiones de igual sentido.
Ni sus padres ni sus hermanos entendían por que había decidido entrar en el mundo de la televisión, su tanto le molestaba que se fijase en ella. Pero ella estaba convencida de que podía explicar las noticias de economía de un modo más interesante, más convincente y más útil.
Esa era su aspiración, pero nadie más lo sabía excepto su jefe Joseph Gillmor, que un año antes le había dado sólo diez minutos fijos en las noticias, pero si todo sigue como hasta ahora, en menos de un año ya tendría su propio canal de economía. No sería nada escandaloso y seguro no tendría demasiada audiencia, pero era un comienzo.
Lucero sabía que sí llegaba a la cena de los Patriots colgada del brazo de su prometido como si fuese una barbie más perdería el respeto que tanto le había costado ganarse. Ya había tenido que aguantar bastantes comentarios jocosos por el motivo de tener como prometido a un jugador profesional y además heredero de la familia más influyente de los Estados Unidos.
Se puso los pendientes que Tim le regalo cuando le pidió que se casase con el tres meses atrás, a juego con un espectacular diamante que llevaba en la mano derecha. Giro levemente la espalda hacia el espejo para observar el efecto del escote ; al ver de nuevo el reflejo de la piel desnuda pensó en la cara que pondría Fernando cuando la viese.

-- seguro que hoy no se atreverá a llamarme pantalones de acero a la cara -- se dijo en voz alta retocandose el pintalabios. Sonrió y cogio un pañuelo de papel para darle el beso de rigor y quitar el exceso de color y acto seguido se puso la chaqueta.
Salió del apartamento con una sonrisa y se subió al taxi que la estaba esperando para llevarla al estadio. Lucero vivía en una zona bastante céntrica de la ciudad y si no hubiese sido por los tacones que llevaba esa noche probablemente habría cogido el metro.
Ahora realmente la ayudaría sentarse en un vagón y perderse por los rostros de los otros pasajeros. Era una de sus aficiones preferidas ; observar los rostros de la gente.
En ocasiones una mueca, un movimiento de ceja, la comisura del labio, decía más que mil palabras. Observó un segundo al taxista. Era una hombre de unos cuarenta años, se estaba quedando calvo y parecía un actor italiano o miembro de la mafia. Por el retrovisor Lucero vio que el taxista se mordía el labio inferior para consentrarse.
Si, un rostro podía reflejar mucho. El de Tim desprendía ternura y en ocasiones algo de tristeza. El de Fernando ... La mayoría de las veces le resultaba indescifrable. Aunque dado que el no tenía reparo en verbalizar lo que pensaba de ella, no le hacía falta deducirlo de sus facciones.
No sabía muy bien por qué había pensado en Fernando Colunga en aquel preciso instante, pero el mejor amigo de Tim nunca le había gustado. Todavía no lograba entender que ese hombre tan engreído, estúpido y superficial prácticamente había crecido con su prometido.
Ella nunca había intentado separa a Tim de Fernando, y no era de esa clase de mujeres que controlan las amistades de sus parejas, pero Tim no era ningún tonto y sabía perfectamente que su prometida y el capitán del equipo no podían soportarse.
Todavía recordaba el día que conoció a Fernando. Estaba muy nerviosa por que Tim le gustaba y tenía el presentimiento de que si su mejor amigo la vetaba, Tim no volvería a llamarla, una teoría adolescente, pero que probablemente seguía funcionando con los hombres de cualquier edad.
Fue una cena bastante tensa, con momentos incomodos, pero Lucero creyó que había ido relativamente bien... Hasta que salió del baño y oyó a Fernando Colunga diciendole a Tim que no perdiese el tiempo con ella por que era <<una farsante estirada que parecía más Frigída que un témpano de hielo >>. A lo que siguió :<<una mujer que se esfuerza tanto por aparentar lo que no es no puede estar bien de la cabeza >>.
Suspiró. Era absurdo que ese recuerdo siguiera doliendole. Tim y ella iban a casarse. A formar una familia. Fernando podía irse al infierno.
De esa cena ya hacía más de un año, de seguro Tim no hizo caso a los consejos de su <<mejor amigo >>, sin embargo a ella seguía empapandosele la espalda de sudor al recordarlo. ¿ Por qué diablos había dicho eso Fernando? De todas las cosas que podía haberle dicho, ¿ por qué precisamente la había llamado farsante...?
El estadio apareció de fondo y el conductor guio el taxi hasta la entrada para miembros de la junta, jugadores e invitados selectos.
Aunque Lucero era periodista nunca cubría los deportes y le parecía un abuso utilizar la entrada de prensa. Además ella únicamente estaba allí como prometida de Tim.

-- ya hemos llegado -- anunció el taxista antes de comunicarle el importe de la carrera.
Lucero le pagó y se dirigió hacia la puerta que ya le había abierto un miembro del personal de seguridad.

-- buenas noches, Rob -- lo saludó al reconocerlo. -- ¿ Tim ha salido ya del vestuario?

-- buenas noches, señorita Hogaza. Todavía no hemos visto al señor Tim, y tampoco al capitán colunga. Puede pasar y esperarlos en una de las salas para invitados.

-- gracias, Rob. -- se despidió del guarda con una sonrisa.

Camino por la planta inferior del estadio y frunció el ceño al comprobar que Rob había dado por hecho que Tim y Fernando estaban juntos, esos dos eran muy amigos. Lucero no puedo evitar preguntarse que habría pasado entre Fernando y ella si no hubiese oído lo que este le había dicho a Tim en la cena.
¿Serían amigos? ¿ Se llevarían bien?
Fernando Colunga nunca le habría gustado, en realidad tenía ganas de estrangularlo solo con verlo, pero quizá habrían podido tener una relación más cordial, al menos por el bien de Tim.
Se le aflojo un poco el ceño al pensar en Tim, y como si lo hubiese llamado con el pensamiento, el apareció por el pasillo.

-- estás preciosa -- le dijo él a su espalda.
Lucero suspiró aliviada y se dio media vuelta.

-- tu también -- dijo ella observando lo guapo que estaba con ese traje y recién salido de la ducha. Suspiró y se acerco al él.
-- siento que hayas perdido.

-- hemos jugado bien -- dijo Tim encogiendose de hombros-- ganaremos la próxima vez.

--seguro.

Tim coloco las manos en su cintura y se agachó para darle un discreto beso en los labios

-- no quiero estropearte el maquillaje -- se disculpo al apartarse.

-- llevo el pintalabios en el bolso -- insinuó Lucero acercándose un poco más a él .

-- y los periodistas de todos los deportes de país están al final del pasillo, incluido el de tu programa señorita Hogaza.

Lucero se quedó mirándolo un segundo. La calma que desprendía Tim, era probablemente lo primero que le atraido de él cuando lo conoció, y uno de los motivos por el vail había aceptado convertirse en su esposa.
Pero una hora antes ese mismo hombre prácticamente le habría arrancado la cabeza a un jugador de los Gigants por que le había arrebatado el balón.
¿ Donde estába toda esa pasión ahora? ¿ La reservaba solo para el terreno de juego?
<<estas siendo una estúpida, Lucero, no tendrías que haberte quedado tantas horas leyendo esa novela. Tu no quieres que te bese ahora. >>
Y esa era la pura verdad.
A pesar de que lo había provocado y que estaba flirteando incluso con él, Lucero no quiero a que la besase allí en medio del pasillo, donde todos podían verlos.

-- tienes razón -- se apartó y se conformo con enredar sus dedos con los de el. Tim le devolvió el gesto y juntos salieron a enfrentarse a los micrófonos.

Siempre que lo acompañaba, Lucero se esforzaba por mantenerse en un segundo plano, aunque no siempre lo conseguía por que ciertos periodistas se ensañaban en preguntarle únicamente por la boda. Esta noche, no fue el caso, todos intentaban más o menos elegantes regocijarse en la derrota de los Patriots. Tim respondió a unas cuantas preguntas, y en cuanto vio que el guardia le hacía señas que había llegado la limusina, se despidió de todos y guio a Lucero hasta la salida.
Realizaron el trayecto en silencio. Tim le apretó la mano en varias ocasiones y ella sonreía para darle ánimos. Formaban un gran equipo, pensó ella, no hacía falta que hablasen para saber qué necesitaba el uno del otro.

Las reglas del juego #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora