Cap 11

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--voy a pedirte un favor, Fernando, y no puedes decirme que no.

--de acuerdo. --la presión que había sentido en el pecho durante la cena en L'Escalier reapareció multiplicada por cien.

--ve a ver a Lucero y asegúrate que está bien, no es tan fuerte como aparenta.

--lo dudo Tim, pero iré a verla. --<<ella no querrá verme>>. --tú llámame desde París.

--claro, gracias Fernando. Tengo que irme están anunciando mi vuelo.

--llámame, y no me obligue a ir a buscarte a Francia.

Cómo no recibió respuesta de su amigo, colgó el móvil. Se quedó sentado en la silla durante un largo rato con la mente en blanco de lo abrumado que estaba. Tim era un par de años más joven que él y acababa de convertirse en padre de un niño de once años. Amanda, la chica de la que se había enamorado locamente y con la que se había casado a escindidas cuando prácticamente eran unos niños, seguía siendo su esposa. Una esposa que a juzgar por los recientes descubrimientos de Tim, no quería saber nada de él. Y ahora Tim acababa de anular su inminente boda con Lucero y se había ido a París sin fecha prevista de retorno.

Vaya manera de empezar las vacaciones.
Se levantó de la silla y volvió a la cama. Lo mejor sería que durmiese un rato. Con algo de suerte quizá cuando despierte descubriría que todo había sido un sueño, una broma pesada de su subconsciente.
Apago la luz y cerró lo ojos. Lo último que pensó antes de quedarse dormido fue que Lucero tendría que enfrentarse sola al escándalo de ser abandonada por uno de los "solteros " más cotizados de Boston un par de meses antes de la boda.
Y que no se lo merecía.

Volvió a despertarse seis horas más tarde y durante un segundo pensó que quizá se hubiera imaginado la conversación con Tim, pero cuando vio el mensaje que le había mandado su amigo con el teléfono y la dirección de Lucero, supo que no tenía tanta suerte.
No le hacía falta esa información.
Aunque probablemente Tim no lo sabía, casi un año atrás, cuando Lucero y él se conocieron, Fernando la acompañó una noche a su casa y el teléfono también lo tenía más o menos desde entonces.
Dejo el móvil en la mesita de luz y fue a ducharse. La herida de la ceja se le había infectado y tenía el torso y la espalda doloridos y con moretones. El agua caliente ayudó a relajarse y se quedó en la ducha hasta que noto que el agua se enfriaba.
Salió y se afeito sin fijarse tanto es su aspecto, no quería volver a sentirse mayor. De nuevo en su dormitorio se vistió y se dirigió a la cocina. Se sirvió café y se tomó un antibiótico para contener la infección y después se obligó a comer unas tostadas por que no quería que la medicación le diese una patada en el estomago. A estas alturas solo le faltaba que se le hiciera una úlcera. Con el tema del desayuno ya resuelto, volvió al dormitorio en busca del reloj y del móvil, y llamó a Lucero antes de tener tiempo para arrepentirse. Cuanto más rápido, menos le dolería, se dijo ; como arrancar una curita.

El teléfono de Lucero sonó y sonó, pero ella no le contestó y al final saltó el contestador, Fernando colgó sin dejar un mensaje, nunca le ha gustado hablar con esas máquinas.
Volvió a llamar.
Los timbres volvieron a repetirse y saltó de nuevo el contestador.
Colgó y llamó otra vez.
La tercera es la vencida.
A pesar del dicho, Fernando estaba convencido de que esa tercera llamada iba a acabar igual que las dos anteriores, pero la voz de Lucero le demostró que se equivocaba.

--no vuelvas a llamarme. Ya tienes lo que querías.
Lucero le colgó.

Fernando se quedó perplejo mirando el teléfono y volvió a llamar. Y esta vez ella fue más rápida y corto la llamada. Ofendido apartó el teléfono y de un solo golpe lo dejó encima de la mesa. Si hubiese tenido adelante a la propietaria del otro teléfono la habría zarandeado hasta que lo escuchase.
La muy terca y estirada ni siquiera le había dejado hablar. No, la señorita pantalones de acero lo había juzgado sin escucharlo, como siempre, y le había colgado.
<<¿y de que te extrañas? >>su actitud es de lo más lógico, le dijo la voz de su conciencia. <<tal vez>>, discutió él, pero Lucero ni siquiera le había dado la oportunidad de explicarse. <<¿y como sabía que era yo? >>
<<porque tu también le diste tu número. >>

Bueno, él ya había cumplido con su obligación, le había prometido a Tim que la llamaría y la había llamado ; no tenía culpa de que ella no lo hubiese dejado hablar. Era el primer día de sus vacaciones e iba a disfrutarlas. Lo primero que haría sería pasarse por el gimnasio y reservar un masaje de dos horas como mínimo. Después iría a comer y por la tarde volvería a casa y se cebtraria en su proyecto, y por la noche... Por la noche saldría con kelly. Si, sería un día perfecto.
Decidido, fue a su dormitorio y cogio la bolsa del gimnasio, pero minutos más tarde, sentado tras el volante del coche, su conciencia lo obligó a cambiar de planes.

--mierda. --farfulló.

Giro hacia la izquierda en la siguiente calle y se dirigió a casa de Lucero.

Las reglas del juego #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora