Hacia dos semanas que no la veía. Al menos en persona, porque cada noche se torturaba a si mismo y ponía el canal de noticias justo cuando Lucero aparecía en pantalla. Le pareció que estaba más delgada y que tenía un poco de ojeras, y que estaba increíblemente guapa. Fernando justificaba esos diez minutos de tortura diaria diciendo así seguro se aburriría de ella, aunque por el momento esa táctica no parecía estar haciendo ningún efecto.
Dedicó esas dos semanas a ir al gimnasio y a seguir trabajando en su proyecto: la mejor jugada. Estar ocupado no lo hacía no pensar en Lucero, pero al menos así se acostaba más cansado y le parecía tener más control sobre su vida.
Además, la mejor jugada requería de toda su atención.
Fernando, al igual que Tim provenían de familias muy adinarada.
Y para invertir bien su fortuna y su tiempo era creador de una fundación benéfica en la cual poder dedicarse en cuerpo y alma cuando se largarse del fútbol.
Se había pasado años dándole vuelta al asunto para lograr conseguirlo, y un día cuando volvía del entrenamiento lo encontró.
Llovía y era de noche cuando el coche se desvío, en la carretera vio a sus alrededores y esa canchita abandonada lo dejó pensando. Cuando llegó a casa no podía parar de pensar en cómo hacer feliz a los chicos de ese barrio, y en esa canchita perdida.
Hasta el momento la mejor jugada había rehabilitado varios campos de fútbol abandonados de la ciudad y patrocinaba unos cuantos equipos locales.
El proyecto en el que estaba trabajando ahora era en conseguir un predio que había quedado disponible y si lograba conseguirlo no solo habría una cancha de fútbol, sino que podría hacer un mini estadio para que los más pequeños fuesen a jugar, y también una mini biblioteca.
Pero últimamente una constructora de Boston se interesó en el mismo predio.
Las últimas semanas fueron muy intensas, la constructora había conseguido la aprobación de uno de los consejales del ayuntamiento. Y si Fernando no conseguía el modo de anular y convencer al alcalde que su proyecto era mejor terminaría perdiendolo.
Lamentablemente el ayuntamiento sacó el predio a subasta y la constructora hizo una oferta que no pidieron dejarla pasar.
Fernando estaba en el despacho de su abogado cuando recibió esa noticia. Estaba furioso y cansado. Necesitaba salir a caminar y relajarse. Así que salió, puso las manos en los bolsillo y se dispuso a caminar sin rumbo fijo.
Caminar lo ayudaba a consentrarse, era algo que le había enseñado su primer entrenador.
La decisión del ayuntamiento todavía no era definitiva, quedaba la posibilidad de que denegaran la subasta, pero eso traería un montón de condiciones. Le ponía furioso saber que por unos cuantos consejales avariciosos su proyecto no podría seguir adelante. Seguro que cualquier estudiante de economía podría explicarles que estaban cometiendo un error.
¿Estudiante de economía? Lucero era doctora en economía y sabía explicarse mejor que nadie, incluso conseguía que las noticias financieras fueran comprensibles. Pero ella jamás accedería a ayudrlo y el nunca se lo pediría. Encontraría a un catedrático internacional que pueda ayudarlo, o la mejor opción sería olvidarse de ese predio y buscar otro.
A Fernando no le gustaba rendirse, y quizá por eso cuando alzó la vista no le sorprendió descubrir que estaba justo delante de la casa de Lucero.
El único lugar donde quería estar.
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Las reglas del juego #LC
RomanceLucero Hogaza tiene la vida perfectamente planeada y está a punto de conseguir lo que quiere : va a tener su propio programa de noticias económicas y en dos meses va a casarse con un hombre maravilloso. Pero una noche Tim cancela la boda y la abando...