Capítulo 2

4.6K 270 7
                                    

POV. CHRISTIAN

Me preparo para salir a mi empresa, hoy tiene que ser un día muy productivo. Voy concentrado en mis pensamientos que no me doy cuenta de que Taylor me estaba hablando. Lo miro con el ceño fruncido por la distracción.

—Señor, ya hemos llegado —afirma con tono respetuoso y yo asiento secamente.

—Bien —respondo arreglándome la corbata con movimientos tensos. Mientras ingreso a la empresa, mi celular suena. Miro el identificador y es mi querida hermana Mía. Sonrío levemente, su alegría siempre me reconforta un poco.

—Hola Mía, ¿qué ocurre? —pregunto directo, sé que eso le molesta porque no suelo ser cariñoso.

—Hola hermanito, gracias por preguntar si estoy bien —me riñe tal cual lo predije. Sonrío internamente por su reacción tan típica de ella.

—Lo siento, dime en qué te puedo ayudar —respondo amable, intentando sonar más cordial.

—Mamá pregunta si vas a asistir a la cena de esta noche. Elliot confirmó que sí y bueno, quisiera saber si vas a venir —dice con voz dudosa al otro lado de la línea.

Últimamente me he ausentado mucho de mi familia y creo que no debo faltar hoy. No quisiera decepcionar a mi madre, a quien quiero mucho a pesar de que piense cosas extrañas de mí, como creer que soy gay. Loca idea.

—Sí, dile a mamá que ahí estaré —afirmo con determinación, mientras subo por el elevador.

—¡Qué gran noticia! —dice Mía muy contenta por mi respuesta— Bueno hermanito, cuídate mucho, te estaremos esperando —se despide emocionada.

—Tú también cuídate, Mía —respondo antes de colgar el celular con un leve suspiro.

Ya es más del mediodía, he revisado muchos documentos, también estuve en algunas reuniones y he cerrado un gran negocio con los empresarios de Londres. Todo está saliendo según mis planes y sigo creciendo como empresa, lo cual me llena de satisfacción laboral.

Muchas personas me cuestionan por ser muy joven y poseer tanta riqueza. Suspiro con fastidio, gente envidiosa. Nada de lo que tengo es regalado, todo es esfuerzo y trabajo duro. No hay progreso sin esfuerzo, esa es mi filosofía.

—Señor Grey, la señora Lincoln se encuentra aquí —me interrumpe Andrea con voz profesional. ¿Qué será que quiere Elena? No es costumbre de ella buscarme en la empresa, esto es raro.

—De acuerdo, hazla pasar Andrea —ordeno con voz firme. En segundos se abre la puerta de mi oficina y aparece Elena, vestida elegante de negro con una amplia sonrisa poco común en ella, lo que me pone en alerta.

—Hola Christian, pensé que no me recibirías —murmura con voz melosa mientras me observa detenidamente. Su mirada me incomoda.

—Hola Elena, toma asiento por favor —le pido con educación forzada— Bien, dime ¿qué ocurre? —pregunto directo antes de que empiece con algún juego mental.

—Siempre directo querido —sisea con voz sarcástica— Pues Leila está ansiosa por otra sesión en el cuarto rojo —murmura con intención.

Mis pensamientos divagan por aquellos días de satisfacción pasajera. Ahora tal vez creo que ya terminó todo eso. No lo sé del todo. Aparte, yo fui muy claro con Leila cuando terminé el maldito contrato. ¿Por qué mierda insistir?

—Yo ya terminé el contrato con ella, ya no la necesito, de acuerdo —mascullo con voz dura, conteniéndome.

—Te puedo conseguir otra sumisa que la reemplace —propone Elena rápidamente, mirándome con avidez.

—No Elena, por el momento no quiero a nadie, y si fueras tan amable de retirarte, tengo mucho trabajo aún por hacer —respondo levantándome y caminando hacia la puerta con gesto tenso. Ella me mira perpleja ante mi negativa, pero se recompone.

—Está bien querido, igual llámame si necesitas una sumisa. Adiós —masculla con desdén al salir de mi oficina, dejándome cabreado e incómodo.

¿Por qué insiste tanto con las sumisas? Maldición. Mejor sigo revisando los documentos, necesito distraer mi mente agitada. Le pediré a Andrea que llame a Bastille, mi entrenador personal, hoy quiero descargar mi adrenalina combatiendo con él. Bastille siempre es un desafío bienvenido que me ayuda a liberar tensión.

Me siento estresado, cómo quisiera dejar todo por un instante, pero luego recuerdo la frase "cuando sientas que vas a rendirte, piensa en por qué empezaste". Y abandono la loca idea de huir. Suspiro profundamente, recuperando la compostura. Debo seguir adelante con mis metas y planes.

Cree en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora