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El destino la había empujado a la cuneta, se dijo a sí misma. Tenía que escalarla.

Este  terrible  predicamento  no  le  dio  ninguna  oportunidad  de  llenarse  de  remordimiento  o ansiedad. Si no se forzaba, podría no ser capaz de sobrevivir la noche.

Alzó sus manos ennegrecidas y tomó un palo, lentamente escribiendo en el suelo.

Zhuge, Wei, Mu, Jue, Che. Ante esta palabra, sus cejas empezaron a fruncirse. Empezaba a oscurecer fuera,  y  los  instrumentos  de  viento  de  madera  que  jugaban  dentro  de  los  terrenos  del  palacio  podían  oírse.

Entre el crujido, también se podían  escuchar oleadas de risas.  Silenciosamente recordó sus pensamientos por un tiempo y finalmente escribió la última palabra: Yan.

En  la  sala  principal  del  palacio  de  Zhuge,  todos  estaban  brindando.  El  ojo  derecho  de  Yan  Xun  se crispó de repente. Arrugó sus hermosas cejas y se volvió lentamente,  mirando profundamente en la completa oscuridad.

La  noche  era  completamente  negra.  Con  grajillas  volando  alto  en  el  cielo,  este  imperio  turbio  y  feo estaba  podrido  desde  el  núcleo.  Lo  viejo  estaba  destinado  a  ser  destruido,  con  el  nuevo  orden  en  su  lugar, surgiendo de las cenizas.

Incluso con las heridas en su cuerpo lastimando terriblemente, Chu Qiao aún se obligó a levantarse y correr  alrededor  de  la  pequeña  habitación  de  leña,  de  vez  en  cuando  se  detenía  para  usar  sus  manos  para masajear su piel en caso de que muriera congelada en esta choza destartalada.

El  tambor  señaló  las  tres  de  la  mañana,  y  una  ventana  que  era  de  la  altura  de  una  persona  se  abrió.

Entonces, una pequeña cabeza surgió. Chu Qiao quedó atónita.  Alzando su cabeza, vio un par de brillantes ojos comprobando con cuidado los alrededores del cuarto. Tras ver a Chu Qiao, una mirada de  felicidad destelló en su mirada. Puso el índice contra sus  labios,  pidiéndole que no hiciera ruido. Entonces saltó a la choza.

El chico rápidamente corrió hacia ella, abriendo los brazos y tiró de Chu Qiao a sus brazos. Se rió un poco, pero la confortó con determinación:

—Yue Er, no te asustes, el Quinto Hermano está aquí.

El  chico  era  delgado  y  tampoco  muy  viejo.  Parecía  tener  entre  ocho  y  nueve  años.  Llevaba  ropa  de campaña gris que no le quedaba muy bien, lo que le daba un aspecto más flaco de lo que ya era. Su estatura no estaba completamente desarrollada y era solo media cabeza  más alta que Chu Qiao. Sin embargo, sus rasgos faciales y contornos parecían haber soportado muchas dificultades. Sostuvo a la niña fuertemente en sus brazos y le dio unas palmaditas en la espalda, repitiendo continuamente:

—No te asustes, el Quinto Hermano está aquí.

Sin saberlo, los ojos de Chu Qiao se llenaron de lágrimas. Gotas de lágrimas rodaban descontroladamente por su rostro, empapando su ropa áspera. No sabía si era la reacción natural de su cuerpo o sus  propias  emociones  verdaderas,  pero  en  esta  noche  extraña  y  fría,  este  abrazo  frágil  pero  cálido  era demasiado precioso.

La luz de luna clara y brillante que se ve a través de la ventana ligeramente abierta, brilla sobre los pequeños cuerpos de los niños. Dentro  de  las cuatro  paredes  frías,  el  único  pequeño calor  provenía  del corazón.

El pequeño cuerpo del niño era como una montaña dura. En esta noche gélida, aunque podría haber estado temblando de miedo, todavía abrazaba firmemente a su hermana.

La Leyenda de Chu Qiao (Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora