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Esa  tarde,  el  individuo  más  joven  y  destacable  de  la  Familia  Muhe,  Muhe  Xifeng,  desapareció  en  la densa jungla del noroeste. El clan Muhe envió a un gran  número de tropas para encontrarlo, pero no hubo  resultado.  Muhe  Xifeng  era  el  nieto  de  Muhe  Nayun.  La  Emperatriz  del  Imperio  Xia  quería ordenar  personalmente  a  la  La  Caballería  Intrépida  para  buscarlo,  pero  fue  rechazado  por  el  actual comandante del campamento, Zhao Che. Madre e hijo partieron con descontento. Zhao Che nunca imaginara que esta elección le haría meterse en tantos problemas en el futuro.
Aparte de la Familia Muhe, las otras familias reales e imperiales estaban inmersas en el jubiloso humor de la caza. Se alegraban en secreto de la pérdida de la Familia Muhe; nadie mostraría la más ligera simpatía.
Muhe Xifeng pasó la mayor parte del año lejos de las regiones fronterizas, y era desafiante, frío y cruel.
Nadie lo apoyaba. Además, todos pensaron que simplemente se había perdido en el bosque. Después de todo, nadie ejecutaría un plan tortuoso contra las élites del país bajo un bloqueo tan estricto.
Por supuesto, esto era lo que pensaban.
En  este  momento,  en  una  cueva  dentro  de  la  densa  selva  noroeste,  Yan  Xun  observó  el  cuerpo magullado y golpeado de Muhe Xifeng. Él sonrió y dijo en voz baja:
—Maestro Muhe, ¿cómo estás?
Muhe  Xifeng  miró  vigorosamente  hacia  arriba.  Sus  ojos  parecían  los  de  un  lobo  feroz.  Su  aguda mirada cayó sobre Yan Xun mientras decía lentamente en un tono helado: 
—Yan Xun, pagarás por lo que me has hecho hoy. Un día, te arrepentirás de vivir en este mundo.
Yan Xun sonrió ligeramente con un tinte de sarcasmo.
Muhe Xifeng apretó los dientes, su voz era ronca y de alguna manera sonaba como un pato. Su mirada tenía un brillo demente mientras decía:
—Sólo  espera.  No  te  dejaré  ir.  He  dormido  con  tu  hermana,  y  también  conseguiré  a  todas  tus  otras mujeres. Yan Bei se acabó. Toda tu familia ha sido decapitada como un perro, dejando atrás un bardo cobarde e incompetente  como tú, arrastrando su último aliento, solo por el  bien de la vida. ¿Te  atreverías  a matarme?
No lo haría. Una vez que muera, toda la caza se interrumpirá y todos comenzarán a investigar. Nuestra Familia Muhe  nunca  te  dejará  ir;  ni  siquiera  sobrevivirías  unos  meses.  ¿De  verdad  te  gusta  esa  pequeña  esclava?
Entonces, solo puedes llevarla al infierno para que se reúna con tu familia. Tú solo puedes-
Incluso antes de que pudiera terminar sus palabras maliciosas, las pupilas de Muhe Xifeng se dilataron.
Un rastro de sangre se disparó en el aire, goteando por su cuello pálido.
Yan Xun lanzó una mirada llena de desprecio a la cara de pánico de Muhe Xifeng. Él dijo con desdén:  
—Tonto, eres un prisionero y continuaste alardeando sin vergüenza.
Con  un  ruido  sordo,  el  cuerpo  de  Muhe  Xifeng  cayó  al  suelo.  Yan  Xun  se  limpió  las  manchas  de sangre en su daga con su camisa mientras ordenaba a sus sirvientes a su lado:
—Ah, dádselo a los tigres. Dejad pistas para guiar a la Familia Muhe aquí.
—La señorita se había preparado para instalar Zhao Che y Wei Jing, ¿vale la pena?
Yan Xun asintió y salió de la jaula, saltando sobre su caballo. Él dijo:
—Sólo haced lo que ella dice. —Después, montó su caballo de regreso al campamento.

—Señorita. —Jia entró en la tienda y dijo con un tono sonoro—: El Príncipe Yan está de vuelta.
Chu Qiao asintió y preguntó: 
—¿Completó la tarea? 
—Todo fue hecho de acuerdo a tus instrucciones. No habrá errores.
—Está bien. —Chu Qiao asintió y dijo—. Todos, descansad bien.
—Sí.
Las cortinas de la tienda se levantaron de repente, Yan Xun entró con su cabeza cubierta de nieve. Chu
Qiao se adelantó para quitarle la nieve de la capucha y ella preguntó: 
—¿Todo fue bien?
—Está  bien.  —Yan  Xun  se  quitó  el  abrigo  cuando  se  sentó  frente  al  brasero—.  Mañana  por  la mañana, reinará el caos.
—¿Y  qué?  —Chu  Qiao  sacudió  su  cabeza—.  Es  imposible   determinar  quién  lo  mató.  Sembró muchas semillas malvadas y ofendió a demasiada gente. Nos hemos vuelto débiles y no hicimos mucho durante los últimos siete años  en la capital. ¿Cómo podríamos tomar el  riesgo de cometer tal crimen cuando está tan fuertemente  protegido?  Además,  Zhao  Che  y  Wei  Jing  ambos  han  regresado  a  la  capital.  Comparado  con  la venganza  entre  Zhao  Che  y  él,  el  odio  entre  Wei  Jing  y  la  Familia  Muhe  está  demasiado  arraigado  para acusarnos de matarlo.
Yan Xun ladeó su cabeza ligeramente y sonrió.
—¿No te molestó anoche?
Chu Qiao quedó atónita. Sacudió su cabeza y se rió. 
—No. ¿Cuándo me han molestado?
Yan Xun asintió y dijo:
—Eso es bueno.
La  nieve  caía  pesadamente.  Yan  Xun  tomó  un  pedazo  de  papel  amarillento  y  borró  a  la  fuerza  el nombre de Muhe Xifeng. En la lista de enemigos de Yan Bei, solo quedaba una persona.
Al segundo día de la caza primaveral, un destacable miembro de la generación  más  joven de la Familia Muhe, Muhe  Xifeng  había  muerto  en  el  Bosque  Xi  Bai.  Los  tigres  lo  devoraron.  Su  calavera  estaba  rota  y  su  pecho destrozado, sus tripas saliendo de su cuerpo. Cuando fue encontrado, había desaparecido más de la mitad de él.
Si la madre de Muhe Xifeng no estuviera presente, nadie podría haber reconocido a la masa sanguinolenta  que pertenecía al heredero que más atención atraía y al de mayor espíritu de la Familia Muhe.
La atmósfera de la caza se había vuelto increíblemente helada. Muhe  Xifeng  había  dirigido sus tropas la mayor parte del año, y sus habilidades de combate estaban por encima de la media. Normalmente, treinta o cincuenta personas pelearían para  acercarse  a él. Un tigre  no sería  capaz de matarle. Además, en la escena, no había  signos  de  una  pelea  brutal:  su  espada  ni  siquiera  dejara  la  vaina.  Bajo  una  nube  de  conspiración,  los ancianos  de  Muhe  Xifeng  han  enviado  un  memorial  al  Emperador  para  pedirle  a  la  Corte  de  Shang  Lu  que
investigue este caso, ya que estaban seguros de que alguien lo había matado.
Desde entonces, la situación siguió descontroladamente.
En  ese  punto  del  tiempo,  la  Familia  Muhe  habría  sabido  lo  que  estaba  sucediendo  al  tener  el  mayor poder  en  la  Corte  Imperial.  En  el  Gran  Consejo  de  Ancianos,  a  la  Familia  Mu  de  Ling  Nan  nunca  le  gustó inmiscuirse en las  riñas del  consejo. La línea de sangre de  Zhuge siempre había  mantenido un perfil  bajo. La Familia Helian  había empezado su declive desde la última generación y se había segregado del consejo. El clan Shang de Dong  Yue se había  originado de una  religión, por lo  que no tenían  mucha influencia en la política del país. Además, la norteña Familia Batuha había estado en la región noroeste todo el tiempo. Su poder en la capital era  mínimo,  y  no confiaban en la Familia Muhe para sobrevivir. Ahora, la  única persona que podía ir contra  la  Familia  Muhe  era  la  Familia  Wei,  que  había  cometido  un  grave  pecado.  Wei  Jing  había  sido desplazado  de  su  posición  como  magistrado  de  la  Capital.  Todo  lo  que  quedaba  era  la  Familia  Muhe,  que tenía  una  Emperatriz  y  tres  concubinas  del  lado  del  Emperador;  por  supuesto,  serían  la  familia  con  mayor poder.
Los oficiales del gobierno de  Jiu Cheng entraron  a la  arena de  caza,  y tomaron  a gente aleatoria para interrogarlas.  El  Bosque  de  Xi  Bai  estaba  acordonado:  los  forasteros  tenían  prohibida  la  entrada.  Incluso  las cartas que entraban y salían de la zona tenían que ser monitorizadas y comprobadas, en caso de que el culpaba lo usase como método de escape. La The Familia Imperial del Imperio Xia había expresado su grata simpatía y apoyo por la pérdida de la Familia Muhe, ofreciéndose para encontrar  al culpable  y apresar  al asesino. Por lo tanto, la caza había sido interrumpida.
La noche cayó. 
En  la  tienda  de  Yan  Xun,  localizada  en  la  región  suroeste  de  la  zona  de  caza,  las  pesadas  cortinas hechas  de  piel  de  oso  se  abrieron.  Una  ráfaga  de  aire  frío  sopló  en  el  interior,  haciendo  que  las  velas  en  el escritorio  flaquearan  con  el  viento.  Un  hombre  con  una  túnica  blanca  alzó  la  mirada,  su  mirada  era  oscura  y profunda.
—Príncipe Yan, ¿está la Señorita aquí? — Ah Jing miró alrededor de la tienda. 
Cuando iba a irse, Yan Xun alzó la ceja y preguntó:
—¿Qué sucede?
—Su Decimotercera  Alteza ha ordenado a sus sirvientes enviar esto para la Señorita.
Yan Xun juntó su ceño de repente mientras dejaba su libro. Dijo:
—Oh, entonces déjalo aquí primero.
—Sí. —Ah Jing respondió y salió de la tienda.
Fuera,  fuertes  vientos  barrían  sobre  la  tienda,  haciendo  que  chille  bajo  la  tensión.  Mirando  el  ligero aleteo de las cortinas, Yan Xun frunció el ceño mientras esperaba. Las cortinas no se habían abierto en mucho tiempo. Su mirada permaneció en el paquete sobre su escritorio mientras permanecía en silencio.
El  paquete  era  voluminoso  y  estaba  hecho  de  seda  bordada  púrpura  de  Jiangsu.  El  fondo  de  la  tela estaba  brocado  con  la  luna  pálida  y  lotos  blancos.  Ambos  extremos  del  paquete  habían  sido  sellados  con  un nudo; no había manera de mirar su contenido.
Yan  Xun  lo  miró  y  casualmente  volvió  a  su  libro.  La  tienda  estaba  tan  silenciosa  que  se  podían escuchar  los  pasos  de  los  soldados  fuera.  Sin  embargo,  aunque  estaba  tan  tranquilo,  el  hombre  estaba demasiado  molesto para seguir leyendo.  Se puso de pie  y caminó  hacia la  caja de té en la esquina, sirviéndose una taza. La fragancia de las  hojas de té era fresca: era  el  nuevo té que se usó  como tributo por Ling Nan al Emperador. A Zhao Zhengde no le gustaba tomar té, por lo que distribuyó esos artículos a todos en el palacio.
Ling  Nan  era  conocida  por  su  té  de  seda  y  este  té  se  llamaba  "Chica  Roja".  Se  rumoreaba  que  las  vírgenes encantadoras usaban la punta de sus lenguas para recoger las  hojas de té en las madrugadas; era increíblemente
La noche cayó. 
En  la  tienda  de  Yan  Xun,  localizada  en  la  región  suroeste  de  la  zona  de  caza,  las  pesadas  cortinas hechas  de  piel  de  oso  se  abrieron.  Una  ráfaga  de  aire  frío  sopló  en  el  interior,  haciendo  que  las  velas  en  el escritorio  flaquearan  con  el  viento.  Un  hombre  con  una  túnica  blanca  alzó  la  mirada,  su  mirada  era  oscura  y profunda.
—Príncipe Yan, ¿está la Señorita aquí? — Ah Jing miró alrededor de la tienda. 
Cuando iba a irse, Yan Xun alzó la ceja y preguntó:
—¿Qué sucede?
—Su Decimotercera  Alteza ha ordenado a sus sirvientes enviar esto para la Señorita.
Yan Xun juntó su ceño de repente mientras dejaba su libro. Dijo:
—Oh, entonces déjalo aquí primero.
—Sí. —Ah Jing respondió y salió de la tienda.
Fuera,  fuertes  vientos  barrían  sobre  la  tienda,  haciendo  que  chille  bajo  la  tensión.  Mirando  el  ligero aleteo de las cortinas, Yan Xun frunció el ceño mientras esperaba. Las cortinas no se habían abierto en mucho tiempo. Su mirada permaneció en el paquete sobre su escritorio mientras permanecía en silencio.
El  paquete  era  voluminoso  y  estaba  hecho  de  seda  bordada  púrpura  de  Jiangsu.  El  fondo  de  la  tela estaba  brocado  con  la  luna  pálida  y  lotos  blancos.  Ambos  extremos  del  paquete  habían  sido  sellados  con  un nudo; no había manera de mirar su contenido.
Yan  Xun  lo  miró  y  casualmente  volvió  a  su  libro.  La  tienda  estaba  tan  silenciosa  que  se  podían escuchar  los  pasos  de  los  soldados  fuera.  Sin  embargo,  aunque  estaba  tan  tranquilo,  el  hombre  estaba demasiado  molesto para seguir leyendo.  Se puso de pie  y caminó  hacia la  caja de té en la esquina, sirviéndose una taza. La fragancia de las  hojas de té era fresca: era  el  nuevo té que se usó  como tributo por Ling Nan al Emperador. A Zhao Zhengde no le gustaba tomar té, por lo que distribuyó esos artículos a todos en el palacio.
Ling  Nan  era  conocida  por  su  té  de  seda  y  este  té  se  llamaba  "Chica  Roja".  Se  rumoreaba  que  las  vírgenes encantadoras usaban la punta de sus lenguas para recoger las  hojas de té en las madrugadas; era increíblemente precioso. Aunque su sabor no era mejor que el té común, el estado de ánimo que evocaba cuando se bebía era mejor que el resto.
Con el estado actual de Yan Xun dentro del palacio, no pudo disfrutar de varios tributos. Pero lo que nadie  sabía  era  que  el  hombre  que  vivía  en  las  profundidades  del  palacio,  el  Príncipe  Heredero  de  Yan  Bei, dirigía una de las tiendas de té más grandes de Ling Nan. Incluso la familia real de  Ling Nan, el clan Mu, no sabía esto.
Yan  Xun sostuvo su taza de té mientras volvía a su  mesa, la  fragancia  del té le permitió centrarse de nuevo.  Yan  Xun  entrecerró  los  ojos  pero  su  expresión  permaneció  calmada  y  sus  pasos  eran  pesados.  Sin embargo, cuando se sentó, su palma de repente ladeó, tirando su taza de té. Con una salpicadura, el té aterrizó en  el  paquete,  mojándolo  rápidamente.  El  hombre  estaba  calmado  mientras  observaba  tranquilamente  el  té
filtrándose en el paquete. Tras un rato, de repente murmuró para sí:
—Lo mojé y debería abrirlo para limpiarlo.

La Leyenda de Chu Qiao (Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora