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En  el  Camino  Nan'An,  los  civiles  desenfrenados  ya  habían  sido  suprimidos.  El  Comandante  de  la  19ª División  Fang  Baiyu  sostuvo  su  espada  larga  con  su  cuerpo  bañado  en  sangre,  matando  a  cualquier beligerante  en  el  camino  con  sus  soldados.  En  todos  los  lugares  a  los  que  fue  se  dejó  un  reguero  de muerte.
El  mensajero  aceleró  a  través  de  los  campos  de  batalla,  trayendo  noticias  desventajosas.  Yan  Xun  se sentó en su caballo, sin palabras y sin expresión, y fue imposible decir lo que estaba pensando.
Chu Qiao entrecerró los ojos y preguntó: 
—¿No es suficiente todavía?
Yan Xun replicó suavemente, y con calma negó con la cabeza.
—No es suficiente.
—¡Ha habido grandes bajas!
—Lo sé.
Chu Qiao inhaló profundamente y frunció el ceño. En tono serio, replicó: 
—Yan Xun, el índice de bajas es demasiado alto, las fuerzas del Emisario de la ciudad de Xi Nan no pueden resistir más. Si seguimos esperando, quedarán lisiados.
—La 12ª División y la 36ª División todavía están esperando una oportunidad fuera de la ciudad. Si nos retiramos ahora, se abalanzarán sobre nuestros hombres. Si eso sucediera, nuestro regreso a Yan Bei no será fácil, y el imperio nos acosará continuamente. —Yan Xun replicó.
—Incluso  entonces,  si  seguimos  esperando,  ¡nuestras  bajas  serán  graves!  Tratar  a  los  heridos  y organizar una retirada creará un caos entre nuestras propias filas.
Yan Xun frunció el ceño, pero inmediatamente lo siguió con un movimiento de cabeza. 
—No te preocupes, tengo mis planes.
—Yan Xun…
—Ah, ah, deja la capital primero.
Chu Qiao estaba aturdida, pero replicó de inmediato:
—Me niego.
—Ah Chu. —Incluso bajo el resplandor de los asesinatos y la sangre, el hombre mostró una expresión amable y dijo suavemente—: Deja la capital primero, y ve a Chi Shui para organizar las operaciones de cruce del río junto con Ah Jing. No es muy bueno con las complejidades, estoy preocupado.
—¡De  ninguna  manera,  quiero  estar  contigo!  —Chu  Qiao  negó  obstinadamente  con  la  cabeza  e insistió.
Yan Xun puso cara de aspereza y la reprendió con severidad: 
—Chu Qiao, esta es una cuestión de gran importancia, ¡no seas infantil ahora!
—Hay peligro en todas partes en esta capital, y la 12ª División y la 36ª División nos están mirando fijamente,  esperando  una  oportunidad  para  atacar  en  cualquier  momento.  ¡¿Cómo  puedo  dejarte  aquí  para enfrentar esto solo?!
Yan Xun sonrió. 
—Estúpida,  ¿cómo  que  estoy  solo?  Aun  quedan  diez  mil  soldados  de  Xi  Nan.  ¡No  necesitas preocuparte por mí!
Chu Qiao de inmediato respondió:
—Simplemente  cambiaron  de  bando,  ¿quién  sabe  si  volverían  a  capitular?  ¿Cómo  puedo  confiar  en ellos?
—Si  las  fuerzas  de  Xi  Nan  no  son  confiables,  incluso  si  permaneces,  no  escaparemos  de  nuestro destino. Ah Chu, uno no debe confiar en alguien de quien duda, y no debe dudar de alguien en quien confía.
Esa frase fue lo que me enseñaste.
Chu Qiao miró con desconfianza a Yan Xun y expresó sus dudas: 
—Yan Xun, ¿realmente confías tanto en ellos?
—¡No confío en ellos, confío en mí mismo! 
Sonidos  de  gritos  de  guerra  atravesaron  el  cielo  nocturno  una  vez  más.  Fue  otra  ronda  de  ataques  y contraataques. Las flechas salpicaban el cielo, y la ciudad estaba manchada del color de la sangre. Sus túnicas negras  todavía  revoloteaban,  la  mirada  de  Yan  Xun  era  aguda  como  una  espada,  y  observó  pacíficamente  el choque de cuchillas frente a él. Lentamente, afirmó, como si fuera un hecho: 
—A  parte  de  capitular  debajo  de  mí,  no  tienen  otra  forma  de  sobrevivir.  Luchan  a  muerte,  todavía tienen un rayo de esperanza de supervivencia. Pero si se rinden al imperio, serán vistos como traidores tanto por Yan Bei como por el Imperio Xia.
—Pero esta batalla es demasiado sangrienta. Me preocupo por tu reputación de benevolencia.
—¿Benevolencia? —Se burló Yan Xun—. Padre era demasiado benévolo, y así fue como murió en las tierras altas de Yan Bei. Me aseguraré de no ser como él.
De  repente,  fue  como  si  la  cara  de  Yan  Xun  estuviera  cubierta  por  una  capa  de  niebla  negra.
Sorprendida, Chu Qiao levantó la cabeza y miró hacia él, y le preguntó suavemente: 
—¿Yan Xun?
Yan Xun bajó la cabeza y miró a Chu Qiao. Todavía a caballo, abrió los brazos y envolvió con fuerza a su frágil figura en su abrazo.
—Ah Chu, confía en mí. Espérame en Chi Shui. Nos iremos juntos.
El viento se intensificó, y Chu Qiao de repente sintió escalofríos. Se estiró y le devolvió el abrazo, con un notable temblor en su voz:
—Yan Xun, si te sucede algo, me aseguraré de vengarte.
El murmullo del viento barrió el camino y los gritos de guerra de lejos parecían muy lejanos. Cabello negro de tinta ondeaba en el hermoso rostro del rey de Yan Bei, mientras levantaba la barbilla de la dama con una mano y sonreía con ternura. Mirándose el uno al otro, sus emociones se desbordaban. Tras ocho años de compañía a través de la vida y la muerte, su relación había sido grabada profundamente en sus almas.
Los ojos de Yan Xun estaban muy serios, y susurró: 
—Ah,  bueno, nunca te dije  esto antes. Solo diré esto  una vez, así que escucha con atención. Quiero agradecerte  por  acompañarme  todos  estos  años  en  el  infierno.  Gracias  por  no  abandonarme  durante  los  días más oscuros de mi vida. Gracias por estar a mi lado. Si no fuera por ti, Yan Xun no es nada, y probablemente habría  muerto  en  esa  noche  de  nieve  hace  ocho  años.  Ah Chu,  esta  será  la  única  vez  que  digo  estas  palabras.
Hablo con acciones y te lo compensaré con el resto de mi vida. Hay algo entre nosotros que no necesitamos decir para entender. Ah Chu, eres solo mía, y te protegeré. Me iré contigo. Desde el momento en que sostuve tu mano hace ocho años, nunca planeé soltarte.
Chu  Qiao  cerró  los  ojos  lentamente.  El  viento  nocturno  soplaba  como  un  gusano  de  seda,  y  en  ese instante, su corazón se sentía como si una morera se fuera comiendo lentamente.
Yan Bei, las Planicies Huo Lei, las Montañas Hui Hui...
—Yan Xun, no tengo hogar. Porque estabas conmigo pensaba en tu hogar como mío.
El  hombre  inhaló  profundamente,  y  afirmó  sus  brazos.  Su  corazón  era  como  un  gran  lago  que  se fundía con el calor de la primavera. 
—Ah Chu, confía en mí.
Suspiró ligeramente. No le había dicho en qué tenía que confiar, pero Ah Chu entendió. Ella le dijo en su corazón que por supuesto lo haría. Si no, ¿en quién más confiaría? En este mundo, solo se tenían el uno al otro.
—Ah Chu, hay que he querido hacer durante mucho tiempo.
La  prístina  cara  blanca  de  la  joven  de  repente  se  tiñó  de  rojo,  que  claramente  no  era  debido  por  el reflejo de las llamas de la guerra. Ella alzó su cabeza, y le sonrió tiernamente. 
—¿Entonces a qué estás esperando?
—¡Jaja! —El joven rey rio galantemente, y se inclinó hacia adelante. 
Gentilmente, presionó sus labios contra los de ella.
En  ese  momento,  Chu  Qiao  cerró  los  ojos  y  perdió  las  riendas  de  su  mente  y  emociones.  Toda emoción en sus pasados ocho años rumiaron en su mente. 
Mientras  tanto,  en  la  distancia,  los  gritos  de  guerra  sacudieron  la  tierra  y,  más  cerca  de  ellos,  los sonidos de las cuchillas resonaron. Toda la ciudad de Zhen Huang temblaba bajo sus pasos, y sonaba como los últimos gritos de una bestia acorralada. El majestuoso embellecido Palacio de Sheng Jin había sido envuelto en llamas, junto con las torres y palacios de oro circundantes, hundiéndose en un infierno ardiente. Los corruptos ancianos y nobles del imperio se frotaban los ojos con incredulidad, incapaces de creer lo que veían.
Hace  ocho  años,  nadie  hubiera  creído  que  dos  niños  frágiles  e  impotentes  tendrían  tanto  valor  y fuerza. Ahora, ocho años después, nadie lo dudaría, que los cachorros del pasado habían crecido, y que habían estado  puliendo  sus  garras,  listos  para  destrozar  las  paredes  de  la  capital  para  escapar  de  esta  tierra  de degeneración hacia el mundo exterior.
—¡Ah Chu, espérame!
—Claro. —Dejando ir al hombre, la cara de Chu Qiao se iluminó con una sonrisa—. Cabalgaremos por las planicies de Yan Bei, iremos a la nieve en las Montañas de Hui Hui. ¡Te esperaré, Yan Xun!
En  el  violento  viento  nocturno,  con  un  chasquido  de  su  lengua,  la  joven  le  indicó  al  caballo  que  se moviera. ¡Con un equipo de escoltas, corrieron hacia la Puerta Oeste!

La Leyenda de Chu Qiao (Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora