Quince

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Puta madre.

Bueno, pudo haber sido peor.

Erick tenía en su cabeza una bandana y seguía con su delantal.

3:05 a.m.

Christopher se encontraba echando en su cama bebiendo una lata de cerveza, viendo como el ojiverde estaba siendo su sirviente personal.

Erick en ocasiones le lanzaba miradas asesinas al castaño. ¿¡Cómo se atrevía a ponerlo de sirviente a esas horas!? ¡Tenía clase en tan solo horas! Todavía no podía creer que estuviera haciéndolo por un video.

Pero bueno, él no quería ser la burla en su primer año de preparatoria. Tenía una reputación que hacer.

—¿Quieres dejar de mirarme?—preguntó el moreno fastidiado por la mirada de burla que le daba Christopher desde su cama.

—Dejame pensarlo... nah.

Erick rodó los ojos y siguió levantando la basura que había en el piso del castaño.

Desde su lugar gateó hasta quedar bajo la cama de Christopher, viendo que debajo de esta estaba hecho todo un desastre.

—De verdad no entiendo como puedes vivir así...—se quejaba Erick debajo de la cama. Logró sacar gran parte de la basura y sacó medio cuerpo, dejando aún la cabeza y brazos debajo de la cama.

Christopher volteó a verlo.

¿¡Podría alguien tan pequeño tener semejante trasero!?

—Yah pollito... deja de quejarte—un estruendoso ruido sonó y Erick quedó helado.

Le había dado una nalgada.

Erick sacó su rostro enojado, quedando de rodillas viendo a Christopher.

—¿¡Por qué hiciste eso!?

—¿Qué cosa?—pestañeó varias veces, luciendo su mejor inocente cara.

El menor gruñó, adentrándose de nuevo bajo la cama del castaño para sacar las porquerías que tenía.

—Ah, Erick-ah. Deja de provocarme.

—¡No te estoy provocando!— gritó aún debajo de la cama.

Salió por fin y se paró. Suspiró cansado y vió todo el desastre que había debajo de esta.

—Eres lamentable, al menos deberías recoger algo tú—dijo mientras tomaba la escoba y barría.

—Tu eres lamentable. Luces como un virgen.

Erick dio un respingo dramático mientras se tocaba el pecho. ¿Quién rayos se creía para decirle virgen?

Un recuerdo cruzó por la cabeza del ojiverde y bajó su cabeza, sin siquiera contestarle al castaño.

Christopher alzó la ceja. ¿Por qué de repente lucia tan triste?

—¿Qué te pasa? ¿Por qué no me insultas en respuesta como siempre lo haces?

—Nada, pedazo de vago.

El ojimiel no insistió y siguió mirándolo.

De cualquier manera, él era todo un metiche y lograría saberlo tarde o temprano.

Más temprano de lo que se espera.

Pollito (Chriserick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora