Cientodiez

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—Ustedes dos se quedarán en este pasillo sin moverse. Tú eres un demonio y tú eres un desastre si te dejo solo. Así que, SIN MOVERSE. No tardo nada, solo iré por los lápices.

Erick y Thiago hicieron un mohín ante las advertencias del mayor, sabiendo que era la verdad sin embargo no gustándoles la manera en la que lo dijo.

El pálido salió de su campo de visión y los dos observaban el enorme supermercado, donde vendían de todo.

Literalmente todo.

Un suspiro salió de la boca del menor, quién estaba sentado dentro del carrito de compras.

Una canción comenzó a sonar desde las bocinas del lugar, escuchándose cada vez más y alegrando al ojiverde y a el pequeño ojimiel.

Se acabó el amor, uho

El niño dio un respingo, asombrado y feliz por ver que el chico se sabía la canción de su cantante favorito.

¡SE ACABÓ EL AMOR ENTRE TÚ Y YO!

Ambos se miraron directo a los ojos, con la sonrisa más grande del mundo y dando gritos de fans locos.

Por otro lado, Christopher por fin había encontrado el bendito estante de lápices y demás. Donde pudo agarrar al mismo tiempo colores, pegamentos, tijeras, etc. Al terminar de tomar todo lo puesto en la lista se acercó al lugar en donde dejó a sus dos bebés.

Porque sí, para Christopher, Erick era como un bebé pollito hiperactivo el cual no le podías quitar la mirada de encima, sino estaría a punto de quemar la casa por accidente o a punto de romperse un pie.

Sonrió al recordar todo lo que han vivido en el departamento que compartían.

Nunca se arrepentiría de haberle lanzado un zapato cuando entró a su habitación.

Al llegar, sintió como su corazón se oprimía de enternecimiento al ver la imagen frente a él.

Donde un Erick bailaba y cantaba junto a su pequeño sobrino Thiago aquella canción que el ojiverde ponía sin parar.

Una boba y grande sonrisa se formó en sus labios al ver a Erick bailando frente a Thiago, quién aplaudía y cantaba al mismo tiempo.

Con torpes pasos se acercó a ellos sin borrar la sonrisa que estaba plasmada en su rostro.

Después de pagar todo se dirigieron hacia la heladería pues el ojiverde y el pequeño Thiago habían insistido al mayor en comer un poco de helado, tanto que no pudo resistirse.

Y así fue como Erick pasaba haciendo y diciendo cosas graciosas que hacían reír a Thiago, mientras que Christopher trataba de despistar la mirada que mantenía sobre el ojiverde, viéndole de una manera magnífica.

Pero por supuesto, los niños son más inteligentes que los adultos en ocasiones.





Pollito (Chriserick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora