Cientodieciocho

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—Esto es lo más humillante que me han hecho en la vida después de que me dejaran casi calvo y con estas mechas rubias.

—¡Chris! ¡Te ves tan tierno!

Christopher le miró con mala cara— Una palabra más y estás muerto Colón.

Erick sonrió al ver al mayor en un mameluco de...

¿Ardilla? No sabía con exactitud lo que era, solo sabía que se le veía tan bello a su Chris.

Nunca se arrepentiría de su grandiosa idea de usar mamelucos en su fiesta de pijamas.

—Recuerda que es para hacer la pijamada más divertida y que Thiago se divierta.

—Bueno, pero no solo enseñes tu rostro. Quiero verte también.

Erick se mordió el labio, intentando- fallando- de ocultar la sonrisa que quería salir de su rostro.

Con pasos grandes, salió del cuarto del baño, mostrándole al castaño el traje de dinosaurio que se había puesto.

Jesús, José y María.

Apiádense de mi.

¿¡Cómo su trasero podía seguir notándose en ese mameluco holgado!?

La boca de Christopher se abrió en grande y por muchos segundos, tantos que una mosca pudo haber entrado en ella.

Erick hizo una pose de superhéroe, mirando hacia ningún punto fijo exactamente mientras sacaba su pecho.

Christopher sonrió, agradeciéndole  a quien sea por dejarle ver lo que veía frente a él.

¡Rawr!

Y así fue como Christopher sufrió un desmayo por el exceso de ternura que le había causado la tierna acción de el menor.

—¿C-Chri'? ¿¡Chris!? ¡Christopher despierta!. ¿¡Te encuentras bien!?

—¿E-Eh?— le miró el ojimiel con una boba sonrisa de enamorado, no superando que tenía el video más tierno de Erick en su celular.

—————

De la puerta principal se escuchó como tocaban el timbre, haciendo que un ojiverde bajara las escaleras corriendo con una enorme sonrisa plantada en sus labios.

—¡Hola!— Saludó el chico dinosaurio con una sonrisa a Jonathan y Teresa, quienes respondieron igualmente con una sonrisa.

Su mirada bajó, encontrándose con el pequeño Thiago vestido de un mameluco de oso panda con una mochila en su espalda. El pelinegro se puso en cuclillas quedando a la altura del menor. Le apretujo una de sus mejillas sacándole una risita.

—¿Estas listo, Thiago?

—¡Sí, Eri!

La presencia de Christopher hizo que todos pusieran su vista en él.

Y unas dos carcajadas por parte de los adultos se escucharon.

—¿De qué te ríes, perro?— dijo el castaño rodando los ojos a su hermano.

—Que bonita tu ardilla, Erick— la risa del hermano Vélez no paraba, contagiando al ojiverde y a el pequeño ojimiel.

——Vaya Christopher. Quién diría que cañerías haciendo estas cosas...— le miró con una sonrisa ladina y una ceja alzada Teresa, sabiendo ambos perfectamente a lo que se refería.

Pollito (Chriserick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora