Pollito (Chriserick)

Veintiseis

—NO LAVARÉ TU PLATO!

La estruendosa voz de Erick se escuchó después de que el castaño haya cerrado la puerta. Rió y comenzó a caminar hacia su destino.

Suerte la de él que desde la mañana empezaban las prácticas se Básquetbol para las finales.

Tomás Pierce.

Sabía que ese chico era famoso por todas sus conquistas. Desde que el tal Tomás entró el año pasado tenía tantos ligues (no tantas como el poderoso Christopher Vélez, pero tenía) que lo veían como uno de los chicos más guapos y apuestos de la preparatoria.

Iugh.

Entró al gimnasio donde estaba la enorme cancha de Básquetbol y vió a todos los chicos del equipo calentando y metiendo canasta.

Su objetivo estaba platicando con otros de los chicos.

—¡DE ACUERDO! ¡TODOS AL CENTRO!

El grito de Christopher sobresaltó a todos, haciendo que formaran una media luna para prestar atención a las indicaciones.

—Hoy tendremos un partido entre nosotros. Una prueba— dijo el castaño, botando al mismo tiempo la pelota— Las finales se vendrán fuertes y necesitamos practicar el triple. No, el cuádruple— se detuvo, viendo a cada uno— Vamos a dividirnos en dos equipos. Tomás Pierce, serás el jefe del primero. Yo seré del segundo. Dispérsense. ¡Ahora!

Los equipos se formaron y todos tomaron sus posiciones, lishos para cuando el silbato sonara. Joel se encargó de elevar la pelota al escuchar el sonido, dejando que la pelota cayera en manos del castaño de ojos miel.

Con una sonrisa ladina, comenzaron el juego.

Pero antes de todo, tenía que hacer su cometido.

Christopher pasó la pelota a su amigo Joel, en un intento de que él la tomara y anotara canasta. Sin embargo, el objeto dio un fuerte golpe en la cara de Tomás.

Todos se callaron al ver como su nariz comenzaba a sangrar, al mismo tiempo que daba un gruñido lastimero.

—Ya, Tomás. Tienes que prestar más atención la próxima vez. Ve a la enfermería, después seguiremos.

Con su ceño fruncido, el castaño salió con la mano en la nariz, dirigiéndose a la enfermería.

Christopher trataba de oprimir la sonrisa que quería salir.

Sentía que había protegido al pollo que tenía en casa.

¿Por qué de repente me importa protegerlo?