Cientonueve

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La tarde había caído ya, dejando pocas horas para que la noche se asomara.

—Chicos, espero que no vaya a molestarles. Pero necesito que... vayan de compras.

Erick y Christopher dirigieron su vista a la mujer quien sonreía de una manera en la que Christopher sintió rareza.

—¿Qué cosa?

—Veras... ¡Thiago! Si, el necesita útiles escolares. Aquí está la lista.

—Pero Thiago ya...

—¡QUÉ COMPRES LOS ÚTILES CONDENADO!— la madre de Christopher empujaba a ambos chicos hacia la puerta, haciendo su cometido lo más rápido posible.

—¡Yo quiero ir!— habló una pequeña vocecita, el portador da a saltos emocionados con una sonrisa.

—Si, si. Acompáñalos cariño— al tener a los tres en el exterior del marco de la puerta, les hizo señas para que partieran— ¡Hasta luego!

La puerta se cerró, dejando a la madre de Christopher apurada y llamando a su hijo.

—¡JONATHAN! ¡MALDITA SEA, VEN AQUÍ!

—El chico-quien había cancelado su turno en el trabajo debido a su escandalosa madre- corrió hacia ella, confundido por la actitud de su madre.

—¿Qué pasa?

—Quema este sofá.

Jonathan abrió los ojos desmesuradamente, no creyendo lo que su madre decía.

—¿Quieres que haga qué?

—¡Quémalo! El cuarto de Christopher no tiene nada ahora, necesita arreglarse. Los chicos dormiran en el sofá.

Jonathan tembló al escuchar la cínica risa de su progenitora, avecinando solo lo peor.

—S-si ellos dormirán en el sofá, ¿qué no es conveniente que estén los dos?

La mujer pelinegra le miró mal, dándole un golpe en su frente— Si serás idiota... ¿¡No ves que Christopher es un estúpido lento!? Necesitan dormir juntos... en el mismo lugar...

Y con movimientos temblorosas, acató las órdenes de su terrorífica madre.

Pollito (Chriserick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora