Capítulo 34

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Me estaba atando las cintas de mis tenis cuando Harry apareció en la sala con el cabello mojado por la ducha y se estaba abrochando los últimos botones de su camisa blanca. Casi me quedé sin aliento.

—¿Quieres algo de desayunar? —me preguntó desde la cocina, se escuchaba que movía cosas para acá y para allá.

—No, gracias —le contesté pues no tenía apetito. En realidad no me daba apetito en las mañanas, solía ser hasta casi la una que me animaba a comer y eso era porque mi estómago era lento en digerir entonces el desayuno jamás me caía bien.

Regresó con una barrita nutritiva entre los dientes y se acercó a mí, ofreciéndome. Estaba a punto de quitársela de la boca cuando negó con la cabeza y se puso más cerca de mí, dándome a entender quería que la mordiera cuando la barrita aún estaba entre sus labios. Me reí en voz alta pues sabía que sólo lo hacía por diversión, pero hice lo que quería.

Lo perdí de vista y me puse di pie lista para salir de la casa. Le había mandado un mensaje a él detective Cámaro anoche después de ducharme y habíamos quedado en reunirnos hoy para hablar de mi situación, le dije que lo veía en el parque pues no quería estar en un lugar cerrado con él.

—¿Lista para irnos? —la voz de Harry me sacó de mis pensamientos y asentí a su pregunta.

Salimos del departamento y cerró la puerta de entrada con llave, caminamos juntos hasta la parada del autobús y nos sentamos en la pequeña banca, resople cuando sentí el frío de la banca de metal en mi trasero.

—¿A dónde vas? —me preguntó el rizado metiendo ambas manos en sus bolsillos. Llevaba un abrigo color caqui y se veía muy elegante.

—Al parque cerca del puente golden —asintió en silencio, y nos pusimos de pie cuando el autobús se detuvo enfrente de nosotros.

Fui la primera en subir y deposite el dinero de mi pasaje en la máquina, camine hasta llegar a dos asientos libres y Harry se sentó a mi lado después de unos segundos. El simple hecho de que nuestros hombros se rozaran me hacía sonreír, y me sonroje cuando una de sus manos apretó mi rodilla con afecto y la dejó ahí hasta que llegamos a nuestro destino.

El aire de la mañana se sentía frío así que apreté mi suéter contra mí. Caminamos hasta la parque y saqué mi celular para teclearle un rápido mensaje para el detective Cámaro, avisandole que ya había llegado.

—Si quieres puedes ir a almorzar en la cafetería, digo, Raquel tiene muchas ganas de saludarte —la voz de Harry hizo que guardará mi celular.

—Primero necesito revisar que mi auto esté sano y salvo en el estacionamiento del hospital —le dije y dejé mi mano derecha afuera de mi bolsillo pues quería que el tomará mi mano mientras caminábamos sin rumbo alguno por el parque.

—No me gusta que andes por ahí sola —su voz sonaba preocupada y es que a mí tampoco me agradaba la idea.

Al parecer entendió mi mensaje pues tomó mi mano y la entrelazó con sus dedos largos. La apreté con cariño y me acerque más a él, pues había empezado a tener frío.

—Sólo iré a echarle un ojo y después voy a la cafetería, tal vez te haga compañía un buen rato ahí. No quiero estar sola en tu departamento —y es que no me acostumbraba a estar sola. En el departamento de Axel siempre me la pasaba sola mirando la televisión y no me gustaba, mucho menos me gustaría estar en el departamento de Harry sentada a la sala mirando a la nada.

—Señorita Anelisse... —una voz conocida me hizo detener el paso y me giré —Buenos días.

El detective Cámaro estaba vestido en un traje gris que le iba muy apretado, llevaba un abrigo largo que le llegaba a las rodillas y las manos en los bolsillos. Ahora que lo veía con la luz de la mañana, se veía más joven que antes.

La Noche Estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora