Capítulo 50

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La luz del sol me obligó a moverme de lugar, la cortina dejaba entrar a un rayo del intruso de la mañana... O del medio día. El calor en la habitación me empezaba a sofocar, así que me estire para abrir un la ventana y que el aire pudiera entrar un poco.

La cama estaba vacía y me llevé una gran sorpresa por aquello, llevaba apenas mis bóxer puestos y me di cuenta de que mis pantalones estaban en el suelo. Un recuerdo abrupto de la noche anterior me golpeó de pronto... La imagen de Anelisse inmediatamente apareció en mi mente y sonreí en silencio, ¿dónde estaba ahora mi chica?

Me puse de pie y tomé un par de pantalones de pijama de mi armario y me armé de valor para salir de la habitación. Un olor a café estaba impregnado en todo el lugar y caminé involuntariamente a la cocina. Ahí estaba de pie Anelisse, sólo llevaba puesta mi camisa blanca y se movía de un lado a otro cocinando el almuerzo.

—Buenos días —mi voz se escuchó más ronca de lo normal.

Anelisse dio un pequeño salto en su lugar antes de girar para verme en el umbral de la puerta. Me sonrió y sorbio un poco del café que llevaba entre sus manos. Se veía perfecta.

—Buenas tardes, querrás decir —me corrigió dejando su taza sobre la mesa.

Mi mirada voló al reloj en la sala y me di cuenta que ya eran las dos de la tarde. Ni siquiera recordaba a que hora nos habíamos quedado dormidos anoche pero me seguía sintiendo cansado.

—¿Qué cocinas? —pregunté mientras me dejaba caer en una silla del comedor, recargue mi codo sobre la mesa y puse mi cabeza sobre mi mano para poder observar cómodamente a Anelisse.

—Huevos revueltos y un poco de salsa mexicana —dijo mientras volvía a tomar su taza de cerámica.

Ahora entendía porque la casa había empezado a oler a un poco de chile y a tomate.

—Eso suena delicioso —dije con una sonrisa y ella se sonrojo.

—¿Quieres un poco? —preguntó y se dio la vuelta para seguir trabajando en la estufa.

—Claro que sí.

Mi mirada cayó sobre mi camisa en su torso y no pude evitar recordar lo que pasamos anoche. Ella debajo de mí con sus manos en mi espalda y mi cabello, mis manos sobre sus muslos y su pecho...

—Harry, deja de mirarme así —su dulce voz me sacó de mis pensamientos.

No me había dado cuenta que ahora miraba sus piernas desnudas y me sonroje, murmuré un pequeño "lo siento" y me puse de pie para buscar una camisa, pero una pequeña mano me detuvo del antebrazo y me dio la vuelta. Los labios de Anelisse aterrizaron sobre los míos y le correspondí el beso con gusto.

—No me saludaste cómo se debe —murmuró alejándose y me guiño un ojo antes de volver a la estufa.

Me quedé unos segundos embobado antes de volver a tomar mi camino hasta mi habitación. Tomé cualquier camisa que encontré y la pasé por mi torso, el tono de mi celular se escuchó a lo lejos y me apure para salir de la habitación para buscarlo, cuando llegué a la sala no lo veía por ningún lado y había olvidado donde lo dejé anoche.

—¿Has visto mi teléfono? —le pregunté a Anelisse en voz alta para que logrará escucharme.

—Nop —escuché su voz desde la cocina y seguí removiendo los cojínes del sofá.

El timbre seguía escuchandose y empezaba a enloquecerme.

—¿Quieres ayuda? —la voz de Anelisse hizo que levantará la vista, ni siquiera escuché cuando llegó a la sala.

La Noche Estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora