Capítulo 48

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Se supone que dentro de la casa me debería de sentir segura, pero incluso con las personas en quién más confío a mi alrededor, me siento en peligro.

—Ana... —escuchar mi apodo me llevaba a ese día. Me arrastraba a volver a repetir los recuerdos del día del ataque.

—¿Qué pasa? —le pregunté a mi padre.

—¿Quieres otra rebanada de pastel? — acepté con una débil sonrisa.

Emma estaba sentada en la sala mirando una caricatura en la televisión. Axel estaba sentado en otro sillón con la computadora en el regazo, de seguro y estaba haciendo trabajo, mi amigo me había recibido con un pastel de chocolate y un ramo de rosas. Me dijo que no había podido ir al hospital a verme pues estaba ocupado con su familia y el trabajo.

Me encontraba sentada en el comedor con una rebanada de pastel enfrente de mí. Desde que desperté mi apetito es grande, el doctor dijo que era normal pues solo había estado recibiendo nutrientes de suplementos mientras estaba inconsciente y no de comida real.

No sabía nada de Harry, no le quise preguntar a Axel sobre él porque sabía que me llevaría una gran decepción al saber que Harry ni siquiera llamó para ver cómo me encontraba. Le había dejado más de veinte mensajes de voz y de texto a Zachary pero él jamás contestó alguno... Y Cámaro lleva desaparecido demasiado tiempo.

Mi mente me seguía diciendo que esto tenía que ver con mi mamá...

—Hija... —mi padre volvió a sacarme de mis pensamientos. —¿Recuerdas el sobre que me diste para esconder esa noche?

Mi mente volvió a ese día y a la agonía que sentía. Recordé la amenaza de mi mamá... Sus palabras no salían de mi mente y me estaban volviendo loca. A pesar de que ya llevaba un día despierta, algunas cosas seguían sin venir a mis recuerdos... Las escenas estaban incompletas en mi cabeza.

—Sí, ¿dónde lo tienes? —le pregunté en un susurro.

—Ese es el problema... —mi padre se removió incómodo en la silla —no lo encuentro.

Sus palabras cayeron como un balde de agua fría.

—¿Cómo demonios lo perdiste de vista? —pregunté enojada.

—No lo hice... Estaba demasiado preocupado contigo en el hospital y tenía que cuidar a Emma porque su madre salió de viaje... —trataba de explicarme pero no entendía bien sus palabras —Estaba en mi casa.

—¿Alguien entró a tu casa y lo tomó?

—Sí, lo tenía en un cajón debajo de mi cama y ya no está —parecía exasperado —¿Qué tenía ese sobre para que alguien entrará a mi casa por él?

Me quedé callada porque no lo recordaba. ¿Qué tenía ese sobre?

—No lo recuerdo, —le confesé a mi padre —pero sé que era importante...

Nos quedamos callados, de repente ya no quería pastel.

Eran apenas las cuatro de la tarde y yo ya tenía sueño, tenía que tomar medicina para que la herida no se infectara y para el dolor. Llevaba una especie de cabestrillo en el brazo para que no lo moviera y se curará rápido , una pequeña gasa de algodón cubría la herida pero aún así yo llevaba una blusa de mangas largas para que no se viera.

—Papá, —la voz de Ema nos hizo levantar la vista hacía ella. Estaba de pie en la entrada de la cocina con una expresión de aburrimiento —Quiero nieve.

Sonreí pues se había escuchado como una niña pequeña pero ya era casi una adolescente.

—Yo te llevó por una —me ofrecí y me puse de pie.

La Noche Estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora