Capítulo 30

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Estaba desempacando mi uniforme de enfermera cuando la puerta de la recámara fue abierta. Mi amigo entró y apuesto a que había olvidado que yo tenía mis maletas aquí pues apenas puso un pie en la habitación se quito la camisa.

—¡Axel! —grite, cubriendo mis ojos con mis manos.

—¡Perdón, p-perdón! —escuché a mi amigo asustado, escuche un par de cosas caerse antes de que la puerta se cerrará y me atreviera a descubrir mis ojos. Ya se había ido.

Apenas llevaba cinco días aquí y era la tercera vez que veía el torso de mi amigo o sus boxers, pues al parecer tenía la costumbre de entrar a su habitación desnudo. Creo que había sido una mala idea mudarme... O tal vez solo necesitaba tiempo para acostumbrarme.

Habíamos acordado que mis pertenecías se quedaban con mi amigo mientras yo dormía en la otra habitación, pues estoy completamente segura que en cualquier momento llegara la compañera de piso de Axel y no nos llevamos tan bien. No me gustaría que se llevara la sorpresa de toda mi ropa tirada en el suelo de su habitación.

Cuando tuve mi uniforme en mis manos me puse de pie, y recogí del suelo las cosas que había tumbado Axel de los nervios. Salí de su habitación y mi amigo estaba tirado en el sofá con el televisor encendido en las noticias.

—¿Qué haces viendo las noticias? —pregunté dejando mi informe sobre el respaldo de sofá para caminar a la cocina y buscar una plancha de ropa.

—No hay nada divertido, tal vez deberíamos comprar Netflix —dijo aburrido. La idea no sonaba del todo loca.

—¿Tenemos plancha de ropa? —pregunté abriendo y cerrando las puertas de las pocas alacenas en la cocina.

—Nop —escuché a mi amigo, perdido en la televisión. Frunci mi ceño y me crucé de brazos, tendría que llevarme mi uniforme arrugado —Jamás uso plancha, ni siquiera sé como usarla...

Suspire cansada, volví por mi uniforme y entré al cuarto de baño para cambiarme. No se veía tan arrugado después de todo cuando lo llevaba puesto, ya me quedaba tan pequeño que se estiraba de más.

—¿Por qué estás tan desganado? —le pregunté a mi amigo cuando llegue a la sala, con mis manos ocupadas en hacerme una coleta alta.

—Problemas en el trabajo —me detuve de mi tarea imposible de acomodar mi cabello para prestar atención a su platica —Contrataron a otro traductor y me ayuda, y créeme que estaría bien si tan solo no me hubieran bajado el sueldo por trabajar menos horas...

Hice una mueca. Mi amigo trabajaba en una pequeña editorial como traductor, la editorial era pequeñísima pero iba creciendo poco a poco, supongo que por eso contrataron más gente.

—Creo que después de todo nos caerá muy bien otra compañera para pagar la renta —el comentario de mi amigo me hizo sonreír. Yo había tratado de no pensar mucho en eso de quedarme a vivir aquí, pero ahora que escuchó su voz triste algo cambió dentro de mí.

Tal vez no es tan mala idea mudarme por completo.

—No te preocupes, Axel. No te despedirán, al menos tienes un trabajo estable no como yo que voy de aquí a allá...

—Deberías ir a la editorial, sabes que hay vacantes en todas las áreas —la idea no estaba mal, pero la idea de quedarme en un solo lugar por seis hora casi toda la semana no me agradaba demasiado, en especial si era en una oficina.

—Lo pensaré, pero por el momento me quedo con el hospital —dije para ponerme de pie e ir por mis zapatos.

Tomé mi bolso y guarde mi celular, lo pase por mi hombro para caminar hasta mi amigo y despedirme de él con un beso en la mejilla. Cerré la puerta detrás de mí y subí a mi pequeño coche, encendí el motor y después la radio y me dirigí a mi trabajo.

La Noche Estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora