Capítulo 67

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El consultorio del psicólogo no quedaba tan lejos de la casa, y no tenía la pinta de ser un consultorio. Parecía una casa grande, muy grande.

Bajamos del auto y caminamos en silencio hasta el portón que rodeaba la propiedad. Harry pulso en intercomunicador y dijo su nombre en voz alta, segundos después la puerta se abrió de par en par. Caminos a paso lento dentro del lugar y Harry cerró el portón. Si la casa no tuviera ese color blanco y un jardín muy verde, parecería una vieja casa embrujada.

—Parece todo menos un consultorio —hablé mirando el enorme jardín, había pequeñas mesas por todos lados.

—También es una casa de reposo —habló el castaño.

Llegamos a la puerta y Harry tocó, segundos después una mujer nos recibió.

—Adelante —abrió la puerta y entré detrás de Harry.

La casa por dentro tenía mucho color blanco y muchas luces, había demasiadas puertas y escaleras. Me pregunté cuanta gente había aquí.

—El doctor Bonachera los está esperando en el jardín trasero —habló la mujer vestida de enfermera.

Cuando nos alejamos de ella, hablé.

—¿Bonachera? ¿Es mexicano? —pregunté con curiosidad.

—Jamás se lo he preguntado, no sabía que ese apellido era de esa región —Harry habló confundido y yo miré hacía el patio.

Había muchos árboles, un par de personas sentadas en el césped y otra en la mesa de picnic.

—Harry, esta gente no se ve tan grande como para estar en una casa de reposo —dije confundida.

—Es para todos, algo así como para esa gente que ya no soporta estar en el mundo exterior, esa gente que tiene demasiados problemas como para estar solas —explicó y de inmediato entendí.

—Es una casa de rehabilitación —dije en voz baja y Harry me miró de reojo. —¿Aquí querían tus padres que estuvieras?

—Sí —dijo incómodo.

Me di cuenta que estábamos caminando hacia una mesa de jardín en donde un señor con barba y bigote nos esperaba. Se puso de pie cuando nos vio llegar.

—Un gusto volver a verte, señor Harry —habló con un acento marcado. Definitivamente no era de aquí.

—Buenas tardes, señor Bonachera —Harry sonrió y apretó tu mano. —Ella es Anelisse, mi novia —me presentó y me acercó poniendo una mano en mi corazón espalda.

—Mucho gusto —estreche su mano.

—El gusto es mío —sonrió. —Harry, puedes ir a hablar con Matilda un rato —le dijo a mi novio y me mordí la lengua para no preguntar quien demonios era Matilda.

Me puse nerviosa cuando Harry se fue, pues sabía que la sesión ya había empezado y yo jamás había estado con un psicólogo. Me senté enfrente del señor y junté las manos sobre la mesa, el doctor miró mi anillo y sonrió.

—Veo que Harry al fin se ánimo a dartelo —dijo sin quitar la mirada de la joya en mi dedo anular.

—Sí, lo hizo hace apenas unas horas —sonreí y le mostré mi mano para presumirle el bonito anillo de plata.

—Siento que te estoy viendo a ti en esa pequeña pieza de bisutería —lo mire a los ojos. —Espero que no te moleste que Harry me hablé sobre ti y tu vida.

Me tense y quité las manos de la mesa para guardarlas en mis bolsillos.

—Supongo que es parte de su terapia...

La Noche Estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora