Capítulo 39

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Habían pasado diez días desde la última vez que vi a mi padre. Mis días habían sido más ligeros pues mi abuelo se había comprado un teléfono celular para poder estar más comunicados por mensajes, así el puede mandarme fotos e incluso video llamadas, aquello me parecía chistoso pues me sorprendía lo rápido que aprendió a usar la tecnología.

—¿Señorita Anelisse? —mi vista se levanto del piso cuando escuché una voz llamarme. Era la recepcionista que me sonreía, había venido a pedir trabajo a la editorial donde trabajaba Axel.

Me puse de pie y bajé un poco mi falda color negro y acomodé mi blusa de botones de tela ligera. Me había vestido lo más decente que podía pues en mi closet no había más que unas pocas prendas formales. Caminé con cuidado en mis tacones detrás de la chica que iba vestida casi igual que yo, estábamos caminando a una bonita oficina y yo estaba muy nerviosa pues a pesar de que no era mi primera entrevista de trabajo yo sentía que esto era demasiado para mí.

La mujer me abrió la puerta y apenas di unos pasos adentro de la oficina un penetrante olor a cigarro me invadió. El sonido de la puerta cerrarse me hizo dar un pequeño salto del susto pero me recompuse de inmediato. Detrás del escritorio estaba sentado un hombre maduro, le calculó unos treinta y cinco años e iba vestido con un traje de terciopelo color azul rey, aquello me causó risa.

—Buenas tardes, un gusto soy el señor Villegas y creo que ya sabes que soy el jefe del departamento de traducción —me saludo con una sonrisa y un apretón de manos. Sus manos rasposas encajaron casi perfectamente con la mía.

—Mucho gusto. Mi nombre es Anelisse Terisa —una sonrisa se deslizó por mi rostro con formalidad.

—Vaya, que peculiar nombre —se veía simpático —, toma asiento.

Me senté enfrente de él en una cómoda silla de cuero, y él volvió a tomar asiento detrás del escritorio. Me pidió mi currículo y lo saque del pequeño portafolio que llevaba, lo examinó un momento antes de volver a hablar.

—Vaya, ¿sabes lenguaje de señas? —se sorprendió y yo solo asentí orgullosa. Siguió mirando mi papelería hasta que la dejó sobre su escritorio y me miro con atención. —¿Por qué quieres éste puesto?

Sabía que me iba a preguntar aquello y me había preparado para responder sin tartamudear.

—Porque me parece algo increíble hacer llegar a las demás personas algún libro o revista...

—No me refiero a eso. Creo que no me explique bien... —me interrumpió y me puse nerviosa —¿Por qué necesitas este trabajo?

Su pregunta me saco de balance. No estaba segura si quería responder o no a eso, pues eran motivos muy personales o al menos yo los veía así.

—No tengo a mis padres junto a mí, no recibo ningún tipo de ayuda de ellos porque no quiero. Tengo un alquiler que pagar y el asilo para mi abuela pues padece de alzheimer —había sido totalmente sincera con él.

El asintió en silencio y volvió a mirar el papel con mi información. Trague saliva nerviosa pues no estaba segura si mi contestación había sido la correcta.

—De acuerdo, entonces te espero mañana a las ocho de la mañana para que comiences cuánto antes —una sonrisa gigante se deslizó por mí rostro y asentí emocionada —Dile a mi secretaria que te haga un gafet para que no tengas problemas en la seguridad de la entrada, ella te dará las llaves de tu oficina y te presentaré a tus compañeros de trabajo.

—De acuerdo, muchas gracias —quería abrazarlo de la emoción, pero quede satisfecha con un apretón de manos fuerte.

—Espero que te sientas cómoda y tienes todo mi apoyo para cualquier cosa. Acepto críticas constructivas sobre el personal —aquel último comentario me lo tomé como un chiste pero él me lo dijo con total seriedad.

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