Capítulo 62

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Doble y guardé la ropa metódicamente en mi maleta. La cama estaba llena de ropa que tenía que doblar y guardar para poder llevarla toda conmigo, tenía que terminar antes de las ocho de la noche.

—¿Dónde está tu otra maleta, Harry? —la voz de Anelisse me sacó de mis pensamientos.

—En el armario —hable señalando mi armario ahora vacío.

Regresó después de unos segundos con la maleta grande y empezó a acomodar mis pantalones y camisas.

Había sido de gran ayuda en todo esto de la mudanza. A pesar de que mi mamá me ayudó a guardar los muebles y adornos, decidí que mi habitación sería el último lugar en vaciar. Aquí había cosas privadas, cosas que quería mantener aquí en mayor tiempo posible, como por ejemplo, la poca ropa interior que Anelisse guarda aquí de vez en cuando.

—Iré por una caja de cartón para guardar tus zapatos —habló saliendo de la habitación.

Cerré ambas maletas que ya estaban llenas y las acomodé a un lado de la entrada. Cuando Anelisse regresó llevaba una mueca que no supe reconocer, se veía pensativa y algo nostálgica.

—Dame, yo guardó esto —le dije quitándole la caja de las manos con delicadeza.

Me senté en el suelo y empecé a apilar los pocos tenis, zapatos y sandalias que tenía. Al terminar cerré la caja y cuando me giré, me di cuenta que Anelisse no estaba en la habitación. Me puse de pie y la busqué en la sala pero no estaba ahí, tampoco estaba en la cocina o en el cuarto de lavado.

—Ana... —la llamé dándome la vuelta para ir de nuevo a la habitación, cuando de pronto escuché algo.

Se parecía a un sollozo o un jadeo, y venía desde el baño. Caminé despacio hasta asomarme por la puerta entre abierta y vi a Anelisse abrazar mi toalla de baño con las mejillas mojadas.

Se había mantenido fuerte, no habíamos discutido ni hablado de tristezas. Sé que ocultaba sus sentimientos por mí pero, a pesar de que trata de guardar sus emociones, sus ojos gritan lo que siente. Lleva días con los ojos caídos y las cejas fruncidas, como si estuviera aquí pero realmente no está. Sabía que le haría la misma falta que ella me hará a mí.

Entré al baño en silencio y la abracé por la espalda. Su pecho se sacudió en un sollozo y se aferró más al material afelpado.

—Déjame quedarme con esto —habló con la voz rota y sabía que se refería a quedarse con mi toalla de baño. —Es que huele a ti...

—Estás bien, amor, quedatela —hablé acariciando su cabello.

—Perdón, no quería ponerme sentimental —se disculpó limpiando las lágrimas que corrieron su maquillaje.

—No tienes que disculparte, está bien llorar —dije limpiando sus ojos con delicadeza.

Ella asintió en silencio y dejó la toalla sobre el lavabo.

—Hay que seguir guardando, ¿puedes ir por la caja en el cuarto para guardar las cosas de aquí? —preguntó y yo asentí de inmediato.

Cuando regrese, ella ya tenía en las manos mis cosas de limpieza. Las acomodo en la caja, trabajamos en silencio hasta que el baño también quedó vacío y después tomé las cosas del botiquín para ponerlo en mi mochila.

Anelisse caminó hasta la sala y guardó mi nuevo regalo en su bolso. Le di un poco de privacidad y caminé hasta mi habitación para tomar el tesoro más preciado que tenía, era una de sus blusas de pijama. La guardé en mi mochila y la colgué sobre mis hombros. Tomé las cajas y las dejé sobre las demás, el camión de mudanza vendrá hasta media noche para llevarse todas las cajas y muebles. Caminé hasta la sala con mis dos maletas y Anelisse ya me estaba esperando con una sonrisa.

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