Capítulo 64

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Me miré al espejo y no me reconocí. Llevaba el cabello alisado, tenía tanto maquillaje en los ojos que me veía con diez años de más, llevaba un vestido corto color blanco y unas mayas negras debajo. Apliqué un poco de labial rojo sobre mis labios y suspire.

Hoy era el día. Hoy ejecutaría el plan para que mi madre confesara sus crímenes sin necesidad de ir ante un juez.

Salí de la habitación y tomé mi abrigo blanco pero antes de ponermelo miré a Cámaro.

—¿Me veo diferente? —pregunté tímida.

Sus ojos se levantaron del piso para observarme de pies a cabeza, sonrió de lado al ver mi cabello.

—Ni siquiera te reconozco sin tus rizos rebeldes —sonreí y asentí en silencio.

Esa era la primera parte del plan, cambiar tanto que nadie me reconociera.

—¿Tienes la grabadora? —pregunté acomodando las botas negras altas por mis piernas.

—Sí, es la más pequeña que conseguí —habló y se puso de pie para extenderme el aparato negro que no medía más de cinco centímetros.

—¿La guardo en el abrigo? —pregunté.

—No, es probable que te quites el abrigo dentro la habitación —negó con la cabeza pensando. —Deberías esconderla en un lugar donde las voces se escuchen fuerte y claro.

Pensé en el mejor escondite que tenía mi cuerpo y de pronto miré mis pechos. Habían sido mis aliados al esconder alcohol en mis tiempos de universidad, también comida a la sala del cine e incluso mi dinero.

—Date la vuelta —le dije a Cámaro y el me miró confundido. —La escondere dentro de mi sostén.

Sus orejas se pusieron rojas y asintió nervioso. Me dio la espalda para dejarme trabajar e hice un esfuerzo por acomodar el aparato justo en el espacio libre que tenia al centro del sostén.

—Listo —dije y Cámaro se dio la vuelta. —¿Parece que llevo una grabadora en mi sostén?

—No voy a mirar tus pechos...

—Oh, por favor, miraste mis piernas la otra noche, además esto es sólo por trabajo —dije con una sonrisa burlona.

Cámaro miró mis pechos tímidamente y negó de inmediato.

—No, se ven... Normales —habló en voz baja.

—Bueno, espero que ese haya sido un cumplido.

Tomé el abrigo y me lo puse, después pasé una bufanda por mí cuello y mi pequeño bolso de mano donde llevaba mi teléfono celular y la llave del hotel.

—¿Listo? —pregunté.

Cámaro se ajustó la gorra negra a la cabeza y asintió. Iba vestido de negro, un pantalón, una sudadera y la gorra. Se supone que él me seguiría hasta la habitación sin que mi madre se diera cuenta, era sólo por seguridad.

—Listo, ya nos podemos ir.

Respiré hondo y salimos de la habitación. Caminamos hasta el ascensor y bajamos hasta llegar a la recepción, nos ocultamos detrás de un estante de vinos y miré a Cámaro.

—¿Recuerdas cuál es la palabra clave en caso de que algo malo suceda? —habló el rubio.

—Dijiste que sólo gritara.

Asintió y suspiró.

—¿Estás lista? —preguntó y el nerviosismo se deslizó por su voz.

—Eso creo —asentí tratando de tranquilizarme.

La Noche Estrellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora