VII.

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Sophia's, POV

-Sí, señor.

Taylor se marcha y no puedo evitar soltar una risa.

-¿Qué te parece gracioso, Sophia? -se cruza de brazos.

-Nada, maestro -digo rápidamente sin pensar bien mi respuesta y al ver su mirada soy consciente de lo que he dicho-. Lo siento, lo siento, lo siento. No quise decir eso -miro hacia otro lado y suelto un suspiro.

-Todavía sigues desviando la mirada -apunta seriamente.

>>¿Acaso ninguna de las nalgadas sirvieron para que aprendieras a mirarme?

-No es que las nalgadas no sirvieran -sonrío de lado-, señor Grey. Es que nunca entendí cuál era el momento indicado para mirarlo a los ojos y cuando no -le miro fijamente.

-Ahora lo estás haciendo -susurra y se acerca a mi, pero sin invadir nuestro espacio personal.

-Ya no le pertenezco -le susurro de vuelta.

-Es cierto, sin embargo, sigues teniéndome respeto.

-Creo que es por costumbre, las nalgadas sí sirvieron para que dejara de hablarte de "tu" -rio sin ganas.

-¿Por qué regresaste? -cambia de tema.

-¿Por qué no hacerlo?

-Debe haber alguna razón.

-Estaba aburrida de estar sola. No es que aquí tenga familia, pero al menos conozco más personas.

-¿De veras esa es tu respuesta? -dice muy serio.

-Si estás esperando que diga que volví por ti, no lo haré. Entre las cosas que me enseñaste una de ellas fue ser a ser orgullosa. Además, no tiene caso que diga algo. No fui la última mujer en tu vida, lo que responde a que nunca te interese -digo seria.

-Sabes que no buscaba relaciones -me recuerda.

-Pero encontraste una -miro hacia la carpa donde están todos.

-Ana es diferente.

-¿Diferente? -lo miro y río con burla.

>>Será en sentimientos, porque por lo poco que puedo ver, ya que su máscara no me permite ver muy bien su cara, su físico es igual al mío. Ambas tenemos el cabello castaño, aunque ahora estoy rubia, pero sabes que mi cabello era así. Ojos claros, los suyos son azules iguales a los míos. Eso sí, me gana en estatura, siempre he sido bajita. Pero, cualquiera diría que sigues un patrón.

-He dicho que es diferente -aprieta su mandíbula.

-No tienes por qué enojarte, amargado -susurro lo último nientras ruedo mis ojos y me volteo dispuesta a marcharme, pero no logro dar ni un solo paso, pues Chrsitin me toma del brazo y me voltea con fuerza.

-¿Qué has dicho?

-Amargado -lo digo más fuerte y claro.

-No vuelvas a faltarme el respeto de esa manera -advierte y eso me enfurece.

-¿O si no qué? -alzo una ceja- ¿Me pondrás sobre tu rodilla con tu mano inquieta sobre mí? Oh, no puedes porque tienes pareja y ya no te pertenezco -digo seria-. Ahora si me permites me quiero ir -trato de zafarme de su agarre.

-Esto no termina -me asegura me suelta, volteo dispuesta a marcharme y choco con Daniel.

-Lo siento -digo rápidamente.

-No te preocupes, no se me han virado -me extiende una copa y la tomo.

Daniel se percata de la presencia de Christian y me brinda una mirada lo saluda nuevamente.

-Christian.

-Daniel -asiente Christian.

Miro a Christian y con la mirada le pido que se marche. Parece captarlo, pero antes de marcharse dice:

>>Bueno, señorita Miller estaré poniéndome en contacto con usted para coordinar una reunión y dialogar -hace énfasis en "dialogar"-, los proyectos que tenía con su padre. Así quizás puede quitarse un peso de encima al tener trabajo.

Vaya, este hombre sí que sabe dar un mensaje claro y preciso. Al igual que sabe mentir muy bien, aunque la realidad es que debo agradecer que se haya inventado esa mentira, pero no me hace ninguna ilusión tener que volver a verle. Mi objetivo es apartarme de él, no seguir viéndole.

-Gracias, señor Grey -asiento y este se marcha.

-¿Estás buscando empleo? -asiento mientras doy un sorbo a mi copa- Tengo grandes socios y conozco a todos en el mundo de los negocios, puedo coordinar una entrevista con quien quieras.

-Gracias por ofrecerte, lo tendré en cuenta -le sonrío.

-Perdona si he tardado.

-No has tardado, tranquilo.

-Bueno, ¿en que estábamos? -Toma asiento en la banca.

-Estábamos en... -me interrumpen-

-Sophia -dice Elena-, ¿puedes venir un segundo?

Su voz suena a pregunta, pero su mirada me dice que me lo está exigiendo.

-Vuelvo en un segundo, -camino hacia Elena y susurro: ¿Sucede algo?

-Me retiro de la fiesta.

-¿Tan pronto? -digo-

-No he tenido oportunidad para hablar con Anastasia y ahora no puedo porque Christian se la llevo para follarsela en su antigua recamara.

Elena suena molesta y podría jurar que está celosa. Pero no me apetece perder tiempo en temas que tengan que ver con Christian y mucho menos ahora que no puedo sacar de mi mente lo que ha dicho, está follando con Anastasia, así que me limito a decirle:

-Puedes esperar a que terminen y ya. Elena, creo que lo que no quieres es arreglar tu relación con ella porque no te agrada la idea de que Christian la haya elegido para ser algo más que una sumisa. A mi tampoco me agrada la idea, pero a diferencia de ti yo no sostengo una amistad con él. Queda en ti decidir si quieres perder esa amistad o no. Si no te importa perder la amistad, adelante, vete. Pero si realmente te importa, quédate.

Elena abre la boca para decir algo, pero alzo mi mano impidiéndolo.

-Elena, no me interesa escuchar nada más que tenga que ver con Christian, no he regresado por él y él no me ha extrañado en lo absoluto. Quiero seguir adelante y detrás de mi tengo un sujeto con quien creo poder seguir adelante, así que si me permites, me gustaría volver donde él -me volteo y camino hacia Daniel.

Me siento a su lado y tras soltar un suspiro recuesto mi cabeza en su hombro. Es un acto muy confianzudo, pero realmente necesito sentir el apoyo de alguien y por mas triste que esto suene, la realidad es que no tengo a nadie.

-¿Estás bien? -susurra y toma mi mano.

Niego levemente y murmuro: -Sabía que no iba a ser sencillo volver a casa, pero no pensé que fuera tan drenante.

Daniel está por decirme algo cuando el presentador de hace unos momentos anuncia que es hora del baile.

-Ven, vamos.

La mejor sumisa de Christian GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora