LVIII.

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Christian's POV,

Seattle - 2:30am

Miro el reloj que tiene el auto por enésima vez y suspiro. Recuesto mi cabeza del sillón, un bostezo se me escapa y me estiro levemente causando que mi cuello truene. Hoy ha sido un día de locos, o mejor dicho, una tarde de locos.

Hace unos meses coordiné la compra de unos terrenos para hacer una casa de vacaciones para Sophia y para mí. Un espacio en el bosque donde podamos escaparnos de todo y de todos. Esta mañana recibí un correo de parte de una constructora que clamaba estar en proceso de comprar las tierras y me tocó llegar hasta Portland para mostrar que los terrenos me pertenecían.

Olivia Stuart, mi agende de bienes raíces, me aseguró que era una confusión y que eran míos. Según ella no tenía que ir a verificar los terrenos, pero yo sí quería ir a asegurarme de que nadie se metiera en mi propiedad. Estaba dispuesto a pagar extra si era necesario.

Esta siendo la agente de venta se ofreció a acompañarme y sin pensarlo dos veces acepté. Nadie mejor que ella para asegurar y mostrar que firmamos antes que la constructora. Claro, debí haber supuesto que una mujer em su estado quizás no habría sido buena compañía para este negocio.

La grúa que ha remolcado mi Audi SUV pone la señal de que entrará a la calle que conecta a Escala y Taylor hace lo mismo.

-La grúa no podrá entrar al estacionamiento -murmuro a Taylor recordando el límite de altura que tiene la entrada del multipiso.

-He pedido que lo dejen fuera, mañana en la mañana haré que transporten el vehículo al taller.

-Bien, gracias.

Al regresar de haber probado que los terrenos me pertenecen una llanta de la guagua explotó haciendo que tuviéramos que detenernos. Como la suerte casi nunca he está de mi parte, al cambiarla por alguna razón el motor de la guagua dejó de funcionar haciendo que quedáramos varados en la nada. Literalmente estábamos en la nada, rodeados de pinos, árboles y una carretera solitaria.

Todo habría sido más sencillo si hubiese podido comunicarme con Taylor para pedirle su apoyuda, pero la señal era algo inexistente donde nos encontrábamos. Además, mi conocimiento en autos no es tan profundo cómo para saber reparar el motor de una guagua. Entre no tener señal y estar varados, la desesperación comenzó a comernos a ambos. Aún faltaban casi una hora y cuarenta minutos para poder regresar a Seattle según la última vez que vi el GPS de la guagua.

La batería del celular de Oliva fue la primera en agotarse y ahí fue cuando lo peor sucedió:

11 horas antes,
En alguna parte entre Portland y Seattle - 4:19pm,

Olivia suspira y trata de marcar una llamada, pero es imposible.

-¡No! ¡No! ¡No!

Desde mi asiento veo como grita a su teléfono y lo guarda en el bolsillo de su chaqueta. Llevamos una hora tratando de encontrar señal, pero no hemos tenido éxito.

Se me hace increíble que tampoco haya pasado ningún vehículo por esta zona. Sé que es una zona rural, pero ni si quiera un solo vehículo ha pasado en esta hora.

Olivia abre la puerta del pasajero y tras quitarse  su chaqueta la tira al asiento y me mira molesta.

-No me mires así -murmuro con voz seria, pero sé que mi actitud no le intimida-, te he propuesto caminar y has dicho que no.

-Mírame, no puedo caminar -se señala así misma.

Tiene razón, no aguantaría ni un solo quilometro y la realidad es que tampoco me atrevo a dejarle sola mientras trato de conseguir ayuda.

La mejor sumisa de Christian GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora