XLVI. - II

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Christian's POV,

Sophia termina de cepillarse el cabello y pone el cepillo sobre su lado del gavetero. Han pasado varios minutos desde que le conté lo que sucedió en mi oficina, pero aún no ha reaccionado a lo que dije. No he querido presionarla así que me encuentro dándole su espacio para que procese lo que ha escuchado.

Finalmente se volte y trás mirarme por unos segundos murmura:

-Así que no hicieron nada –se cruza de brazos.

-No, no sucedió nada.

-¿Seguro? –alzo una ceja-

-Joder, Sophia, ¿no entiendes que cuando cayó sobre sus rodillas tuve asco de mí mismo? -le doy la espalda y rasco mi cabeza.

>>Tuve asco de verla ahí -señalo el suelo-, arrodillada dispuesta a mi merced. Se me revolvió el estómago. No pude con todo lo que sentí.

-No entiendo, ¿por qué sentiste asco?

-¿Qué porque sentí asco? –río con amargura y volteo a verla- Tuve asco porque me recordó a los sádicos que te abusaban. Por eso tuve asco.

-¿Cómo sabes que fui abusada por sádicos?

Su voz es lenta y al procesar lo que ha dicho caigo en cuenta que he metido la pata, nuevamente. Mierda.

-Sophia.

-Viste los videos… ¿cierto? –susurra con temor.

No vale la pena negarlo. No puedo seguir ocultándole la realidad. Asiento lentamente y Sophia da un paso hacia atrás.

-Lo prometiste –me señala-. Me prometiste que no los verías. Dijiste que no lo harías.

Al ver cómo comienza a llorar intento acercarme, pero se aleja aún más.

-Nena, yo…

-Lo prometiste –me interrumpe y solloza.

-Lo sé y lo siento. De verdad, lo siento.

-Por eso no quería que los vieras –murmura entre sollozos-. Ahora tendrás asco para siempre.

-Mi asco no es hacia ti, Sophia –con un movimiento rápido me acerco a ella y tomo su rostro en mis manos.

>>Siento asco de mí. Siento asco de lo que te hice pasar. Soy como ellos.

-No, tú no eres como ellos –niega y suspira.

-Sí lo soy, soy un sádico y lo sabes.

Sophia quita mis manos de su rostro y entrelaza sus dedos con los míos.

-Christian, ellos abusaban de mi. Ellos hacían todo sin mi consentimiento y lo hacían simplemente para causarme dolor. A ti si te importaba y te importa lo que yo pensaba. Me respetaste en todo momento, ellos no.

>>Todo lo que vivimos y lo que hicimos en el cuarto de juegos fue con mi consentimiento. Nunca me sentí forzada y nunca me obligaste a nada. Por eso me enamoré de ti, porque a pesar de las reglas y el contrato, siempre me respetaste y velaste por mi bienestar.

Me encantaría creer ciegamente en lo que dice, pero no puedo evitar dudar un poco de sus palabras. Al final esos cerdos y yo nos excitabamos al infligir dolor en otras personas. Y aunque en mi caso siempre lo hice con el consentimiento de mis sumisas, al final era el dolor lo que me encendía sexualmente.

-Christian, debes creerme –pone una mano en mi nuca y presiona su cuerpo contra el mío.

Miro sus hermosos ojos azules y no puedo evitar preguntarme cómo alguien que pasó por tanta mierda puede estar frente a mi y no sentir ningún trauma si le tocan el cuello, el pecho o el rostro. ¿Cómo ha hecho para aliviar las heridas que le causaron?

La mejor sumisa de Christian GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora