Aarom tenía razón. Joseph no perdió el tiempo para arruinar todas y cada una de sus clases, colmando su paciencia, con bromas sexistas y desafíos a la autoridad que causaban burlas en el salón de clases calmadas solo cuando aparecía Gerald, obviamente se ganó mas una visita a la oficina del director. Su amigo rubio, Arian, se la pasaba atrincherado en su lugar con el ceño fruncido la mayor parte del tiempo, lo que era totalmente opuesto a la sonrisa amable que le regaló el primer día. Zack era el joven más hiperactivo que le tocó conocer en sus años enseñando, por mas divertidas que fueran sus travesuras y las excusas bobas que daba para su tardanza o para las tareas incompletas, él debía ser estricto por su propio bien. Por otro lado Delia se encargaba arduamente de duplicar su trabajo en biblioteca haciendo que su hora de salida se retrace. Ejercer la profesión para la que estudió resultó ser más difícil de lo que alguna vez imaginó pero aún así no se arrepentía y trataba de disfrutar sus días al máximo.
"Casi un mes con nosotros, joven Mateo" dijo el director cuando lo encontró en la cafetería de la escuela "Por favor permíteme sentarme contigo y cuéntame como te está yendo en mi escuela" traía entre sus manos una copa de jugo para acompañar el refrigerio del omega.
"Uhm, la verdad es que creo que no hay nada novedoso. Los típicos adolescentes rebeldes y curiosos" sonrió antes de llevar otro bocado a sus labios.
"Es muy amable de su parte no hablar sobre el mal comportamiento de los alumnos y más específicamente de mi pequeño terremoto" compartieron una suave risa. "Veo que se lleva especialmente bien con Gerald" sus palabras causaron un fuerte sonrojo en el omega.
"Lo siento, sé que podría parecer algo más pero solo somos amigos, nos estamos llevando bien" habló rápido mientras a su mente venían recuerdos del contrato que firmó, una de las clausulas prohibía las relaciones amorosas dentro de la escuela para él porque eso solo desataría feromonas descontroladas cerca muchos alfas jóvenes que no saben mantener a raya su instinto. "Nada de parejas ni embarazos durante mi contrato, lo sé" pues si, tampoco debía tener un bebé por el desequilibrio hormonal que esto provocaba, no querían un omega gimiendo por atención de su alfa en plena clase y Mateo lo entendía a la perfección.
"Sé que pensarás muy bien las cosas y por más que lo que te pedí suena cruel sabes que es por tu bien y el de todos en la escuela" se notaba una ligera pena en sus palabras, Mateo era un omega muy bonito y el pensar en la carga de pastillas diarias que llevaba en su pequeño cuerpo para dormir su instinto, solo queriendo encajar y seguir sus sueños era de alguna manera desgarrador e injusto pero lo sería aun mas encasillarlo solo al papel de amo de casa a la sombra de un alfa con una gran barriga de embarazo, como todos él también merecía elegir.
"Sí, muchas gracias" al contrario de lo que creía el señor David, Mateo se sentía lo suficientemente importante como para que un alfa como él se acerque a mostrar su preocupación, su adormilado omega sonreía en su pecho disfrutando la atención que estaba recibiendo. Terminaron de comer entre pláticas amenas sobre la familia del alfa y pequeñas anécdotas divertidas sobre la vida universitaria del omega.
Los días pasaban rápidamente, algunos mejor que otros y poco a poco se formaba una rutina. Algunas tardes recibía llamadas de su madre, era muy evidente el que a pesar de sus esfuerzos ella nunca esperaría mucho de su hijo, su mente estaba plagada de prejuicios y sabía que muy pronto el omega cedería a sus instintos. Sus amigos lo visitaban muy de vez en cuando y luego de unas horas poniéndose al día se despedían.
Las clases en la escuela cada vez eran más llevaderas, notó que los ojos verdes en los niños no eran del todo raros, pues desde algunos pequeños cachorros jugueteando en el patio hasta dos de su alumnos los tenían y ese color era verdaderamente hermoso.
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Profesor (En Edición)
RomanceEn una sociedad que rechaza a los omegas varones, Mateo logra cumplir su sueño de ser profesional y entra, después de muchos años, a enseñar en una escuela de la ciudad. Asignado como profesor de historia, nada podría arruinar ese perfecto primer d...