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"Idiota" dijo Zack al otro lado de la puerta "¿Tienes idea de todos los problemas que nos vas a causar?" estaban en su casa, había encerrado a Aarom en su habitación y le estaba haciendo guardia. Después de salir de la escuela llamó a la mamá de Aarom y trató de meterlo en un taxi, grave error el confiar en el juicio de un alfa loco, solo bastó un minuto de descuido para solo ver la sombra de su primo alejándose a toda prisa. Subió en el auto y pidió que lo siguiera, pasaron casi dos horas hasta que lo encontró sobre una banca en un parque infantil con los pantalones sucios y sin la chaqueta de su uniforme. 

"No fue mi culpa" sonó en un gruñido lastimero la voz de Aarom al otro lado de la puerta. 

"Ajá, ruégale al cielo que nadie haya visto tu desastre" estaba molesto, pero sabía que no fue del todo culpa del alfa "No diré nada pero de verdad espero que no hayas hecho nada malo."

No escuchó respuesta y aprovechó para preparar algo de comida para ellos, su tía le dijo que volverían esa misma noche pero hasta entonces él debía cuidarlo. 

Las horas pasaron tranquilas, salvo por los lamento que se oían cada cierto tiempo desde su habitación, Zack no sabía lo que era pasar por un celo pero en ese momento estaba agradecido de su naturaleza beta. Él era el hijo del director de la escuela, tenía unos mellizos como hermanos menores, hombre y mujer. Desde el nacimiento de sus hermanos la visión de su padre había cambiado pues si pequeño hermanito daba indicios de llegar a hacer un delicado omega y su padre prometió hacer lo mejor para él. Su madre entró en depresión por muchos meses, tuvo que entrar a terapia y así la familia comenzó a aceptarse y quererse cada vez más. 

Durante todo ese tiempo, su padre y él cuidaron de los pequeños, aprendieron mucho sobre pañales, papillas y Zack afloró su lado juguetón, siendo él el único que lograba hacer reír a los mellizos cada que lloraban. Ellos ahora tenían 3 años y se pasaban la mayor parte del día en una guardería mientras su mamá asistía a clases de cocina y seguía yendo a terapias para poder criar de la mejor manera a su pequeño omega. 

Ocho horas después de lo que ocurrió en la escuela con Aarom la casa dejó de estar a oscuras y un orgulloso alfa llegó con Melina dormida en sus brazos y el pequeño Marco delante de él con una galleta en sus manos. Las risas comenzaron a sonar y despertaron al beta que dormía en uno de los sofás. 

"Ya están aquí" Zack se estiró como un gato perezoso y frotó su rostro para despejarse "¿Dónde está mama?" dijo mientras sentaba a su hermano en su regazo. 

"Fue a encontrarse con tus tíos, ¿cómo está Arom?" 

"Tan miserable como en la mañana" dijo tratando de quitarle una galleta a Marco "Lleva encerrado ahí todo él día" el pequeño omega molesto le metió la galleta de golpe en la boca, a pesar de ser el más pequeño tenía un terrible temperamento. 

Padre e hijo cambiaron la ropa de los mas pequeños y dejaron a Melina dormida en su habitación. Zack llevó su hermano a la sala en lo que su padre revisaba el estado de su sobrino.

"Campeón, ¿Todavía respiras?" dijo tocando suavemente la puerta. 

"Creo que sí" la voz de Aarom se oía mas como un quejido "¿Llegaron mis padres?"

"Ya no tardan, estaremos abajo. Si necesitas algo solo grita ¿bien?" solo oyó un gruñido de respuesta y se alejó riendo. Mientras bajaba las escalera escuchó el ruido de un auto aparcando así que se apresuró a la puerta para recibir a su familia. "¡Familia! ¡Felicidades por el nuevo alfa!" dijo extendiendo los brazos. 

Su esposa se rió bajito y su hermano, Mario, le sonrió negando con la cabeza. Bajaron las pequeñas maletas que llevaron a su viaje y se dirigieron a la puerta. Los padres de Aarom subieron rápidamente a ver a su cachorro, luego de comprobar su temperatura y darle algunos tranquilizantes lo enviaron a ducharse con agua helada y cambiar su ropa para que puedan volver a casa. Compartieron una rápida merienda y luego de un par de horas de horas ya estaban listos para despedirse. 

Amanda, la madre de Aarom, se despidió muy amorosamente de todos pero la mayoría de los mimos fueron al más pequeño de la casa, en su mente el pequeño omega sufriría mucho de mayor y ella solo quería que tenga buenos recuerdos de su infancia, sin embargo su sonrisa ocultaba lástima por su pequeño sobrino. 

El camino no fue tan largo pero los semáforos en rojo y el mal humor de Aarom lo hicieron ver interminable. Una vez en casa los calmantes hicieron efecto en él y lo dejaron pensar tranquilamente. 

Recordaba muy bien la mañana, como despertó con una incomodidad en el vientre y mucho calor pero luego de darse una ducha estaba tranquilo así que no le tomo mayor importancia hasta que un par de horas después, durante la escuela, su aroma comenzó a filtrarse en el salón de clases casi vació luego de un examen y su pantalón comenzaba a ajustar, en su pecho su lobo comenzó a olfatear buscando a su omega pero su cabeza le decía que debía mantener la compostura, hasta que al salir de la escuela el rastro de un aroma dulce llegó hasta él, era demasiado débil pero él estaba seguro de que lo estaba llamando, sin pensar en quien dejaba atrás echó a corre en búsqueda de quien creía su omega, ya no era él quien tenía el control de su cuerpo, la fiebre y la necesidad de su alfa lo sumieron en la oscuridad dejando a cargo de su cuerpo a su lobo que solo gruñía por encajar su dientes en su omega.

No recuerda más su último recuerdo fue dejar atrás a Zack y su consciencia volvió cuando lo oyó nuevamente pero esta vez su ropa estaba desaliñada, el sudor empapaba su camisa un una mancha blanquecina adornaba sus pantalones. No supo que pasó ni como llegó a ese lugar con una imagen tan deplorable, solo sentía que el viento frío calmaba su fiebre y lo hacía más ligero.

Trataba de forzar su mente y recordar que sucedió exactamente durante el tiempo que su instinto pudo más que él mismo pero a estas alturas ya ni si quiera recordaba el ároma que logró enloquecerlo de esa manera. Solo esperaba, como dijo Zack, no haber lastimado a nadie.

Profesor (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora