(Corregida)
Ella llegó para cambiar muchas cosas, en especial su vida. Él nunca pensó que una mujer como ella lo haría sentir así, y ellos jamás imaginaron que terminarían juntos.
La historia puede cambiar, algunos serán felices, otros no tanto.
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¿Una cita?
Emmily seguía pensando sobre aquel sueño, quería saber el significado y cuando ocurriría. Estaba tan concentrada, como ultimadamente lo hacía, que no estaba presente en la plática que estaban teniendo las chicas, quienes planeaban la salida a Hogsmeade.
—Tierra llamando a Emmily, ¿Hay alguien? —dijo Ester pasando una mano por frente de sus ojos, quien parpadeó un par de veces, mirando a la pelinegra.
—¿Eh?
—¿Todo bien? Estas algo... distraída —dijo Anna con media sonrisa.
—Sí, todo bien, solo que anoche tuve... una pesadilla, es todo —se acomodó en su lugar— ¿Qué tanto hablaban?
—Estábamos viendo a donde ir primero a Hogsmeade este fin de semana. Si iras ¿no? —le preguntó Susan.
La castaña asintió, tomando la jarra para servirse más jugo de arándanos
—Dice James que es muy bonito, ¿Es cierto?
—Ahora si le daremos la razón a tu primo, porque si lo es, ¿En Norteamérica también venden cerveza de mantequilla?
—Sí y es mi favorita —se encogió de hombros y tomó un trago de su jugo.
—Bueno, aun así, vamos a las tres escobas por unas y después... No sé, podemos solo pasear para que conozcas el pueblo.
—Eso me encantaría.
Deseaba que ya fuera sábado, tenía ganas de conocer ese pequeño pueblo mágico, quería tomarse una cerveza y olvidarse de ese sueño. Cuando terminaron de desayunar, las cuatro se pusieron de pie y se fueron a su primera clase. Cuando llegaron al salón de encantamientos, las tres amigas se adelantaron a los asientos de arriba, pero Emmily se quedó de pie, viendo hacía donde se encontraba Regulus muy concentrado escribiendo algo. Miro a las chicas, que estaban más entretenidas hablando entre ellas, y decidió ir y sentarse en el asiento vació junto al pelinegro.
—Veo que dormiste bien —dijo la chica, llamando su atención. Regulus alzó la vista de su libreta y le regalo una sonrisa de lado. Ninguno de los dos notó como Ester los miraba desde frente con el ceño fruncido.
—Sí y gracias a ti, por cierto —se acomodó en su asiento para verla mejor— ¿De dónde sacaste ese hechizo? No lo había escuchado antes.
—Eso es porque me lo enseñaron en África —contestó sin darle importancia.