(Corregida)
Ella llegó para cambiar muchas cosas, en especial su vida. Él nunca pensó que una mujer como ella lo haría sentir así, y ellos jamás imaginaron que terminarían juntos.
La historia puede cambiar, algunos serán felices, otros no tanto.
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Reencuentro
Al día siguiente, Emmily se encontraba en la cocina preparando unas galletas para pasar el tiempo leyendo hasta que Regulus llegara, le había dicho, antes de irse, que quería llevarla a cenar a un restaurante al que Lucius y Narcissa habían ido una vez y que se lo habían recomendado.
Entró a la biblioteca, dejó el plato con galletas en la mesita y caminó hacia los estantes para tomar un libro que se encontraban en la sección de necromancia, no le gustaba mucho esa parte de la magia, pero le gustaba leer, como con todo. Al salir de entre los estantes, alzó la vista del libro, pero se detuvo en seco, su corazón se detuvo al verlo. Frente a ella, estaba el mismo joven que había estado en su habitación la noche pasada.
El castaño estaba viendo distraídamente un libro y Emmily se maldijo por olvidar su varita en su cuarto y por no poder encontrar su voz.
—Sabes, no sabía si estarías sola o tus... suegritos estarían aquí —el castaño dirijo sus ojos para ver los azules de la castaña, quien se aferraba al libro y no apartaba su vista de él—. Cuando te vi acostada con él, me decepcioné mucho, porque conmigo nunca quisiste pasar una sola noche en mi cama, pero ahora estás aquí, solo para mí.
Comenzó a caminar a paso lento hacia la castaña, esta retrocedía a cada paso que el castaño avanzaba.
—¿Cómo entraste, Fallen? —preguntó ella tratando que su voz saliera firme, pero esta salió temblorosa y Fallen lo notó. Sonrió ampliamente sin dejar de caminar.
—Digamos que... una amiga me ayudó con eso —paso sus ojos por todo el cuerpo de ella, desnudándola con la vista—. Cada vez te pones más hermosa, mi pequeña.
—¿Qué es lo que quieres?
—Quiero lo que me pertenece, o sea, tú —Emmily ahogo un grito cuando Alaric le arrebató el libro de las manos, tirándolo al suelo— ¿Aún no lo entiendes? —la tomó con fuerza del brazo, acercándola más a él, Emmily solo sentía el miedo apoderarse de ella— Tu eres solo mía, Emmily, de nadie más.
Se acercó a su cuello respirando el aroma de la castaña, esta tenía los ojos cerrados con fuerza mientras balbuceaba entre sollozos:
—Por favor... ya... déjame en paz...
—O ya se te olvidó cuando te hice mía —siguió él, ignorando a la castaña— ¿No me digas que no lo disfrutaste tanto como yo?
