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Sebastian Stan

Te encontrabas en la biblioteca de la universidad, buscando algunos libros para tu clase de balística forense, realmente querías impresionar a tu profesor con tu presentación acerca de armas y su calibre.

El profesor Stan era un excelente persona, atento con sus alumnos y les enseñaba todo lo que sabía a su corta edad de 30 años, sí, era el profesor más joven de aquella carrera y por mucho.

Caminas entre los estantes buscando los libros que te habían aconsejado diferentes maestros, pero no dabas con ellos, posiblemente ya los habían ganado, cuando diste vuelta por un pasillo viste al profesor Stan leyendo algunos libros en una de las mesas, se veía algo estresado, su cabello desordenado y la impecable imagen que siempre tenía, se había desvanecido, pero aún así se veía muy guapo, desde el primer día que lo viste por los pasillos te había encantado, y cuando supiste que sería tu profesor te emocionaste demasiado, y te prometiste o más bien obligaste a sobresalir en su clase, lo cual estabas cumpliendo magníficamente.

Sebastian se recargo en su silla y suspiró pesadamente, no tenía ninguna pista que seguir para el caso, se había metido en un callejón sin salida, alzó su mirada cuando una voz lo llamo, se encontró con su alumna estrella, Genevieve, le dedicó una sonrisa amigable —Señorita Monroe, ¿Qué hace un sábado por la tarde en la biblioteca?

Reíste por lo que dice —Le recuerdo que ha dejado una tarea, profesor.

Sebastian le sonrió y paso su mano por su barba —Si, pero es realmente fácil, no creo que tome más de dos horas de un viernes o domingo en la mañana.

Te encoges de hombros —Me ha gustado el tema, creo que puedo dar más de lo que ha pedido, profesor.

Sebastian niega y baja su mirada a los papeles —No se queme las pestañas por algo tan sencillo, señorita Monroe, porque cuando tenga que hacerlo realmente, no querrá.

—Usted se está quemando las pestañas y no es alumno —menciona la chica —Pero bueno, ¿Podría ayudarme con algunos libros? No encuentro los que necesito y como está aquí, me atrevo a pedir su ayuda.

Sebastian la miro y asintió tranquilamente, empezó a decir algunos libros —Muchas gracias —dice la estudiante y antes de irse mira los papeles de Sebastian —¿Necesita ayuda?

—Un milagro, si te soy sincero.

—¿Puedo? —dice apuntando los papeles.

—Sí, ¿Por qué no? Una mente fresca ayuda más, toma asiento —la invita.

Sebastian le hablo de su nuevo caso, mientras Genevieve miraba las fotos y pensaba en lo que su profesor le decía —¿Has pensado que la persona que lo hizo, se encuentra cerca?

El rumano la volteó a ver —¿Cómo?

—Bueno, puede ser familiar, amigo, compañero de trabajo o un vecino, porque no hay forcejeó y realmente no es un suicidio, intentaron que pareciera, pero a lo que me dices, el arma estaba lejos de la escena.

Sebastian lo piensa y luego recuerda a una mujer, que en efecto, era una vecina —El asesino dio el reporte desde la casa, y el patio conecta con la casa de atrás.

—Entonces, fue un vecino.

Sebastian sonríe al descubrir una nueva pista, porque podía ser o no el asesino, se levantó del lugar y acomodo todos sus papeles —Muchas, muchas gracias Genevieve, has sido de gran ayuda —el rumano metió todo a su maletín y lo colgó sobre su homb...

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Sebastian sonríe al descubrir una nueva pista, porque podía ser o no el asesino, se levantó del lugar y acomodo todos sus papeles —Muchas, muchas gracias Genevieve, has sido de gran ayuda —el rumano metió todo a su maletín y lo colgó sobre su hombro, se detuvo en seco y te mira con detenimiento —Tengo que ir a dar el reporte, el detective principal del caso hará el resto —habla, sintiéndose algo nervioso — Después tendré la tarde libre y en casa tengo la mayoría de los libros que te he dicho.

Lo miras asombrada, te invitaba a su casa, claro, para apoyarte con tu tarea, pero aún así te emocionaba verlo fuera del ámbito institucional —No quiero ser una molestia.

Él niega rápidamente —Gracias a ti tengo una nueva dirección, es mi forma de agradecerte.

Asentiste —De acuerdo, acepto su oferta.

Esa tarde estuviste en casa de Sebastian, lo llegaste a conocer un poco más, no las cosas importantes pero al menos ya sabías cómo era en casa, muy hogareño, cuidadoso y tenía un gato de mascota el cual te amo desde el principio, lo cual le parecía extraño a Sebastian, ya que Alpine odiaba a todos los que entrarán a su casa, exceptuando a su madre.

—Señorita Monroe —te habla Sebastian cuándo estás dirigiéndote a la salida, habían pasado tres días desde aquel sábado.

—¿Si, profesor?

El rumano se acerco a ti y te dio una tarjeta, venían sus datos de trabajo —Se que está a punto de solicitar sus prácticas profesionales, mi compañero Hiddleston y yo hemos decidido becar a un alumno de noveno semestre, y usted figura en las listas.

Lo miraste incrédula —¿En serio? Pero, hay mejores que yo.

—Me ayudó a resolver un caso, señorita Monroe, usted también es de las mejores —te responde orgulloso —Y sin mentir, usted está encabezando la lista, el detective Hiddleston hablara con usted esta tarde, felicidades

Saliste de su oficina emocionada, le contaste a tu mejor amiga, Jenna sobre lo que sucedía —Tendrás al sabroso de Stan para ti sola —se burla y a ti te hace reír aquello.

—No digas tonterías —le pides, pero en el fondo estabas completamente emocionada por pasar más tiempo con él.

Al mes siguiente eras una becada de Stan y Hiddleston, la mayor parte de tu tiempo libre lo invertías en los casos que ellos tenían y a veces hasta Sebastian te dejaba manejarlo sola, él simplemente te observa en silencio y te guiaba cuando veía que lo necesitabas.

—¿Estás seguro? —le preguntas cuando dudabas sobre un caso, giras tu rostro hacia el rumano, encontrándote su rostro a centímetros del tuyo.

—Sí —responde de manera profunda —¿No confías en mí?

Te quedas en silencio y asientes —Si confío en ti, solo, es una teoría muy sencilla.

Él se encoge de hombros —A veces las cosas son más sencillas de lo que parece, como elegir entre hacer o no hacer lo que tú corazón quiere.

Sus ojos no se apartaban de los tuyos y tú tampoco podías apartar tu mirada, los ojos azules de Sebastian eran tan hipnóticos —¿Qué es lo que tú corazón quiere? —preguntas en voz baja.

Sientes la mano de Sebastian acariciar tu mejilla, aparta algunos mechones de tu rostro y te sonríe —Esto —contesta acercando su rostro al tuyo y conectando sus labios.

Los labios de Sebastian eran cálidos y suaves, los mueve sobre los tuyos tranquilamente, sigues el beso de la misma forma, parecía que estaban destinados para encontrarse por la perfección en la que encajaban, Sebastian paso su lengua por tu labio inferior, pidiéndote más acceso, el cuál tu le permitiste.

Se separaron por falta de aire, Sebastian coloco su frente contra la tuya, ambos sonreían tontamente —Bueno, ya se habían tardado —la voz de Tom hace que ambos se separen como el agua y el aceite, el británico ríe y va por una taza de café —Espero que el caso este terminado y eso haya sido una forma de celebración.

Te sonrojas notoriamente y asientes —Han sido todos —contestas segura — Querían la herencia, ya que cada uno está en bancarrota.

Tom sirve su café y te sonríe —Muy bien, señorita Monroe —asiente caminando a la salida —Sea cual sea la forma en que transmites sabiduría, sigue haciéndolo Sebastian, llegará lejos.

Dicho lo último, el británico salió, cerrando la puerta y escucharon como le pedía a todos no interrumpir la sesión privada de tu profesor.

Viste nuevamente a Sebastian, el cual aguantaba la risa y la vergüenza —¿Te gustaría ir a cenar? —te invita y tú asientes rápidamente.

Así es como su pequeña historia de amor había florecido y como se convirtieron en los mejores detectives del país. 

Little Stories To Tell | Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora