1. DANDO CAZA A LOS BANDIDOS.

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Los guerreros habían caído en la trampa y ellas lo festejaron dándose palmadas en la espalda al más puro estilo masculino. Ataviadas con calzas y blusas amplias, los rostros tiznados y el cabello desgreñado, parecían un atajo de chicos enclenques. La que más, era Robbie, que superaba en altura a las demás e igualaba a la mayoría de los hombres del clan.

Todo había sido idea de Isobel, ella y su manía de trasgredir los límites impuestos, sin duda, una mujer adelantada a su tiempo. Y de eso ella entendía, no por nada ya llevaba al menos un año perdida en otra época que no era la suya. Todo se lo debía a su abuela Kendra y al legado que recibió como herencia.

_-Jajajaja. Lo hemos conseguido -exclamó Bridget contenta por haber atrapado a los ladrones de ganado.

Llevaban unas cuantas semanas tomando la iniciativa ante la pasividad de la gente de la aldea. Los hombres no habían querido tomar partido alegando que un par o dos de ovejas no iba a diezmar el rebaño, pero Bridget no estaba de acuerdo.

-Encargaos vosotras -había dicho Liam a modo de broma, y ellas no se lo habían pensado dos veces.

Eran seis chicas: Bridget, Isobel, Judith, Edith, Mariam y ella misma, Robbie. También las acompañaba Cedric, el hermano de Judith y Edith, era pequeño de edad pero alto de apariencia, y con doce años aparentaba los quince que no tenía.

-Átales las manos, Rob. -Quien daba las órdenes era Isobel, que prácticamente se había hecho con el liderazgo del grupo.

Sus edades rondaban los dieciocho años, excepto Robbie que tenía veinticinco, pero así vestidas parecían adolescentes imberbes. Robbie disfrutaba absorviendo como una esponja todo lo que ocurría. Si bien, la vida en las Highlands era un poco aburrida para una mujer. Pero desde que había hecho amistad con estas chicas, la cosa se había puesto entretenida.

Malcolm, Connor y Janick se dejaron hacer dócilmente, en cualquier momento podían hacerles frente a esos muchachos a pesar de la desventaja numérica, sin embargo se estaban divirtiendo de lo lindo siendo emboscados y posteriormente atrapados. Quien peor lo llevaba era Janick, un gran guerrero y mejor amigo, pero que se llevaba bastante mal con el hecho de ser inmovilizado.

Janick había sido maniatado y amordazado, y despues sepultado vivo cuando un grupo de bastardos renegados del clan MacKenzie lo había secuestrado. Desde entonces, tenía un pánico irracional a dejar de ser dueño de sus propios movimientos

Cuando el larguirucho chico llamado Rob acudió a maniatar a Janick, mientras los demás eran vigilados a punta de espada y flecha, éste sacudió un buen golpe en la cara del muchacho que cayó pesadamente al suelo.

-Janick -le increpó Connor. -Déjalo estar.

-No puedo -gruñó el otro que de pronto se vio enfrentándose con su captor.

Durante unos segundos, Robbie no supo qué ocurría, luego el dolor llegó a oleadas, cada una más intensa que la anterior. Tenía ganas de llorar, dios santo, sus ojos estaban a punto de desbordarse y hubo de morderse con fuerza el labio inferior para sofocar el torrente. Se levantó pesadamente y agarró su espada, colocó la punta en la base de la garganta de ese guerrero moreno tan grande como un oso.

-Bastardo hijo de...

Era difícil reprimir los insultos que le venía a la mente, pero debía adaptarlos a la época para ser comprendida. No se sintió satisfecha hasta haberle hecho sangre, un hilillo escarlata manaba de la pequeña incisión hecha con la espada.

-Tus manos.

El guerrero claudicó al fin, despues de un duelo de duras miradas con quien debía ser el jefe. Supo que estaba dándose por vencido muy a su pesar, y ella se esforzó en hacer el nudo más complicado y doloroso que conocía.

Capullo» -le susurró en el oído, incapaz de contenerse por más tiempo.

Maldita fuese la hora en que los tres decidieron interceptar a esos ladrones de ovejas. Lachlan y Dugald habían regresado a la aldea llevándo a los dos bastardos y Connor había decidido que ellos llevaran de regreso el ganado. Maldito fuese el momento en que habían sido tomados por ladrones, y luego Connor había guardado silencio, mientras Malcolm sonreía divertido siendo parte del espectáculo.

Pero el único fastidiado era él, aquella comadreja le había apretado bien las ataduras, y después de un buen trecho, ya notaba las manos entumecidas. Además, estaba herido, uno de aquellos bastardos ladrones le había clavado una daga en el hombro, justo donde llevaba el broche del manto. Estaba seguro de que era un tajo sin importancia, y por eso no había dicho nada a los demás.

-¿Y ahora qué demonios vamos a hacer? -preguntó irritado.

-Nos dejaremos guiar y luego lo aclararemos todo.

Montaron a caballo, no sin cierta dificultad, y emprendieron la marcha, Bridget iba a la cabeza mientras las demás vigilaban a los ladrones. Robbie no quitaba la vista de encima al guerrero más grande, tenía el cabello tan negro que parecía teñido, y la miraba con cara de pocos amigos. Ella debiera estar más indignada, no había nada que la enfureciera más que ver su propia sangre, y el corte que tenía en el amoratado pómulo había sangrado profusamente. Ahora estaba dolorosamente suturado, echaba de menos los avances médicos de su tiempo, como una buena anestesia para adormecer la zona herida.

Sin embargo, la idea de regresar a la aldea y entregar a aquellos bastardos, le levantó el ánimo. Y eso que las habían tachado de ilusas y débiles, nunca antes le hubiera molestado en su tiempo, pero parece que ahora tuviera mucho que demostrar. Era una época en que las mujeres se dedicaban al pastoreo, a criar cerdos o la labranza, eso si no estaban destinadas a la cocina o eran objetos de decoración.

-Demonios -masculló para sí. Vaya, incluso estaba acostumbrándose a estas maldiciones tan ligeras, cuando hubiera preferido alguna otra expresión más florida y malsonante.

Y siendo mujer, aqui no podía usar ninguna de las expresiones usadas por los hombres: demonios, diablos, diantre, maldición.

Cuando llegaron a la aldea, se detuvieron en el patio frente a la torre del homenaje, los miembros del clan rodearon a los recién llegados mirándolos, con curiosidad unos y con recelo otros.

Liam apareció enseguida acompañado de su padre, Angus, que se abrió paso entre la multitud hasta llegar donde los tres guerreros maniatados.

-¿Qué ocurre aqui? ¿Qué han hecho estos hombres?

Isobel desmontó y enfrentó a su padre.

-Ellos son los ladrones de ganado.

-¿Pero qué demonios...?

Angus no llegaba a comprender por qué razón sus hijas estaban vestidas como hombres, comprobó estupefacto que Edith, Judith y Mariam presentaban idéntico atuendo. Sin duda, la culpa de todo la tenía Roberta, antes de que llegara a la aldea, las mujeres se comportaban como mujeres. Y además, habían arrastrado al pobre Cedric con ellas, bueno, al menos él tenía una pizca de sentido común.

Robbie se escabulló antes de ser descubierta, además, tenía un horrible dolor en la mejilla, y echaba muchísimo de menos los antiinflamatorios de su época.

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