Capítulo 26.

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Naruko llega a un lugar al que nunca había estado. Con los ojos muy abiertos mira a su alrededor. Todo estaba repleto de sapos y ranas, incluso podía escuchar el croar de estas.

El paisaje era bastante colorido, y allí donde mirase había vegetación y agua. Parecía un gran paraíso repleto de sapos y ranas.

- ¿Dónde... estoy? – pregunta. Hace tan solo un segundo se encontraba en la entrada de la aldea, y ahora estaba en ese lugar. Estaba un poco confundida. Fukasaku aparece a su lado de la nada -. Viejo sabio... ¿qué es este sitio?

- La Tierra de los sapos – contesta este.

- ¿La Tierra de los sapos? – repite ella mirando nuevamente a su alrededor.

De repente un enorme sapo salta desde uno de los árboles, pero cuando Naruko mira mejor ve que se trataba de una hoja gigante.

- ¡Naruko! – grita Gamakichi muy feliz plantándose frente a la chica.

- ¡Gamakichi! – dice ella un poco asombrada. Aún estaba asimilando el que estuviera allí y que hubiera llegado tan rápido.

- Yo te he invocado aquí, Naruko – le informa el sapo.

- Ya veo... - dice ella entendiendo todo ahora -. Así que así es como funciona.

- Antes de entrenar, deberíamos comer – propone Fukasaku -. Ven conmigo.

- ¡¿Comida?! – pregunta ella con una gran sonrisa y se marcha tras el sapo sabio.

Cuando llega a la casa de este, y ve la comida que les había preparado Shima, a Naruko le entraron ganas de vomitar. Todo lo que había en la mesa tenía una pinta horrible, pues eran insectos, larvas y algunas otras cosas que no sabía identificar, y tampoco quería.
Ahora mismo se arrepentía mucho por no haber traído ramen instantáneo. Tenía mucho en su casa, y siempre que salía de viaje se llevaba algunos botes con ella, pero esta vez se había olvidado. Un gran error por su parte, el cual estaba pagando ahora.

- ¡Bien! ¡A comer! – dice Shima muy contenta -. ¡Hice mi mejor esfuerzo para preparar esta comida! Vamos, vamos... no tengas vergüenza. Prueba estos gusanos – dice dejando una bandeja repleta de gusanos blancos bastante grandes y gordos, y cuando la dejó sobre la mesa se le cayeron unos cuantos, los cuales recogió y volvió a colocar en la bandeja.

Un escalofrío recorre el cuerpo de Naruko. Si esa era la comida que tendría que comer mientras estaba ahí, iba a morir de hambre.

- G-gracias – susurra ella juntando ambas manos. No quería ofender a Shima, así que hace un esfuerzo.

Coge la cuchara para probar una sopa. El líquido era color violeta, y de verdad le entraron ganas de vomitar ahí mismo. Se aguantó las ganas y probó la sopa. Como esperaba, estaba asquerosa, y eso solo aumentó sus náuseas y no pudo evitar echarlo todo.

Esa sopa era mortal.

Tras eso se marchó con Fukasaku, pero antes le pidió disculpas a Shima. Después de todo, la habían acogido en su casa mientras esta se quedase allí.

Ahora estaban frente a una cascada de un aceite bastante peculiar y rodeada de estatuas de ranas gigantes.

- Ma tendrá un ataque si te ve así – dice Fukasaku. Naruko estaba inclinada, con muchas ganas de seguir vomitando. Tenía que hacer algo para que alguien le llevase comida.

- Me he esforzado, ¿sabes? – dice ella.

- Cuando estás hambriento, tu barriga no es exigente – dice el sapo sabio -. Te acostumbrarás a su debido tiempo.

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