50. El señor Cáceres

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[HANNA]

Algunos días después: 14 de febrero, 2019

Bari, Italia

Después de días de investigación acerca de la empresa que me ha contactado, y de saber un poco más del perfil que ellos manejan en cuanto al diseño de sus empresas, me siento lista para enfrentar esta reunión. Acomodo mi falda color blanca hasta por encima de mi rodilla, y utilizando las puertas de vidrio del restaurante como espejo, me aseguro de que toda mi ropa este bien acomodada, y entro respirando profundo en un intento por relajarme un poco.

Una vez que llego al mostrador del restaurante, explico en mi limitado italiano que tengo una reservación, y amablemente las hostess me lleva hasta mi mesa. El señor Cáceres todavía no ha llegado, y aprovecho este momento para acomodar mi bolso, sentarme, y disfrutar de la increíble vista al mar que se aprecia desde esta mesa pegada al enorme ventanal que conforma una de las paredes del restaurante. Bari sin duda alguna es un lugar de ensueños y no podría sentirme más feliz de estar aquí.

Los minutos siguen pasando y comienzo a preocuparme de que nada de todo esto sea verdad, «¿Y si todo esto es una trampa?» es la pregunta que ronda por mi cabeza y es que cualquier cosa puede ser posible en este mundo. De repente, todas mis dudas se disipan cuando un hombre de cabello negro y ojos miel que tal y como lo vi en la fotografía de la pagina web aparece frente a mi —Señorita Mercier, buenas tardes— Me dice amablemente y su voz es ronca y gruesa demostrando así que su carácter es fuerte.

—Señor Cáceres, un placer conocerlo— Respondo de inmediato y me pongo de pie para estrechar su mano y saludarlo.

—Lo mismo digo, por favor, sentémonos— Propone y de inmediato ambos nos sentamos.

El señor Cáceres es un hombre de alrededor de cuarenta y cinco años, y por lo que puedo percibir es estricto en cuestiones laborales —¿Qué ordenaremos de almorzar? — Cuestiona mientras toma la carta en sus manos y comienza a ojear lo que ofrece el restaurante.

—La comida de mar aquí es muy buena— Sugiero y se sonríe.

—Entonces comida de mar será— Accede y en cuestión de unos pocos minutos ambos pedimos nuestro platillo con el camarero, y para mi sorpresa el señor Cáceres habla italiano perfectamente.

—He estado investigando un poco acerca los conceptos arquitectónicos de su empresa y creo que podría llegar a ofrecerle cosas sumamente interesantes para poder reducir el consumo energético de sus hoteles— Expongo.

—Me parece muy bien, el proyecto que vengo a ofrecerle es diseñar hoteles de lujo para mi empresa, nosotros le daríamos toda la información de los terrenos y localidades donde serán construidos, y usted nos presentaría diseños únicos para cada uno de ellos— Me deja saber y sonrió.

—Suena perfecto— Respondo inmediatamente.

Él sonríe tímidamente y luego saca un pequeño papel del bolsillo de su saco —Además de este ofrecimiento laboral, le tengo este mensaje— Explica y coloca el papel encima de la mesa para después acercarlo a mi deslizándolo.

Tomo el papel, lo doy vuelta, y mi corazón parece haberse detenido en este preciso momento cuando leo la frase "Mis ganas de verte son más grandes que la distancia que nos separa" y luego debajo de ella hay escrita una dirección —¿Dónde está? — Pregunto inmediatamente y al mirar al señor Cáceres, me doy cuenta de que él está sonriendo.

—Cristian vino aquí conmigo, no se preocupe, lo verá esta noche si va a esa dirección, y solo para aclarar las cosas, mi oferta no está relacionada con su visita, simplemente somos buenos amigos y él me la recomendó— Explica.

—¿Y el señor Santamarina? —Cuestiono.

—También lo llame para saber que tan buena era— Se defiende.

Me quedo en silencio por un momento, y no puedo creer que Cristian haya hecho todo esto para encontrarme... es que es una locura —Usted es cómplice de Cristian...— Murmuro y guardamos silencio por un momento mientras que el camarero deja nuestros platos sobre la mesa.

—Solamente estoy ayudando a un amigo a encontrar a la persona que lleva semanas buscando, y además como le dije antes, las recomendaciones que he recibido de usted son muy buenas— Insiste.

Vuelvo a leer la frase que hay escrita en el papel y miro al señor Cáceres —Dígale a Cristian que estaré allí esta noche, y que he entendido muy bien el mensaje que me ha enviado— Le digo firme.

—Se lo diré, él sabía que usted entendería esa frase— Comenta y si hay algo que Cristian y yo tenemos, son nuestras claves.

—Ya que me ha dado el mensaje, creo que ahora podemos continuar hablando de negocios, ¿no? — Propongo y asiente inmediatamente para que dejemos de hablar de Cristian y nos concentremos en lo que es realmente importante, es decir, no significa que lo de Cristian no lo sea, pero para mis nervios, por ahora es mejor evitarlo. 

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora