37. Solos

1.4K 137 16
                                    

[CRISTIAN]

Entrar a esta cabaña detrás de ella es como entrar al paraíso, pero sabiendo que no podrás disfrutar de nada de lo que hay en allí. Hanna siempre será la mujer más hermosa que conocí en mi vida y la más especial, la conozco demasiado y a la vez tan poco, que no sé cómo actuar. Dejo nuestras maletas a un costado, cierro la puerta detrás de mí y me acerco a ella —dos habitaciones tal y como acordamos, la tuya, y la mía— explico señalando cada una de ellas y sonríe.

—Gracias— dice y sonrió levemente.

—De nada, ¿quieres acomodarte y luego hablamos o lo que quieras? — propongo y es que en realidad no estoy seguro de que deba hacer.

—Hace un poco de frio, ¿crees que puedas encender la chimenea? — me pregunta y sonrió.

—Claro, hay leña afuera, iré por ella— respondo y me doy la media vuelta para salir de la cabaña e ir por la leña. Tal vez necesita un momento para adaptarse, y es que para ninguno de los dos es fácil esta situación, tenemos tanto pasado entre los dos, que el presente parece inexistente.

Me tardo más de la cuenta en seleccionar la leña y tal vez es porque aún no quiero entrar a la cabaña, al menos no mientras que no tenga una idea clara de que decirle o que hacer... «piensa Cristian, piensa...» me reclamo y me lleno de rabia al darme cuenta que yo nunca se cómo actuar con Hanna, es como que si viviera lleno de miedos de arruinar las cosas con ella, y estoy harto de esta situación —no puedes seguir siendo así— me reclamo e intento sacudir toda esa cobardía que por momentos se apodera de mi para después entrar a la cabaña y afrontar la situación como se debe.

—¿Quieres café? — la escucho preguntarme y al mirar hacia la cocina que es donde ella está ahora, la veo descalza, con un suéter bastante holgado y su cabello recogido de manera desordenada. Se ve hermosa y me recuerda a cuando usaba mi ropa después de que estábamos juntos...

—Sí, claro— respondo de inmediato y dejo la leña a un costado de la chimenea para después agacharme y colocar un poco en esta y luego encender el fuego. A los pocos minutos, el fuego comienza a arder y al ponerme de pie, ella está detrás de mi ofreciéndome una de las dos tazas —gracias— le digo y ella simplemente sonríe para después sentarse sobre la alfombra que esta frente a la chimenea. La imito sentándome a su lado y el silencio se adueña por un instante de este lugar.

—¿Qué hubieras hecho si Zaira te hubiera dado el mensaje que le di? — me pregunta repentinamente.

—¿Hablas de cuando le dijiste del embarazo? — cuestiono volteando a verla.

—Si— rebate inmediatamente.

—Lo hubiera dejado todo e hubiera estado a tu lado y al lado de nuestro hijo, pero lamentablemente, el hubiera no existe— digo con lo mucho que me pesa está frase.

—Lo sé... solo que a veces me torturo pensando en que hubiera pasado si tu hubieras estado a mi lado... si mis padres hubieran sabido del embarazo... si no te hubiera ido...— explica y su voz se entrecorta a causa de las lágrimas que amenazan con salir de sus ojos.

—¿Crees que no me he preguntado lo mismo? — cuestiono mirándola.

—¿Por qué cometimos tantos errores? — me pregunta fijando su mirada cristalina en la mía.

—Te diría porque éramos muy jóvenes, pero sería una mentira... la realidad es que fuimos dos cobardes que nunca se atrevieron a decirse lo que sentían. Me di cuenta muy tarde de cuanto te amaba, era tal mi miedo por perderte que callé y me arrepentiré toda mi vida de haberlo hecho— digo con mi voz entrecortándose.

—¿Y si nos hubiéramos atrevido? ¿Qué? — interroga.

—Hubiéramos pasado por todo ese dolor juntos, o tal vez nuestro hijo hubiera vivido... no lo sé, tan solo sé que nos hubiéramos enfrentado a nuestras familias y que tal vez ahora estaríamos casados con hijos y comiéndonos a besos cada noche como tantas noches lo hicimos— expongo.

Ella esquiva su mirada de la mía, se centra en el fuego que arde frente a nosotros —¿Qué sientes por mi ahora? Olvida el pasado... dime, ¿te ocurre algo conmigo hoy? O ¿es el pasado quien sigue confundiéndote? — me pregunta sin rodeos y creo que es esto lo que necesitamos un "sincericidio" esa palabra que no existe, pero expresa que lo que es decir verdades en estas circunstancias.

—¿Estás dispuesta a escuchar lo que siento por ti sin que salgas huyendo? — le pregunto firme y asiente.

—Para eso estamos aquí, ¿no? Para ser sinceros— dice segura.

—Sí, y si quieres sinceridad, en estos días me di cuenta que jamás te olvide, que te sigo queriendo... perdón, amando como lo hizo aquel Cristian que fui, pero ahora sin miedos, sin dudas y con ganas de que lo vivamos todo juntos, pero sé que las cosas no son como antes, que no puedo simplemente besarte o decirte lo que me ocurre contigo sin que tu vida se vea afectada, y esa es la única razón por la cual constantemente reprimo este impulso que siento por besarte— le confieso y en su mirada puedo notar como lo que le acabo de decir la ha afectado.

—¿Te soy sincera? — pregunta y es más una advertencia que otra cosa.

—Por favor— le pido y apenas puede mirarme.

—Hasta aquel día que nos encontramos en el restaurante, yo creía que te había olvidado por completo, ya sabes... en cuanto a mis sentimientos— aclara y mi corazón se acelera inevitablemente.

—¿Y que paso? — indago.

—Me di cuenta que por más que intente y por más feliz que sea con Gastón, nunca podré olvidarte. Siento culpa porque esto sea así, es como si por dentro sintiera que todo esto está mal, que soy una desagradecida con él, pero al mismo tiempo te veo, te siento cerca y me siento aquella Hanna que se moría por ti cuando era una adolescente— me confiesa y sus palabras parecen un sueño.

—¿Entonces? ¿Qué se hace en estos casos? — pregunto mirándola y respira profundo.

—Me encantaría tener una respuesta para eso— contesta y esquiva mi mirada —pero no la tengo, quisiera saber qué hacer, pero me siento paralizada. Si avanzo hacia ti, le estaré haciendo daño a él y si me niego a hacerlo, nunca me quitare estas dudas que me carcomen— expone.

—¿Y si dejas de pensar tanto y te relajas? No tiene por qué ocurrir nada entre los dos, ni un beso, ni una caricia, ni nada que no quieras... podemos ser dos amigos que simplemente se han reencontrado y dejarnos ser como queramos ser estos días— Propongo.

—Eso suena bien— accede finalmente y sonrió.

—Entonces... ¿Qué te parece si nos abrigamos y vamos a caminar por el bosque mientras hablamos y eso? — propongo y su sonrisa me deja saber que es un sí.

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora