38. Pasado y Presente

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[HANNA]

Caminar al lado de Cristian mientras conversamos acerca de nuestra vida resulta algo muy familiar y desconocido a la vez. Por una parte, me remonta a los tiempos donde nos contábamos absolutamente todo, pero, por otro lado, los temas de los que estamos hablando son muy lejanos a los que compartíamos antes, y no es para menos, ya no somos aquellos dos jóvenes que se contaban su sueños, ahora somos dos adultos que a base de esfuerzo y sacrificios pudimos cumplir algunos de ellos —¿aun tienes tu tatuaje, o ya te lo removiste o cubriste con algo más? — me pregunta de la nada y sonrió.

—Aún lo conservo— respondo teniendo que mirarlo y se sonríe.

—Recuerdo el día que me lo mostraste— dice divertido.

—Tu cara era digna de una fotografía— bromeo.

—No sabía como actuar, había sido el primero y tú lo hacías parecer todo tan simple... como si no tuviera importancia— comenta.

—No podía decirte que estaba loca por ti, porque hubieras salido corriendo— le informo.

—Tal vez eso hubiera cambiado todo... pero bueno, mejor dime ¿tienes algún otro tatuaje nuevo? — me pregunta mirándome y asiento.

—Si, uno y muy importante— le respondo inmediatamente y me detengo en el camino.

—Puedo preguntar ¿Qué y dónde? — indaga y sin que él se lo espere, me comienzo a quitar el abrigo —Hanna, ¿Qué haces? — me pregunta nervioso.

—Quitándome esto para mostrarte el tatuaje— explico y comienzo a levantarme el suéter y a la camiseta que llevo puesta para poder bajar tan solo un poco la cintura de mi pantalón bajo su atenta y nerviosa mirada.

Lo observo viendo el tatuaje y al ser pequeño, él se agacha frente a mi —Julio 1 del 2011— lee en voz alta y me mira desde allí.

—La fecha que nació Noah— explico —quería tenerlo grabado en mi piel— termino de decir.

—Justo en tu vientre...— murmura y lleva la yema de sus dedos sobre el tatuaje haciendo que me ponga sumamente nerviosa —con solo imaginar que llevaste a mi hijo dentro de ti...— intenta decir, pero las lagrimas le ganan —perdón— me dice cubriéndose el rostro con las manos y puedo entender perfectamente lo que le está pasando.

—Cristian— digo agachándome frente a él e intento sujetar su rostro para que me mire —me encantaría decirte que ese dolor va a pasar, pero no puedo... es algo que nos tocara llevar a cuestas siempre— confieso y sus ojos se fijan en los míos.

—Ya no sé de que manera pedirte perdón... te imagino embarazada... dando a luz... y pasando por todo eso, y te juro que a pesar de lo muy enamorado que estoy de ti, siento que ni siquiera merezco estar aquí solo contigo— me dice y un suspiro se escapa de mí.

—Merecer es una palabra muy complicada— comento —si vamos a eso, yo te juro que siento que no me merezco a Gastón y mucho menos que él sea tan comprensivo conmigo—

—Dijimos que no lo íbamos a nombrar— me recuerda y asiento.

—Perdón...— murmuro y de repente es él quien me toma del rostro.

—Hanna, ¿Qué hacemos? — me pregunta repentinamente.

—¿Con que? —

—Con esto... no consigo sacar todo esto de adentro, siento que el dolor y el amor están conviviendo al mismo tiempo dentro de mí haciéndome sentir la persona más inestable emocionalmente— me confiesa y es exactamente, así como me siento yo también.

—No lo sé... te juro que me pasa lo mismo— admito y si las miradas hablaran, aquí estarían siendo dichas las palabras más fuertes y bonitas del mundo.

Sus ojos llenos de lagrimas están cada vez más cerca de los míos y su dedo pulgar acaricia mis labios lentamente —necesito besarte... quizás para curar el pasado o descubrir el presente, no lo sé, pero te juro que no lo puedo resistir— me dice y es tarde para poner cualquier tipo de excusa, por que sus labios y los míos se encuentran sin saber muy bien que es lo que significa este beso.

Es la segunda vez en mi vida que Cristian desordena todos mis sentimientos, que me deja contra las cuerdas sin saber si esta vez me hará caer dejándome herida o me sostendrá entre sus brazos para evitar el dolor. Sé perfectamente que ya no soy aquella Hanna que solo buscaba vivir el aquí y ahora, soy consciente de mi presente, pero hay un problema... mi futuro esta tambaleando por mi pasado y no sé como resistirme a esto que por momentos parece tener la misma fuerza que un huracán. Una vez escuche la frase "si no sabes que hacer, no hagas nada", me encantaría llevarla a cabo, pero hay algo por dentro que no me lo permite y me hace sentir la peor mujer del mundo.

—Espera... no...— digo en un acto de conciencia y lo separo de mi —necesito estar sola...— es lo único que consigo decirle para después alejarme de él.

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora