54. Curarnos

1.1K 138 24
                                    

[HANNA]

Me miro frente al espejo y me pregunto una y otra vez si esto es una buena idea, soy consciente de que el que juega con fuego puede llegar a quemarse, pero necesito saber que Cristian esta aquí acompañándome en estos momentos de una manera diferente. No quiero que se repita aquella historia que tuvimos una vez, pero, sobre todo, necesito confiar en él y en esos sentimientos que dice tener por mi. Veo mi tatuaje asomándose en la amplia apertura lateral de la camiseta sin mangas y los recuerdos de mi yo de casi 18 años regresan a mi mente haciéndome sonreír. Mis pantalones cortos desalineados y mi cabello recogido de manera desordenada acompañan mi estilo casual, pero sensual y tal vez pueda verme como una tonta al hacer esto, pero en esta ocasión quiero ser yo quien maneje el juego.

Respiro profundo, tomo el valor, y salgo de la habitación para ir a la terraza. Agradezco a los calefactores de jardín que hay en la terraza y descalza camino hacia la silla donde estaba sentada anteriormente teniendo así que pasar enfrente suyo. Su mirada marrón se fija en mi mientras que vuelvo a agarrar mi copa de vino, y se sonríe —Tenia miedo que te pararas frente a mi en un conjunto de lencería de encaje e intentaras de que me un infarto— Bromea haciéndome reír.

—No soy tan mala— Le aseguro mirándolo fijamente y puedo notar como sus ojos me recorren y luego se centran en mi tatuaje.

—Aunque, ese tatuaje sigue siendo la tentación personificada, recuerdo el día que lo vi por primera vez— Comenta y vuelve a mirarme a los ojos.

—¿Lo recuerdas? — Averiguo y asiente.

—Llegue a tu casa, era la primera vez que nos veíamos después de lo que había ocurrido en la playa y tú...— Dice y se sonríe —Te quitaste la camiseta diciéndome que te molestaba el tatuaje y yo no sabía que hacer, me puse celoso por pensar que te pasearías desnuda frente a cualquiera y me dijiste que no, que lo hacías porque te había gustado lo que paso en la playa y de allí la palabras salieron sobrando porque terminamos haciendo el amor con tus padres en la casa y la música a todo volumen— Termina de decir.

—Esa vez cogimos... no me hiciste el amor— Lo corrijo —Es más, no sé si hubo alguna vez que me hicieras el amor— Comento y bebo otro sorbo de mi vino.

Cristian deja su copa de vino sobre el suelo, se levanta de la silla llevándola frente a mi y se sienta en ella para luego colocar sus manos sobre mis piernas e inclina su cuerpo a mi dejándome oler el exquisito ahora de su fragancia —¿Recuerdas mi cumpleaños 25? — Me pregunta cerca de mis labios y me limito a asentir —Ya ahí te estaba haciendo el amor... Hanna, llevo muchísimos años enamorado de ti, y si hay algo de lo que me arrepiento, es de no haberme dado cuenta de esos sentimientos en ese momento. Amaba rozar tu tatuaje cada vez que te hacia mi— Me susurra y siento la yema de sus dedos rozando el perfil de mi cuerpo posándose sobre mi tatuaje.

—Cristian— Advierto...

Él se sonríe y desliza lentamente sus dedos por mi piel hasta que rozan la tela de mi camiseta y luego se detiene a la altura de mis caderas —No voy a mentirte y decirte que no te deseo con todas mis fuerzas, porque sé que estás cansada de las mentiras, pero soy un hombre que está frente a la mujer que ama, y a la que quiere cuidar incluso de si mismo. Hanna, confía en mi, ya no soy aquel hombre inmaduro que no sabía distinguir entre el amor y el sexo. No estoy aquí para que terminemos enredados en una cama, estoy aquí para apoyarte en lo que necesites y así no decidas darme una segunda oportunidad; me quedare contigo. No puede estar a tu lado cuando sucedió lo de nuestro hijo, tampoco cuando quedaste embarazada, pero hoy... aquí contigo mirándome de está manera, quiero decirte que puedes contar conmigo incondicionalmente— Me dice haciendo que de un momento a otro pase de la risa al llanto. —No llores hermosa...— Me susurra y de alguna manera sus manos terminan acariciando suavemente mi rostro.

—Prométeme que no me vas a fallar— Le suplico.

—No lo haré, si tu decides quedarte aquí en Bari; yo me quedo aquí contigo— Me asegura.

—¿De verdad? — Pregunto bajito y asiente.

—De verdad, sanaremos nuestras heridas juntos, por primera vez nos tomaremos el tiempo de hacer un duelo juntos, de abrazarnos, mirarnos, y llorar si así lo queremos— Me dice y sé que esta hablando de ese dolor que ahora los dos llevamos calado en el alma.

—Te necesito demasiado Cristian, siempre te necesite— Le digo entre lagrimas que ya son una mezcla de demasiadas cosas juntas y sin poder evitarlo me muevo sentándome encima suyo y lo abrazo como si mi vida dependiera de él.

—Yo también te necesito Hanna, he estado necesitando abrazarte así desde el día que supe lo de Noah— Lo escucho decir y sus brazos me rodean con más fuerza que nunca.

Al principio llegue a pensar que Cristian llegaba a Bari con un plan de reconquista usando lo que ocurrió con Gastón como una simple excusa, pero ahora entiendo que no es así... su propósito aquí es curarnos juntos del pasado, uno donde fuimos dos extraños que éramos todo cuando estábamos juntos, pero ajenos frente a los ojos de los demás. Hoy entiendo que para recomenzar cualquiera de los caminos que queramos tomar, tenemos que empezar por curarnos mutuamente de este dolor; uno que para él es un poco más reciente, pero no por eso deja de doler al igual que el mío. Ahora comprendo el daño que nos hizo nuestro adiós... cuantas cicatrices han quedado en nuestro ser y no veo otra manera de curarnos que no sea esta.

—Quédate aquí conmigo, abrázame mientras dormimos— Le suplico.

—Cuidare de tus días y tus noches si tu lo quieres, nunca más te dejare sola mi niña...— Me susurra y son estás palabras las que necesitaba escuchar de su boca. 

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora