71. Regresar

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[HANNA]

Un mes después: 4 de abril

Mi interior es una revolución sin precedentes, estoy nerviosa, ansiosa, y con demasiados sentimientos encontrados; todo eso sin contar que estoy extremadamente cansada ya que los últimos días estuve trabajando fuertemente para poder terminar de entregarle la propuesta al señor Cáceres, quien espero que esté muy feliz con el resultado.

Cristian aprieta mi mano mientras que el avión se estabiliza en el aire y luego la lleva sobre mi abdomen, que todavía no es victima del crecimiento de nuestro bebé ya que apenas tengo seis semanas —¿Te sientes bien? — Me pregunta bajito y asiento.

—Si, es solo que estoy nerviosa, no es fácil lo que vamos a hacer— Explico mirándolo a los ojos y me sonríe levemente mientras que lleva sus manos a cada lado de mi cabello y lo acomoda sutilmente.

—Lo sé, no es fácil encontrarnos de frente con nuestras familia y contarles nuestro pasado y nuestro presente, pero es lo que debemos hacer para liberarnos de todos esos fantasmas que nos persiguen y poder ser completamente libres, ¿no te parece? — Explica y tan solo puedo asentir.

—Si estamos juntos y me prometes que nada nos va a separar, te juro que se me van los miedos— Le digo haciéndolo sonreír.

—Nada nos va a separar, te lo prometo— Me asegura y luego me abraza dejándome saber que sus brazos son ese refugio donde siempre podré encontrar mi paz.

[...]

Las horas de vuelo han pasado bastante deprisa, tal vez por las conversaciones que hemos tenido y lo mucho que hemos estado imaginando nuestra vida con nuestro hijo. No me puedo mentir, me da muchísimo miedo ilusionarme, pensar en nombres, en si será niño o niña, en las cosas que nos gustaría enseñarle... tengo pánico de que no pueda resistir si algo le ocurre a nuestro hijo. Sé que él intenta quitarme los miedos a su manera, pero no es algo sencillo.

—Por aquí mi amor— Me dice mientras toma mi manos y hace que caminemos por el aeropuerto rumbo a inmigración.

—¿Cuándo iremos a Santa Mónica? — Averiguo cuando ya estamos llegando y nos formamos en una de las filas.

Él me mira como disculpándose de algo y yo me quedo esperando a que me diga de una vez que ocurre —He invitado a nuestras familias a la exposición aquí en Los Ángeles, supuse que hablar de todo en un terreno un poco más neutral era lo correcto, espero que no te moleste— Explica tímidamente y supongo que tiene miedo a que me enfade.

—Creo que aquí tenemos más sitios para huir en caso de que ocurra un desastre— Bromeo mientras que seguimos avanzando.

—Tú y yo siempre hemos encontrado la manera de escondernos cuando era necesario— Me dice bajito y me besa sin importarle que nos convirtamos en el centro de atención de la gente que está a nuestro alrededor.

—Hay niños— Murmuro sobre sus labios y se sonríe.

—Me controlare— Bromea y de está manera se separa de mi para que continuemos hasta que llegamos al puesto de inmigración y presentamos nuestros documentos.

Una vez que terminamos todos los protocolos para ingresar al país incluyendo aduana, caminamos juntos hasta la salida del aeropuerto y una vez afuera buscamos un taxi que nos llevé hasta la casa de Cristian ya que es ahí donde nos quedaremos por ahora y es que en realidad yo vivía con Gastón, por ende, vendí mi departamento en aquel momento.

—Nunca estuve en tu casa— Comento mirándolo a los ojos mientras que a nuestro alrededor se pasean los paisajes de Los Ángeles.

Él me sonríe y mordisquea sus labios para luego acercarse a mi oído —Supongo que nos quedara estrenar cada rincón de allí tal y como lo hicimos en Bari— Me susurra haciéndome reír nerviosa.

—Nene...— Lo regaño alejándome de él y le doy un leve golpe en el brazo que lo hace sonreír.

—Es tan solo una propuesta, ¿Qué piensas? — Me pregunta pícaramente.

—Que me gusta— Respondo sin dudarlo y me besa castamente para después separarnos solo con el propósito de no hacer sentir incomodo al chofer y él comienza a contarme acerca de como va todo con la exposición y de la gente que se dará cita esa noche.

No pasan más de veinte minutos cuando el chofer estaciona frente a una casa de dos pisos completamente blanca y con una arquitectura moderna y minimalista —Me encanta— Digo sonriente.

—¿Aprobada señorita arquitecta? — Me pregunta mientras paga el taxi y asiento.

—Completamente, me gusta mucho— Admito y una vez que todo está listo, los dos bajamos del taxi y es él quien se encarga del equipaje ya que no quiere que haga fuerza alguna.

—Fue lo primero que compre con mi primer cheque de esos grandes— Explica divertido mientras vamos caminando hacia la puerta.

—Siempre supe que te iría bien como pintor, tienes un talento excepcional— Halago y él tan solo me sonríe mientras abre la puerta y me dice que pase.

—Allí está la llave de la luz— Explica señalando una pared y rápidamente enciendo la luz para encontrarme con una decoración de estilo nordico que va perfecto con toda la estructura de la casa. Miro los cuadros que hay colgando y me quedo sin palabras al ver los hermosos paisajes que hay pintados en ellos, pero sobre todo con el cuadro donde está pintado el tatuaje que traigo en mi costado del pecho.

—¿Y eso? — Pregunto en un susurro y él se sonríe.

—El tatuaje más hermoso y especial que he visto en mi vida... ese que me he aprendido de memoria cuando te recorría todas aquellas veces— Explica y sin poder evitarlo, paso mis brazos alrededor de su cuello y lo beso con toda esta euforia y amor que me recorre por dentro al saber que de alguna manera él siempre me tuvo consigo.

—Te amo Cris— Le digo sobre sus labios.

—Yo también te amo mi amor, y a pesar de que muero porque recorramos juntos esta casa durante una guerra de besos, creo que por ahora tú debes descasar un poco, ¿sí? — Me pide haciéndome sonreír.

—Me gusta que me cuides— Admito.

—Y a mi hacerlo, ven, te llevare al cuarto para que puedas descansar y luego ya con calma te hago un tour por la casa— Explica y me toma de la mano para que juntos vayamos a su habitación... o mejor dicho, nuestra, porque a partir de ahora, todo es de los dos. 

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora