25. Siempre te Amé

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[HANNA]

Siento los labios de Cristian moviéndose sobre los míos con toda esa experiencia que tiene y a pesar de que el pasado busca ganar esta batalla, en un acto de sensatez de mi parte, coloco mis manos sobre su ahora más trabajado pecho y lo aparto.

Niego con mi cabeza mientras intento recuperar el aire —no Cristian.— digo bajo el manto de su mirada color marrón que intenta asimilar si todo esto es verdad o no.

No sé si sea capaz de decir otras dos palabras que no sean esas y supongo que la mejor opción es darme la vuelta y salir de su habitación. Camino lo más rápido que puedo levantando un poco mi vestido para no enredarme con él y bajo las escaleras tal y como si hubiera visto un fantasma.

En realidad, creo que fue así, he visto al fantasma de mi pasado recordándome cuanto amé a ese hombre y cuanto sufrí por él también. No comprendo cómo aun mi corazón idiota puede seguir latiendo de esta manera por él. No es posible que con sentir sus labios sobre los míos, haya sentido que me quemaba de pies a cabeza, me rehusó a sentirme atraída hacia él... No quiero volver a amar a Cristian...

Ignoro por completo el ruido de la música, a mi familia, a Gastón y a todo el mundo que este aquí, estoy aturdida entre tantos sentimientos que me invaden por dentro. Por un lado, Gastón con su pregunta acerca de los hijos, por otra parte, volver a recordar todo el dolor que representa para mi ir a ese cementerio, Cristian con sus confesiones, con sus disculpas y con todo ese dolor que le causa un pasado que desconocía hasta hace poco. Vuelvo a sentir que me cuesta respirar y solo cuando cruzo la puerta y siento el aire frio en mi cara, encuentro un poco de alivio.

Estas calles tan conocidas y que tantas veces recorrí en mi adolescencia se vuelven mi refugio mientras intento entender la complejidad de todo lo que siento ahora. No sé qué es lo que está bien ni lo que está mal. Solo sé que me encuentro en esa fina línea que divide el pasado y el futuro. Por un lado, Gastón me jala a un futuro donde me propone hijos, una boda y algo nuevo. Por el otro lado, Cristian vuelve a mi vida haciéndome ver cosas que se escondieron en el pasado, haciendo confesiones que parecen llegar tarde y haciéndome revivir momentos que di por enterrados.

Cruzo mis brazos intentando protegerme del viento, pero a medida que me voy acercando a la playa empeora y si bien lo sensato sería detenerme, todo mi ser me grita que continúe, que vaya al sitio donde suelo encontrar paz cuando todo se derrumba.

Me agacho un poco, me quito mis tacones, hago un nudo en el final de mi vestido con la goma de pelo que siempre llevo conmigo en mi muñeca y sigo caminando hasta que mis pies sienten la arena.

—¡Hanna!— escucho la voz de Cristian gritándome a lo lejos y solo espero que no me haya visto.

Comienzo a correr queriendo huir de él y no sé si esto sirva de algo, pero es lo único que se me ocurre hacer ahora. La arena se va haciendo cada vez más firme a medida que voy llegando a la orilla y el ruido de las olas del mar comienzan a convertirse en la música que busca calmarme. Hacía mucho tiempo no me sentía así... Había olvidado estas ganas de huir, pero fue sentirlo y sentir que todo mi perfecto castillo de naipes se derrumbaba, ¿Por qué me hace esto?

—¡Hanna, detente por favor! — vuelvo a escuchar que me dice y al voltear él está ya a mitad de la playa.

Lo miro sin sus zapatos ni calcetines puestos y es inevitable no llorar y no sé si es por la rabia, frustración o que... solo sé que quiero llorar sin parar.

—¡¿Qué es lo que quieres ahora?!— le reclamo en un grito que jamás creí que podría darle.

Él se acerca más, se quita su americana y la pasa por mis hombros para cubrirme —que no te vayas de mi vida, eso es lo que quiero. Te amo, ¿no lo entiendes? — me pregunta sujetando mi rostro delicadamente entre sus manos.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué cuando luche tanto para rehacer mi vida?— le pregunto sin poder evitar que las lágrimas caigan por mis mejillas.

Él me da una tímida sonrisa que se entremezcla con sus lágrimas —no es ahora Hanna, esto ha sido siempre... ¿no lo entiendes? Te amé sin saberlo desde la primera vez que estuvimos en aquella playa, solo que fui tan imbécil que no lo he sabido ver en su momento. Tenía miedo de un futuro contigo porque no sabía ni siquiera cual era el mío, me deje llevar por las por un poco de fama, por las exposiciones, pero nada de eso hizo que te olvidara ni un solo día ¿me escuchas? Ni uno solo...créeme, eres el amor de mi vida— me dice firme y en un acto suicida de mi parte, soy yo quien lo besa esta vez.

Este nuevo beso es uno lleno de fuerza, de ganas de besarlo y es tanto lo que nos dejamos llevar, que caemos de rodillas sobre la arena sin dejar de besarnos.

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora