3. De Todo a Nada

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[CRISTIAN]

Aún no puedo creer que frente a mi tenga sentada a Hanna Mercier, mi vecina de cuando éramos dos jovencitos, la adolescente por la que me escape muchas noches de mi casa, y la mujer que me permitió ser el primer hombre de su vida.

Mucha agua ha pasado debajo del puente desde aquellos días y por supuesto que ambos hemos cambiado muchísimo. Ella está más bella que nunca sus ojos verdosos casi no se atreven a mirarme y no comprendo porque, solo sé que su físico ha dado un cambio radical y que sus curvas podrían ser el paraíso o el infierno de cualquier hombre.

Escucho hablar a Gastón y no puedo creer que ella este comprometida con él. Si bien su apariencia no lo delata demasiado, este hombre tiene 49 años mientras que ella solo tiene 26.

«¿Cómo es posible que vaya a casarse con él? ¿Qué pueden tener en común ellos dos?» Pienso mientras que el sigue hablando.

—Creo que mañana podríamos firmar el contrato, ¿no? — me pregunta y miro a Laura como asegurándome de que ella este de acuerdo con todo lo que hemos conversado.

Ella asiente levemente y vuelvo a mirarlo —Me parece perfecto. — respondo y el cordialmente ofrece hacer un brindis por haber cerrado este trato que me llevara de gira por varios países.

—Sera un placer trabajar contigo Cristian. — dice sonriente.

—Lo mismo digo, y si no te parece una imprudencia, ¿puedo preguntar como se conocieron ustedes dos? —me atrevo a preguntar y la sonrisa de él es de pura felicidad.

—Ese es un tema del cual me encanta hablar. —rebate y la mira con amor y luego vuelve a mirarme —Hace un poco más de dos años contrate a Hanna para que diseñara el edificio donde está mi empresa y entre reunión y reunión para revisar los planos y dar el visto bueno para continuar, me enamore de ella y afortunadamente acepto una primera cita conmigo que después se transformó en una segunda, tercera y bueno después se convirtieron en una convivencia, en un compromiso y una boda por venir. —explica y vuelve a mirarla —¿No mi bella? —le pregunta y ella se sonríe.

—Así es. — responde y no puedo entender que estemos frente a frente actuando como dos extraños cuando algún fuimos tantas cosas.

—Entonces, ¿eres arquitecta? —cuestiono y sonrió por dentro y es que no podía ser de otra manera, lo lleva en su sangre.

—Si. — responde sin dar más explicaciones.

—De las mejores. — intercede él y toma su mano para darle un beso en su dorso —es especialista en mezclar arquitectura moderna con conceptos naturales, tiene un talento único. —comenta con orgullo y debo admitir que se ven muy felices juntos.

—Felicidades entonces. — es lo único que se me ocurre decir y es que en verdad no sé si confesar que ella y yo nos conocemos o no. Después de todo este hombre invertirá una gran fortuna para mis exposiciones y cualquier cosa que ponga en riesgo parte de mi sueño.

—Si me disculpan, necesito pasar al baño. — dice Laura.

—Yo debo ir para aquel sitio también. — dice él y mira a Hanna —ya regreso mi amor. — le informa y tanto el cómo Laura se levantan de sus sillas para ir hacia el área de los baños en medio de una conversación.

Mi mirada se cruza con la de Hanna y ella se oculta bebiendo un sorbo de vino de su copa —Hola, ¿no? Qué casualidad la de esta vida. —comento y ella tan solo alza un poco sus cejas y se sonríe forzadamente.

—Bastante, creí que nunca más volveríamos a cruzarnos y si lo hacíamos seria en Santa Monica en alguna reunión familiar o eso. — responde cortante.

—Regrese a Santa Monica e intente buscarte, pero tú te habías marchado. —le explico refiriéndome a aquella conversación que habíamos tenido.

—Me mude a Miami para estudiar arquitectura, cada uno hizo su vida como habíamos quedado. — me explica.

—Claro, lo nuestro fue algo sin ataduras, sin etiquetas... —comento.

—Exacto y si quieres que Gaston siga invirtiendo su dinero en ti, es mejor que no sepa que tú y yo hemos tenido algo. No quieres problemas con él y yo tampoco. — sugiere y solo puedo mirarle con dudas.

—¿Cómo puedes casarte con alguien que tiene apenas seis años menos que tu padre? —pregunto y sé que no tengo derecho a hacerlo.

Ella me mira firme —Lo amo y para el amor no hay edad. Ya lo dicen por ahí, ¿no? —me responde firme y sonrió.

—Noto que me hablas con resentimiento y no entiendo por qué. — le digo y es que esta actitud no la comprendo.

—Nada que ver, solo que no esperaba verte aquí. — se justifica.

—Ni yo, pero te estoy tratando bien, ¿no? — respondo.

—De maravilla, preguntándome porque estoy por casarme con alguien mayor que yo. — responde sarcásticamente y asiento.

—Lo siento, no debí juzgarte... — intento disculparme.

—Estoy acostumbrada y por favor, no digas nada de esto. —me vuelve a pedir y levanta su mirada viendo hacia otro lado y al mirar hacia allí, vemos a Gastón regresando.

—Como tú quieras, después de todo, a mí tampoco me conviene. — digo y disimulo que solo estamos teniendo una conversación normal cuando él se acerca más a la mesa.

«Más de ocho años sin verla y es así como sucede nuestro reencuentro...Vaya ironía de la vida haber sido tan cómplices y ahora absolutamente nada.»

DOS EXTRAÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora