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En ese momento supe que lo que acababa de escuchar fue mejor que cualquier cosa que me pudo haber dicho en aquel baño.

Acerque mi boca a la suya, sin llegar a juntar nuestros labios. Roce apenas unos segundos la piel suave y rosada de sus labios, sentí su respiración pesada golpear mi rostro, el olor a su perfume con un toque a menta inundó mi nariz.

Mis manos no tardaron en ponerse sobre su hombro y cabello, enredando las finas hebras negras como el ébano entre mis dedos.

Mi pecho estaba pegado al suyo, subiendo y bajando con la misma rapidez que el suyo. Mi piel quemaba por como se sentía el contacto y mi vientre pedía un contacto más íntimo. Sentí las manos frías de Jerathel ponerse sobre mi cadera, mandando una descarga eléctrica por mi espalda.

Mis labios no soportaron más el juego de roces que teníamos así que lo bese, hice aquel acto que cada vez me gustaba más, que cada vez necesitaba aún más.

Sentí como las manos de Jerathel dejaban mi cadera para deslizarse lentamente hacia abajo, para llegar hasta mis muslos. De un movimiento ágil me levanto del suelo. Lo abracé con mis piernas haciendo que nuestros cuerpos embonaran perfectamente, como dos piezas destinadas a estar juntas. 

Comenzó a caminar hasta que entró a un cuarto. Cerró la puerta de tras suyo pasando el seguro para después llegar hasta la cama. Se sentó sobre está, dejándome a mi aún arriba.

Me separé de sus labios, desesperadamente busque aire ya que sentía como mis pulmones quemaban por la falta de oxígeno.

Jerathel dejo la cabeza ligeramente inclinada hacia arriba, respiraba agitadamente, sus mejillas tenían un color rosado y sus ojos estaban cerrados. Era la mejor imagen que había tenido en mi puta vida.

Mi boca se dirigió a su cuello para comenzar a besarlo, quería dejar mordiscos y languetazos, iguales a los que él me había dejado.

- quiero ver tus alas - susurré en su oído. Como un reflejó estás salieron, Jerathel soltó un gruñido que me dio mil años más de vida.

Dejé su cuello para volver a mirarlo, mis manos se pusieron a los costados de su cabeza, con mis palmas cubriendo sus orejas mientras hacían un masaje a su cabeza.

Abrió sus ojos en un dorado intenso, aún más de lo que estaba acostumbrada, jamás los había visto así. Un par de estrellas guiando mi camino a casa.

Sus ojos me miraron unos segundos para después comenzar a bajar su mirada junto a su cabeza. Sentí su mirada sobre mi pecho.

- tenía razón Leo, te ves jodidamente sexy con esa ropa interior de gatitos - solté una pequeña risita. Mi ropa interior era negra con dibujitos sencillos de gatitos hechos con líneas blancas.

- solo no ropas está por qué me gusta demasiado - ambos reímos, para segundos después besarnos nuevamente. Sus manos viajaron a mi espalda topandose con el broche de mi sostén. Luchó unos segundos con éste para finalmente desabrocharlo.

Sin dejar de besarme lo quito, dejando que callera a un lado. Separó su boca de la mía para comenzar a bajarla. Se detuvo en el punto más sensible de uno de mis pechos, dando suaves mordidas. De mi boca salieron maldiciones, suspiraba pesadamente mientras sentía la atención que le daba a mis pechos.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora