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Las rutinas pueden cambiar, la forma de vivir puede no siempre ser igual. Cuando hay un desastre natural... Lo peor no es durante este, lo peor es después.

Hoy es el día 9 después del “gran terremoto” como lo llaman en todos los noticieros. Lo que vivimos fue actividad sísmica en la falla de San Andrés. Una gran falla que acaba de devastar a California, San Francisco, baja California y algunas ciudades más de México y Estados Unidos.

Aún recuerdo las narraciones del radio ya que seguimos sin luz y señal telefónica. El agua y comida están comenzando a escasear por las compras de pánico. Todos los días hay pequeñas réplicas, la tercer noche después del terremoto hubo una réplica más fuerte, debido a eso no podemos dormir en las noches por el miedo a que la casa colapse mientras dormimos. Y este desastre no solo es aquí, en todo el mundo están comenzando desastres nunca antes vistos, cada uno de ellos devastadores. Más de 1000 volcanes han entrado en erupción, las tormentas tropicales estan acabando con ciudades, incendios que están acabando con la vegetación, terremotos devastadores todos los días en diferentes países, sequías, inundaciones... El mundo está colpasando.

Jerathel, Raziel y Leo están nerviosos todo el tiempo, nuestros entrenamientos están llenos de tensión, no sabemos lo que sucederá, cuando o por qué.

Justo ahora estoy tomando un descanso, estoy sentada en el pasto viendo a los chicos. Ahora están luchando Raziel y Jerathel.

Cada que sus espadas chocan mi cuerpo retumba por la fuerza que están utilizando, yo no puedo dejar de ver a Jerathel, parece tranquilo, que todo está bajo control, pero en su mirada... Se que nada está bien con solo verlo a los ojos. Solo lo veo cuando entrenamos, no ha aparecido en mi cuarto ni un solo día, tiene ojeras, unas que jamás había visto en él. Lo noto incluso más delgado.

Mis ojos viajaron hasta Leonardo, él los miraba sigilosamente, eso hasta que se lanzó sobre Jerathel. De un giro rápido detuvo su golpe, ahora eran dos contra uno y Jerathel parecía muy calmado. 

— Lailah, la comida se está acabado, iré de compras ¿Quieres algo? — mi hermano salió al jardín, él también comenzó a ver cómo peleaban. Creo que vamos avanzando bien, al menos ya soporta estar cerca de ellos.

— ¿Puedo ir contigo? — mi hermano movió la cabeza diciendo que si — iremos a comprar comida — hablé en voz alta mientras me levantaba, ninguno de los tres contesto, parecían demasiado concentrados en su combate, ninguno se iba a dejar ganar.

Salí de la casa con mi hermano, ambos subimos al auto, un silencio algo pesado nos rodeo a ambos.

— Jerathel es muy fuerte — el primero en roper el silencio fue mi hermano.

— y no lo has visto pelear con sus alas, son como dos enormes escudos — hablé con una sonrisa en la boca. Sus alas... Aún no reaccionan como deberían.

— ¿no te dio miedo cuando las viste? — solte un suspiro recordando ese día.

— demasiado, vi sus alas extendidas, levantadas, las vi en su forma más amenazante, me sentí tan diminuta al tenerlo enfrente pero aún así en ningún momento pensé en salir corriendo, aún que les tenía miedo por su gran tamaño nunca me sentí en peligro, jamás me he sentido en peligro cuando estoy cerca de él — mi vista estaba clavada en las calles, aún hay muchos escombros sobre las calles.

— ¿crees que papá fue igual? — siempre me hice esa pregunta.

— quiero creer que si — después de esa respuesta el silencio regreso.

Cuando llegamos al supermercado un escalofrío recorrió mi espalda al ver muchos estantes vacíos. Mi hermano tomo un carrito y comenzó a moverse entre los estantes. Lo poco que veíamos que servía lo tomabamos.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora