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Una semana... Una semana había pasado desde que Jerathel llegó destrozado, una semana donde no ha despertado y cada segundo en qué no abre los ojos es una tortura para mí.

Toda esa noche, en la que llegó, llore. Me sentía sola, solo podía aferrarme a nuestro lazo, sintiéndolo débil, pero sintiéndolo. Le dolía y mi ser temblaba al no poder hacer nada para aliviar ese dolor.

Al día siguiente me la pasé en el cuarto, sentada en el suelo viendo a Jerathel, Leo se fue a dormir y a bañar mientras yo lo cuidaba.

Mi vista no dejaba su espalda, que apenas se levantaba para hacerme saber que seguía respirando. Una semana donde no hablé con nadie. Mi hermano despertó la mañana siguiente diciendo que había tenido una pesadilla. Aún que no lo fue.

Raziel lo mando de nuevo a los angeles a un caso, dándole la oportunidad a Leo y a Raziel de quedarse. Al menos hasta que despierte, mientras no lo haga sigue corriendo el riesgo de morir.

- Lailah - escuché la voz de Leo a unos cuantos metros, seguramente está en el marco de la puerta viéndome. Yo no quite mi vista de Jerathel. Me dolia la espalda por la posición incómoda en la que me encontraba, mi cabeza martillaba pidiéndome un descanso real, que me relajara, pero no podía, no mientras Jerathel corría el riesgo de morir.

- ¿Que pasa? - respondí bajo.

- baja a comer - hablo como si fuera mi padre.

- no tengo hambre - desde hace días el apetito había desaparecido.

- no te lo estoy preguntando, sigues débil y el no comer y no dormir no te va a ayudar, solo bajaremos unos minutos después puedes regresar - lo mire al rostro, tenía ojeras bajo los ojos, su rostro no sonreía desde hace una semana. No iría, no quiero dejarlo, me da miedo... No lo dejaría una vez más - si bajas a comer algo dejare que lo cuides en la noche - apenas escuché eso me puse de pie aceptando. No me habían dejado cuidarlo de noche.

Salí del cuarto para baja, Raziel estaba en la mesa acomodando un plato, me senté y unos segundos después mis dos amigos se sentaron enfrente mío. Ninguno había comido, no los había visto comer.

- ¿ustedes no comerán? - tome mi tenedor y comencé a picar los trozos de carne.

- nuestros cuerpos no necesitan ni agua, ni comida, podemos comer pero no es algo necesario como para ustedes - eso explicaba por qué se veían tan enteros sin haber comido en una semana. Nos volvimos a quedar en silencio, no entablabamos una conversación de más de dos líneas desde aquella noche... Y lo único que les dije fue que eran unos imbéciles.

- lamentó lo que les dije esa noche, creo que es tarde para disculparme pero lo siento - mi vista estaba perdía en los chícharos que empujaba mi tenedor, separándolos del arroz - estaba... Desesperada, no pensaba en lo que decía - cuando levanté la mirada ambos tenían una sonrisa.

- yo hubiera actuado peor si hubiera estado en tu lugar - hablo Leo - está bien, no importa - cuando escuché eso un pequeño peso dejo mi espalda.

- ¿saben que pasó con Max y Eris? - aún no sabía nada de ellos. Y era extraño.

- ambos castigados - hablo Raziel - esa noche les dije que comenzó un incendio, por eso salieron corriendo de la casa, tanto a Max como a Eris los castigaron por no llegar a sus casas en dos días, y además por irse a la casa sin permiso.

- pero si habían pedido permiso - interrumpí.

- si, pero hice pensar a todos que no - solté una pequeña risa - tuve que quemar la casa - mi vista volvió a dejar el plato.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora