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— Me gusta este lugar — hablo Jerathel aún debajo de mi playera. Su cabeza estaba acostada de lado y sus manos en mi espalda.

— ¿Cuál? ¿El estar en medio de mis piernas o bajo mi ropa? — Jerathel soltó una risa ronca.

— si no estuviera herido ahora estaría en lo más profundo de tu cuerpo — sus palabras hicieron que mi espalda se arqueara levemente y un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.

— si no estuvieras herido no estarías aquí — Jerathel bufo y saco su cabeza para mírame a la cara.

— echaste un balde de agua fría en el fuego que apenas estaba logrando prender — ambos reímos — estás cansada, deberíamos dormir un poco — moví la cabeza diciendo que si. Aún me sentía un poco débil.

Jerathel volvió a acostarse y abrazarme como hace algunas horas atrás. El sueño se apoderaba de mi, el calor del cuerpo de Jerathel me rodeaba, mi cabeza por fin se encontraba en paz.

גלוי שכינה

Esa mano... Era color negra, como si un guante la cubriera, desde la punta de sus dedos hasta su codo, en la parte alta del brazo se veían las venas igual de negras, un negro marfil tan intenso, una oscuridad que se puede sentir. Una oscuridad palpable. Un humo negro se arremolinaba sobre la palma, tentando a ser usado.

Escuchaba una voz, o tal vez eran mil juntas, diferentes tonos, con diferentes fuerzas, pero era tan desagradable.

Mi cuerpo dolía, mi pecho pulsaba, mis manos ardían.

La imagen se cortó y me llevo a más series de imágenes.

Corria entre el bosque, algo me seguía, después estaba arriba de un árbol, con un arco en las manos, apuntaba a algo, una criatura extraña, estaba sobre sus cuatro patas, su rostro, no tenía nariz, de sus dientes grandes y afilados caían gotas de sangre, del tamaño de un caballo. Listo para atacar, listo para matarme.

Abrí los ojos exaltada, estaba sudando, mi respiración era violenta.

¿De quien era esa mano? ¿De quien era esa voz? ¿Por qué me perseguían? ¿Que era esa cosa?

Mire el reloj que estaba a un costado de la cama. Las 12:49 de la tarde... ¿Tanto habíamos dormido?

Mire a Jerathel, estaba profundamente dormido. Mi estómago gruño del hambre.

Con cuidado me escape de los brazos de Jerathel para bajar a la cocina y comer algo. Por mi mente no dejaban de pasar esas imágenes, tantas preguntas y ni una sola respuesta.

Todo ese día estuve con Jerathel, ambos acostados en la cama, hablando de cualquier tontería, contando anécdotas, conociéndonos aún más.

Jamás creí hablar de eso, pero Jerathel me habló sobre su antiguo hogar, él como vivían en campamentos, en las fiestas que tenían, en como cuando lo mandaban a la tierra en alguna fiesta él se iba a los hogares, en los campamentos humanos, en como los niños bailaban arededor de fogatas, en como la alegría incluso se podía oler. No me dijo hace cuánto tiempo fue eso... Pero presiento que hace tantos años, en especial cuando de sus labios salió la frase:

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora