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Baje las escaleras tan rápido que casi caigo, pero no tenía tiempo que perder.

— ¡Leo! ¡Raziel! — grite con angustia. Vi a todos en la sala con las luces apagas y en la televisión una película a todo volumen. Por eso no nos escucharon.

Todos giraron a verme.

— dios mío Lailah estás sangrando — grito Eris viendo mi pierna.

— ¡Jerathel los necesita! — Leo y Raziel corrieron a mi — ¡Ya! — grite viendo a ambos.  Ambos salieron corriendo pero logré tomar a Raziel del brazo — haz que se vayan de aquí — él me miró con preocupación.

— te tienes que ir con ellos, que te lleven a un hospital — él tocó mi pierna.

— a la mierda el hospital, haz que se vayan ya — me miró sin estar seguro pero me hizo caso.

Vi como levantaba su mano en la dirección de mis amigos y a las chicas que nos miraban sin saber que hacer. Dijo algo en otro idioma y como si de magia se tratara todos salieron corriendo.

No tengo ni idea de que los hizo pensar, pero si eso los mantiene alejados será lo mejor.

Raziel corrió a las escaleras y yo fui de tras suyo. Pero apenas él toco la primer escalera apareció un demonio

— ¡quédate de tras mío! — hablo Raziel mientras mataba al demonio.

— nos encontramos de nuevo, Lailah — mis piernas temblaron cuando escuché esa voz — el destino se empeña en encontrarnos en donde menos lo esperamos.

Raziel saco sus alas y me cubrió con ellas de aquel demonio. El dueño de mis pesadillas, Maalik.

— aléjate de ella — Raziel hablo sin una pizca de miedo.

— ¿Y por qué haría eso? ¿Tu me detendras? — el tono de superioridad dominaba su voz.

— nosotros — gire y a quienes me encontré fueron a Leo y a Jerathel. Ambos llenos de sangre negra.

— Azerex, traidor — hablo el demonio dirigiéndose a mi amigo.

— todo ser que tuviera ojos sabía que los traicionaría... Por eso me quitaron los cuernos y la cola ¿Que no? — ¿Que mierda? ¿Tenía cuernos y cola?

— cierto... Aún recuerdo tus gritos de dolor, mejor que cualquier otro grito que hubiera escuchado... creo que aún tengo tus cuernos como trofeo — el demonio lo miro con malicia. Vi como dejaba de mirar a Leo para después mirar a Jerathel — después de nuestro último encuentro me quedo más que claro que eres su perro guardián — Jerathel ni siquiera le contesto — y tu... — me miró, su mirada quemaba mi piel — una sucia humana... Una muy difícil de matar — mi mano apretó mi espada. Pero aún que mi rostro demostrará que no tenía miedo, mis piernas me delataban pues temblaban peor que un perro chihuahua — supongo que no habrá negociación e iremos directo a la violencia — levanto su mano y trono sus dedos.

En segundos de tras de el aparecieron cientos de demonios... Una vez más no, por favor.

Los cientos de demonios se lanzaron a nosotros. Yo estaba de tras de ellos matando a los demonios que pudieran atacarlos por la espalda. Los tres peleaban sin temor alguno, sin titubear, demostrando que ellos prefieren morir antes que rendirse. Mientras yo tiemblo, ya no sé si las náuseas son por la perdida de sangre, por el esfuerzo sobrehumano que estoy haciendo para matar a todas estas creaturas o por los cuerpos en el suelo.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora