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✴️✴️✴️

Todo sucedió tan rápido... Tan impactante.

Todo a mi alrededor se movía en cámara lenta, sentía como el aire me faltaba y la vista se me nublaba poco a poco.

La puerta de mi casa se abrió de golpe, mi hermano que estaba en la sala se puso de pie, pero inmediatamente Raziel levanto la mano hacia él y en segundos mi hermano callo en el sillón inconsciente.

Cuando deje de ver a mi hermano la respiración me volvió a fallar. Mis oídos solo escuchaban un zumbido insoportable... Pero creo que de escuchar eso a Jerathel agonizando, lo prefería.

Raziel lo llevaba de un lado y Leo de otro. Él ni siquiera podía caminar, heridas por todos lados, el hombro dislocado, sus ojos.... No había nada más que dolor. Por segundos quedaba inconsciente, cuando los volvía a abrir podía ver cómo se llenaban de lágrimas.

— ¡mis alas! — soltó en un grito desgarrador, después vi como los tres se dirigían a las escaleras dándome la espalda.... Su... Su espalda... Dejé de respirar cuando vi que su ala apenas se sostenía de su espalda, y la otra tenía una herida enorme, se doblaron mis rodillas.

¡sube maldita idiota!”

Me grito mi subconsciente pero mi cuerpo no se movía, solo me temblaban las manos... Todo el cuerpo. Estaba perdida en las escaleras, con las imágenes de Jerathel en mi cabeza.

Un grito proveniente de arriba activo mis sentidos, me arrastre de rodillas por el suelo mientras mis piernas reaccionaban para tomar fuerza y ponerme de pie.

Corrí escaleras arriba y gire en mi habitación. Justo cuando entre escuché el crack de su hombro, ya lo habían acomodado. Lo siguiente que hicieron fue acostarlo boca abajo.

De nuevo mi estómago se revolvió, solo estaba como estúpida, parada en medio de la habitación, viendo como Jerathel sufría.

— ¡Maldita sea! — Leo se puso de pie y se jalo el cabello con tanta desesperación que creí que se lo arrancaría. Después comenzó a golpearse la cabeza. Jerathel se quejaba, pero nadie hacía nada.

— ¡Que hacen! ¡Ayudenlo! — grite, mi llanto era tan escandaloso como los quejidos de Jerathel. Ninguno de los dos me vio — ¡Leonardo! — camine hasta él y lo tome de los hombros. Estaba llorando — ayúdalo, se va a morir — el llanto apenas me dejaba respirar.

— no puedo — fue un susurro bajo, tan bajo pero no lo suficiente para que mis oídos no lo escucharon.

Mis piernas volvieron a doblarse, caí de rodillas y abracé con fuerza las piernas de Leo.

— ayúdalo por favor, ayúdalo —mis manos rodeaban las piernas con desesperación, estaba de rodillas rogando, pero no me importaba. Mi pecho ardía y sentía como un nudo desgarraba mi garganta con cada intento de respirar. Solté sollozos tan ruidosos como los de un niño haciendo un berrinche.

— no puedo Lailah — mi mirada viajo hasta Raziel, apenas me miró unos segundos, pero supe su respuesta.

— ¡¿Por qué no pueden hacer nada?! ¡Imbéciles! — me puse de pie tan rápido como había caído.

— las heridas, no cierran por si solas... Son el zonas que... No se curan tan fácilmente... Veneno.. tiene en todo el cuerpo — hablo rápido Leo.

— ¡son unos inútiles de mierda! — volví a gritar histérica — ¡Si ustedes no van a intentar salvarlo yo sí! — volví a gritar en la cara de Leo con coraje.

Camine hasta la cama con miedo, con ganas de vomitar, me rompería en mil pedazos si seguía viendo. Raziel se levantó y yo me senté de inmediato, con cuidado toque su cabeza. No sé si está aún conciente.

JerathelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora